Durante la tarde del 7 de septiembre de 2021 y desde un escenario en la emblemática avenida Paulista de Sao Paulo, Jair Bolsonaro tomó el micrófono para pronunciar ante una muchedumbre el discurso más inflamado de su mandato.

“Cualquier decisión de Alexandre de Moraes, este presidente no la cumplirá más. La paciencia se agotó”, amenazó el mandatario ultraderechista ante seguidores, algunos de los cuales pedían prisión para los jueces del Supremo Tribunal Federal (STF), con Moraes como blanco principal.

Como magistrado de la máxima corte, Moraes se ha mostrado implacable en procesos contra Bolsonaro y sus aliados, entre otras cosas por divulgación de informaciones falsas.

Moraes asumirá además el martes la presidencia del Tribunal Superior Electoral (TSE), una institución clave de cara a los comicios del 2 de octubre, cuyos resultados, Bolsonaro, que marcha segundo en los sondeos, asegura que pueden ser fraudulentos.

Calvo, de 53 años, y un gesto adusto que le ha valido el apodo de “Robocop”, Moraes llegó al STF en 2017, indicado por el entonces presidente Michel Temer (2016-2018), de quien fue ministro de Justicia.

Como ministro, Moraes ya soñaba con ser juez del STF, cuenta un reportaje de la revista Piauí de julio. Sus compañeros de tribunal destacan su buena interlocución con políticos y un pragmatismo que le permite mantener abierto un canal de diálogo con las Fuerzas Armadas.

Profesor de Derecho de la Universidad de Sao Paulo, el juez comenzó su carrera como fiscal de dicho estado a los 23 años. Antes de llegar a Brasilia, ya era conocido por su línea dura.

Como secretario de seguridad de Sao Paulo del exgobernador Geraldo Alckmin, actual compañero de fórmula del candidato favorito en las encuestas, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, fue acusado de ser implacable en la represión de movimientos sociales.

Además de haber ordenado la retirada de contenido falso en plataformas digitales, allanamientos y prisiones de bolsonaristas, inclusive la del diputado Daniel Silveira, condenado por promover actos antidemocráticos y luego indultado por Bolsonaro, en sus manos están varios procesos que comprometen al ultraderechista.

Entre ellos, la investigación por diseminación de informaciones falsas y amenazas a magistrados, así como la supuesta interferencia de Bolsonaro en la Policía Federal para proteger a sus hijos, acusados a su vez de varios delitos de corrupción.

Desde que se convirtiera en blanco de Bolsonaro, el juez casi no dialoga con periodistas y mantiene sus decisiones bajo estricto hermetismo, cuenta a la AFP un funcionario con despacho en el STF.

Pero convirtió su cuenta de Twitter en un espacio para marcar posición sobre asuntos candentes de la vida brasileña. Como el jueves pasado, cuando mostró su apoyo a un multitudinario acto en Sao Paulo en “defensa de la democracia”, una respuesta a las críticas de Bolsonaro, que pone en duda ―sin pruebas― la fiabilidad del voto electrónico de Brasil.

El presidente intenta desgastar la credibilidad del sistema electoral, hecho sin antecedentes desde la redemocratización, en 1985, dice a la AFP André César, analista de la consultora Hold.

Los ataques al sistema electoral han alimentado temores de que pueda tratarse de una estrategia para desconocer una eventual derrota frente a Lula.

Como presidente del TSE, Moraes será el encargado de hacer frente a cualquier ofensiva en el momento crucial, una tarea que podría ser la más desafiante de su carrera. Moraes “tendrá que conducir el TSE con mano de hierro para no permitir que se quiebre el sistema electoral”, anticipa César.

*Con información de AFP.