Tras el fallecimiento del expresidente peruano, Alberto Fujimori, este miércoles, 11 de septiembre, se revive la acción que tuvo contra Abimael Guzmán, fundador y líder del grupo guerrillero Sendero Luminoso, que marcó la historia de violencia y terror en el país suramericano, con su captura y posterior encarcelamiento.
Fue en 1990 cuando Fujimori ganó gran relevancia después de que se postulara para llegar a la Presidencia de Perú y pasara a segunda vuelta junto al escritor y premio nobel de literatura, Mario Vargas Llosa. Lo venció con una amplia diferencia y empezó su primer período como jefe de Estado.
El mayor logro de Alberto Fujimori fue la caída de Sendero Luminoso, un hecho que marcó un punto de inflexión y centró las miradas internacionales cuando el exmandatario logró erradicar a este grupo, pues su objetivo cuando asumió la Presidencia en 1990 fue adoptar una estrategia de mano dura para combatir el terrorismo.
Su gobierno provocó división social entre quienes apoyaron su forma de gobernar y aquellos que siempre criticaron su autoritarismo, unas cicatrices que Perú ha tardado en sanar. Además, sus contradictores argumentan que, a pesar de subir con un discurso anticorrupción, los actos indebidos a nombre de su Gobierno y asesores dejaron ver múltiples artimañas a su favor, por las que años después pagaría.
En medio de su mandato apareció Abimael Guzmán, nacido en 1934 en Arequipa, quien se formó como profesor de filosofía y se convirtió en el principal ideólogo de la organización que, a partir de la década de 1980, perpetró numerosos actos de violencia en el país. Sendero Luminoso, bajo su liderazgo, buscaba instaurar un régimen comunista en Perú a través de una guerra de guerrillas brutal que causó miles de muertes y un profundo sufrimiento en la nación.
La administración de Fujimori, con el apoyo de las fuerzas de seguridad y servicios de inteligencia, logró desmantelar a Sendero Luminoso, culminando con la captura de Abimael Guzmán en septiembre de 1992, la cual se convirtió en un símbolo del éxito en la lucha contra el terrorismo y resultó en un considerable alivio para la población peruana que había vivido bajo el yugo del terror durante años.
Abimael Guzmán, fue condenado por su papel en los actos de violencia y terrorismo perpetrados por su organización. En 1992, después de su captura, Guzmán fue juzgado y sentenciado a cadena perpetua por numerosos crímenes, incluyendo homicidios, terrorismo y traición a la patria. Su condena marcó un hito en la lucha contra el terrorismo en Perú y significó un importante avance en la justicia para las víctimas de la violencia de Sendero Luminoso.
Guzmán pasó el resto de su vida en prisión, cumpliendo su sentencia en el penal de máxima seguridad de la Base Naval del Callao. Durante su encarcelamiento, Guzmán mantuvo una postura desafiante y continuó siendo una figura controvertida, tanto por su ideología radical como por el impacto que su organización tuvo en Perú.
Finalmente, el 11 de septiembre de 2021, Abimael Guzmán falleció en la cárcel a la edad de 86 años. Su muerte cerró un capítulo significativo en la historia del conflicto interno en Perú, un conflicto que dejó profundas cicatrices en la nación. A lo largo de su encarcelamiento, Guzmán siguió siendo un símbolo de la violencia y la lucha ideológica que marcó una parte importante de la historia reciente del Perú.
La derrota de Sendero Luminoso es recordada como una victoria crucial en la lucha contra el terrorismo, pero también resalta las tensiones entre la seguridad y el respeto a los derechos humanos en el contexto de la política peruana en los años 90.
Sin embargo, la caída de Sendero Luminoso también expuso las controversias y desafíos de la administración de Fujimori. A pesar de la significativa reducción de la violencia y el restablecimiento de cierto orden, el gobierno de Fujimori fue acusado de corrupción y violaciones de derechos humanos, lo que eventualmente llevó a su caída y a un complejo legado en la política peruana.
Tras ser protagonista de estos hechos, en el año 2000 decidió viajar a Tokio y desde allí renunció a la Presidencia después de 10 años en el poder, lo hizo gracias a las presiones políticas y sociales. Se exilió, pero Perú pidió su extradición.
Ahora, Alberto Fujimori falleció sin haber cumplido toda su pena y dejando un gran dolor en Perú por todo el daño que cometió estando en la Presidencia.