SEMANA: ¿Quién es Agustín Laje y cómo llega a convertirse en referente de la derecha en Latinoamérica?
Agustín Laje: Me llamo Agustín Laje, tengo 33 años, soy de Argentina, soy licenciado en Ciencia Política, magíster en Filosofía, estoy doctorando para filosofía en este momento y fundamentalmente soy escritor. Me dedico a escribir libros de política con una visión que hoy podríamos sintetizar como políticamente incorrecta en los días que corren. Muchas cosas no se pueden decir a viva voz, ni en universidades, ni en escuelas, ni en medios de prensa, ni siquiera en libros y bueno, mis libros tratan de empezar a decirlo.
SEMANA: Metiéndonos de lleno, ¿qué piensa de este giro a la izquierda que han tomado los países latinoamericanos?
A.L.: Los países que caen en lo que hoy podríamos llamar la segunda ola del socialismo del siglo XXI son precisamente aquellos que en la primera década de este siglo lo combatían. Pero sobrevivían países muy importantes para nuestra América que se enfrentaron a ese modelo y esos países fueron Perú, Chile, Colombia, que en muy pocos meses terminan adoptando gobiernos de izquierda radical, porque ni siquiera estamos hablando de un centroizquierdismo más o menos lavado, no. Estamos hablando de un maoísta en el caso de Perú, estamos hablando de un comunista en el caso de Chile y, bueno, estamos hablando de un guerrillero en el caso de Colombia. Cuando uno analiza el mapa de nuestro continente lo ve todo teñido de rojo con excepción de países muy chicos: Uruguay, Ecuador, Costa Rica, Paraguay y Guatemala.
SEMANA: ¿Qué les puede augurar a estos países?
A.L.: Ya lo estamos viendo, no hace falta esperar al futuro. Ya sabemos que el socialismo no funciona, destruye la economía, para mantenerse en el tiempo precisa un ataque a las libertades individuales, ya sabemos que el socialismo produce miseria. En el caso peruano, a los muy poquitos meses de ganar la presidencia, la imagen pública de Pedro Castillo se desplomó por completo. Hoy, menos del 30 por ciento del pueblo peruano aprueba su gestión. Lo mismo se puede decir de Gabriel Boric, quien gana en segunda vuelta y a las muy pocas semanas también su imagen empieza a desplomarse.
A eso se suma la intentona de reforma constitucional, que fue celebrada y votada masivamente, pero finalmente sufre una derrota cuando tienen que votar el texto constitucional. Lo que estamos viendo es que nuestros pueblos se entusiasman mucho con determinadas figuras de izquierdas, pero apenas empiezan a conocer los resultados de esos gobiernos, se desaniman.
SEMANA: ¿Cuáles son las estrategias que ha usado la izquierda para llegar a ese éxito político?
A.L.: La izquierda ha tenido una enorme capacidad de marketing político para presentarse como una opción novedosa, como el cambio. Insisto con estos países: Perú, Chile, Colombia y México, donde las izquierdas llevaron adelante sus campañas diciéndole al pueblo “nosotros somos algo nuevo”. Mentira, no son nada nuevo, son el chavismo, cuyos resultados ya se conocen, pero la gente compra la novedad. Nuestros pueblos están queriendo nuevas figuras, nuevos movimientos políticos y en eso la izquierda ha sabido entender esa dinámica.
En segundo lugar, a la izquierda, históricamente, se le ha juzgado por sus pretendidos buenos propósitos y jamás se le juzga por sus resultados desastrosos, esto es regla general. Cuando la izquierda comete un genocidio, se dice que es una revolución; cuando la izquierda violenta los derechos humanos, se dice que está buscando igualdad; cuando la izquierda empobrece a todo un pueblo, el 98 por ciento del pueblo, como es el caso venezolano, se dice que está dando una lucha contra el imperialismo yanqui. O sea, a la izquierda siempre se le termina juzgando por sus intenciones, jamás por sus resultados. Entonces la izquierda tiene desde siempre buen marketing.
SEMANA: ¿No considera que el auge de movimientos de izquierda se deba a una mala estrategia de la derecha en la región?
A.J.: Sin lugar a duda, porque las derechas se quedaron en una dinámica de Guerra Fría, donde el eje de lo político era lo económico. En la Guerra Fría lo que estaba disputándose por derechas e izquierdas, era qué modelo económico iban a asumir los estados del mundo, por eso fue una guerra en sí que digamos abarcó la totalidad del globo. Dicen que lo que se disputaba era la democracia versus el totalitarismo, o las dictaduras, o el autoritarismo. No, mentira, lo que se disputaba era o economía de mercado o economía estatalmente planificada, o sea, socialismo punto final.
Ahora está pasando el tiempo, los ejes políticos empiezan a multiplicarse, ya no es solamente en un plan macroeconómico, lo político ahora tiene que ver con el sexo, con lo étnico, lo político, con el grupo familiar, con la universidad, con un plan de estudios, con los animales, con el clima. Y toda esa dinámica no fue comprendida por las derechas, por lo tanto las derechas se quedaron dando una guerra política con el afán de salvar la institución de la propiedad privada y el sistema de mercado. Mientras las izquierdas empezaron a dejar de hablar progresivamente tanto de esos asuntos y empezaron a extender sus tentáculos discursivos hacia otras áreas que se iban politizando.
