Con una misa que se espera masiva, Perú le da este sábado 14 de septiembre el último adiós a Alberto Fujimori, el expresidente de mano férrea que protagonizó una era de cambios ensombrecida por los delitos de lesa humanidad por los que fue condenado a prisión.
La ceremonia está prevista para las 10H00 locales (15H00 GMT) en los exteriores del Ministerio de Cultura, por donde miles de personas desfilaron desde el jueves 12 para despedir los restos del hombre que gobernó entre los años 1990 y 2000, pero cuya influencia se extendió hasta sus últimos días.
Luego el cortejo fúnebre partirá rumbo al cementerio de Huachipa, al este de Lima. Fujimori será enterrado allí con honores de Estado por decisión del gobierno de Dina Boluarte, quien además decretó tres días de duelo nacional. De origen japonés, el exmandatario murió el miércoles a los 86 años en su vivienda de la capital, acompañado por sus hijos Keiko y Kenji después de cuatro meses de tratamiento contra un cáncer bucal.
Con un estilo autoritario y populista, Fujimori enfrentó un período turbulento marcado por la crisis hiperinflacionaria y la violencia indiscriminada de Sendero Luminoso, la guerrilla maoísta que finalmente doblegó a sangre y fuego.
En diciembre había sido indultado por razones humanitarias cuando cumplía una condena de 25 años por homicidio, secuestro y otros graves abusos cometidos por un escuadrón militar que combatió a Sendero Luminoso.
“Tenemos bastante nostalgia. Se va un presidente que le dio la paz al país, estabilidad económica, libertad y democracia. El legado que ha dejado es grande”, señaló Jesús Neyra, de 30 años, mientras avanzaba paciente en la larga fila que rodeaba el Ministerio de Cultura la noche del viernes.
Sin embargo, sus críticos también lo recuerdan como el presidente que disolvió el Congreso en 1992 para impulsar una Constitución a su medida y, por esa vía, lograr la reelección dos veces.
Fujimori, quien llegó al poder como un outsider al vencer en 1990 al escritor y a la postre premio nobel Mario Vargas Llosa, redefinió la escena política del siglo XXI y hasta el final de sus días polarizó al país entre fujimoristas y antifujimoristas. Pese a su deteriorada salud, Keiko insinuó en julio que su padre sería candidato en las elecciones generales de 2026, tras haber sido indultado por razones humanitarias y excarcelado.
Durante los 16 años que estuvo preso, Fujimori siempre defendió su inocencia. Pero la justicia lo encontró responsable por las matanzas de Barrios Altos y Cantuta, donde 25 personas fueron ejecutadas a sangre fría por un escuadrón militar en 1991 y 1992.
El conflicto interno o “guerra contra el terrorismo” –como se denominó oficialmente– dejó más de 69.000 muertos y 21.000 desaparecidos en el período 1980-2000, la gran mayoría civiles, según una comisión de la verdad. “El señor nunca nos pidió ni disculpa ni perdón, ni pagó una reparación. Para mí es un dictador condenado por varios delitos”, le dijo a la AFP Gladys Rubina, hermana de una de las 15 víctimas de la masacre de Barrios Altos.
El presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), que investigó los años de violencia política en Perú (1980-2000), lamentó también que “haya partido sin pedir perdón” a las víctimas civiles del conflicto. “Ha sido una persona que trabajó por el Perú, hizo cosas buenas, pero en otras no estuvo a la altura del cargo que tuvo y usurpó”, le señaló a la AFP Salomón Lerner Febres, que dirigió la CVR.
*Con información de la AFP.