La pugna diplomática entre Estados Unidos y sus aliados centro americanos, por un lado, y los países de Contadora, por el otro, se trasladó a España hace poco y no por casualidad. La excusa fue el premio Príncipe de Asturias que el Rey Juan Carlos entregó a los cancilleres de Colombia, México, Panamá y Venezuela. Pero lo que exisLe en el trasfondo es la voluntad política de exhibir en el Viejo Continente el apoyo decidido de los europeos al acta de paz de Contadora. Este hábil cambio de escenario se parece mucho a una respuesta indirecta a los cuestionamientos que Estados Unidos por intermedio del secretario de Estado George Shultz, y sus más firmes aliados centroamericanos, erigieron días atrás frente al acta revisada de paz que el Grupo Contadora hizo pública el 7 de septiembre último y que debió haber sido firmada el 15 de octubre. Hasta el momento sólo Nicaragua aceptó el texto sin reservas ni enmiendas.En Madrid los cancilleres de Contadora aceptaron con ductilidad incorporar observaciones que afinen las actas --destinadas a convertirse en tratado--,pero que no supongan cambios "en el equilibrio . del documento" y, menos aún, la reapertura del proceso de negociación que ha insumido 20 meses de arduas discusiones. Al ratificar esta posición principista, los cancilleres destacaron que en Centroamérica hay indicios de distensión entre los Estados en conflicto y en el interior de Nicaragua y El Salvador. Con similar optimismo un alto funcionario de la cancillería mexicana expresó ante SEMANA que "en veinte meses éste es el momento más alejado de una invasión".Nicaragua sin embargo no parece coincidir con ese enfoque. En Madrid, el canciller sandinista Miguel D'Escoto aseguró que si el acta no se firma antes de fin de año "no sefirmará nunca", y el comandante Daniel Ortega, coordinador de la junta de gobierno hizo llegar similares aprensiones a los rninistros del Exterior de los países de Contadora. Para los sandinistas, al objetar el acta revisada, Washington está defendiendo su interés en continuar sus maniobras militares en Centroamérica y no desmantelar sus bases en la región, según expresión en Managua de Víctor Tinoco, ministro interino del Exterior.Aunque empleó otro tono y no llegó a tanto, el canciller colombiano Augusto Ramírez Ocampo, también remarcó en Madrid la urgencia de que se firme el tratado "Todos estamos apurados", dijo en ese sentido. "El tiempo que se pierde es valioso", agregó. Muy pocos observadores desconocían que el virtual rechazo al acta de Contadora efectuado por Shultz y "el bloque de los cuatro" (Honduras, Guatemala, El Salvador y Costa Rica) sorprendió e irritó a algunos cancilleres de Contadora, para quienes la versión revisada del acta entregada a comienzos de septiembre a los cinco paises,era un hecho definitivo y había ya recogido todos los comentarios y observaciones de la diplomacia norteamericana y de todos los asesores técnicos de los gobiernos involucrados en la larga negociación. Esta irritación fue reflejada por el canciller mexicano, Bernardo Sepúlveda Amor, el 12 de octubre al declarar que "el problema no está en el acta de Contadora" y que, por el contrario, algunos gobiernos han "querido encontrar defectos en el acta que no tiene".Las objeciones del secretario de Estado norteamericano y de los gobiernos de Costa Rica, Honduras y El Salvador se refieren con escasos matices a cuestiones de control y desmantelamiento de bases extranjeras en la zona y retirada de asesores militares foráneos. Aseguran, por ejemplo, que un congelamiento--a los niveles actuales del armamentismo en la región--favorecería al gobierno sandinista y a los insurgentes salvadoreños. Por detrás de estas preocupaciones --expresadas en distintos foros y sobre todo a través de la reciente gira de Shultz por varios países de la región, que tuvo su epicentro en México--subyace una cuestión fundamental: Estados Unidos no quiere disminuir un ápice su control y presencia militares en Centroamérica.El 11 de octubre pasado, George Shultz se entrevistaba con el Presidente mexicano Miguel De la Madrid, en la residencia de Los Pinos. Después de dos horas de charla, el jefe de la diplomacia norteamericana, reiteraba su apoyo formal a Contadora pero insistia en que las normas del acta de paz debían ser "más rígidas, para hacer frente a la subversión política y militar de Nicaragua". Los sectores de izquierda locales--que organizaron actos de repudio al visitante--expresaron su convicción de que México estaba cediendo ante las presiones del vecino.Los estrategas de Tlatelolco, sede de la experimentada diplomacia azteca, lejos de considerar a Shultz como el antagonista "duro" lo ubican en el campo de los "negociadores". Recuerdan a menudo que el secretario de Estado decidió abrir el proceso de negociaciones bilaterales con Nicaragua en forma sorpresiva, guardando el secreto de su viaje a Managua hasta para algunos subordinados influyentes como Langhorne Motley, subsecretario de Asuntos Latinoamericanos de la cancilleria estadounidense. Motley, un "halcón" vinculado a Pentágono y al Consejo de Seguridad, habría sido --según esta versión--totalmente ignorado por su jefe.Descaminados o no, lo cierto es que de la última reunión en Tegucigalpa del 20 de octubre, convocada por Honduras supuestamente para "revisar" la revisada acta de Contadora,--y a la que no asistió Nicaragua por considerarla una reunión meramente obstruccionista del proceso--sólo salió lo que muchos temían: argumentos para poner en movimiento, una vez más, otro interminable ciclo de consultas que no sólo prolongará la gestión diplomática sino que aumentará la fatiga ya visible entre las partes y en la opinión internacional. -