Por eso vemos hoy ese triste espectáculo en el que líderes de la centro derecha latinoamericana no tienen más opción que jugar a ser feministas, jugar a ser abortistas, jugar a aplaudir la ideología de género y sumarse a todas estas corrientes de moda. La izquierda entendió bien por dónde pasaban los nuevos ejes políticos, la izquierda dibujó la cancha.
SEMANA: ¿Cómo ha sido su experiencia con la izquierda en Argentina?
A.L.: Un par de indicadores que creo que además pueden servir para los espectadores colombianos: la inflación en Argentina en este momento es más de 100 por ciento. Pude leer que en Colombia estaban quejándose porque había 11,4 por ciento. Imagínense tener prácticamente diez veces más inflación que lo que ahora están viviendo ustedes en Colombia, eso es Argentina, no se puede vivir. El salario promedio en la mejor época de Macri estaba en 1.700 dólares aproximadamente.
Hoy el salario promedio es inferior a 500 dólares. Pongo otro caso, el del cambio de los dólares. Antes de las elecciones, el dólar estaba aproximadamente en 40 pesos; cuando el que va a ganar la elección va a ser Alberto Fernández, el dólar salta a 60 pesos, pero hoy, después de menos de tres años de kirchnerismo, el dólar ronda los 300 pesos. Y otro dato interesante, el riesgo país de Argentina hoy supera al de un país como Ucrania, que está en guerra.
SEMANA: ¿Qué piensa de lo que ha sido el Gobierno de Gustavo Petro hasta ahora?
A.L.: Ha sido muy malo, los indicadores económicos no dejan que uno mienta. Uno puede echar vista a la inflación que ha subido más de lo que se pensaba que iba a subir, mirar cómo ha aumentado el dólar, advertir que la reforma tributaria de Petro lo que busca es recaudar 22 billones de pesos para el Estado, que las expectativas económicas pasan en torno a la cuestión de los hidrocarburos, de detener la producción económica.
Lo que ha tenido que anunciar Petro recientemente es que se esperen, que se ajusten los cinturones porque va a venir una recesión en Colombia, entonces económicamente malo. Por otro lado, hay una gran hipocresía porque yo me pregunto ¿no fue por un intento de reforma tributaria por lo que se levantó supuestamente el pueblo colombiano contra el Gobierno de Iván Duque?, ¿o está bien que te esquilme Petro y estaba mal que te esquilme Duque?
Hay otras cuestiones que a mí me preocupan muchísimo de ese Gobierno y es la figura de Francia Márquez y toda esta idea del Ministerio de la Igualdad, esos ministerios suelen ser instituciones totalitarias que se dedican a hacer ingeniería social que empiezan a censurar a los ciudadanos en el nombre de la igualdad. Además, me llama la atención, por ejemplo, que hayan nombrado gente que no está preparada para áreas muy técnicas como el asunto del Ministerio de Minas y que hayan puesto a una persona que se dedica a la filosofía y no tiene ninguna idea de las cuestiones que está hablando.
Y ni que hablar de la violencia, se supone que en Colombia había paz porque Santos había logrado la paz con las guerrillas, pero desde que empezó el Gobierno de Petro ha habido, si mal no recuerdo, 24 masacres del ELN y de las disidencias de las Farc. Creo que estos poquitos meses de Petro se llevarían una calificación más que negativa.
SEMANA: ¿Qué opina de Gabriel Boric y Pedro Castillo?
A.L.: ¿Qué esperaba la gente? El caso de Castillo, no pasa semana en la que no se encuentra un nuevo escándalo de corrupción de él o de su entorno, incluso de sus familiares o de la familia de la esposa. Lo que hay en el Gobierno del Perú en este momento es una banda de criminales saqueando el erario público. En el caso de Boric, lo que pasa es que Boric pensó que era muy fácil jugar a ser comunista en el país donde el liberalismo económico ha dado los mayores frutos de riqueza en toda América Latina. Y ese es el problema, que los políticos juegan a ser Dios y lo que prometen es que van a vivir en el paraíso. Por ese motivo, el texto constitucional termina en un fiasco inmenso, era un desastre, un horror; era un texto incoherente e ilógico.
SEMANA: ¿Cuál cree que puede ser la solución a los problemas de la región?
A.L.: Yo creo que la solución viene por la derecha. Ya hemos intentado mucho apostando al centro y a la centroderecha en casos como Piñera en Chile y el Centro Democrático en Colombia, con algunos de sus miembros que les hace asco ser de derechas. Y, en general, cuando uno advierte que apostando por el centro solo ha tenido como resultado un empoderamiento de las izquierdas. Uno se pregunta ¿y no será hora de que aparezcan nuevas alternativas de una nueva derecha en la región? Esas alternativas van apareciendo, como Javier Milei en Argentina, José Antonio Kast en Chile, López Aliaga en Perú. Eso va mostrando por dónde pueden venir los nuevos soplos de viento en la región para tratar de contrarrestar a las izquierdas. Yo creo que deben venir necesariamente por derechas, porque el centro lo que ha hecho es tratar de salvar el sistema económico capitalista, pero al mismo tiempo implementar una política progresista y globalista en la región.