Un estudio dado a conocer por Science Advances afirma que la deforestación del Amazonas y el calentamiento global son una situación crítica de desestabilización del monzón suramericano, que influye en el clima de gran parte del continente.
Pero ¿qué es un monzón? Es un patrón climático estacional caracterizado por vientos fuertes y persistentes que cambian de dirección con la estación. Estos vientos monzónicos suelen traer consigo lluvias abundantes durante una temporada específica del año. Son comunes en varias partes del mundo, aunque más conocidos en el sur y el sureste de Asia.
Los autores del estudio describen sus resultados como impactantes y hacen un llamado urgente a los líderes políticos locales y mundiales para evitar un punto de inflexión que podría resultar en una reducción de hasta el 30 por ciento de las precipitaciones, la extinción de los bosques y un grave impacto en la producción de alimentos.
El informe examina cómo la degradación forestal y la circulación de los monzones están interconectadas. Utilizando modelos informáticos y observaciones pasadas, se descubrió que el Amazonas y el monzón suramericano forman un sistema interdependiente en el cual la humedad del océano Atlántico es reciclada por la selva tropical, permitiendo su desplazamiento hacia el sur del continente.
Los científicos detectaron diversos indicadores que señalan la aproximación de un cambio crítico. Estos indicadores comprenden una disminución en las lluvias en múltiples zonas, la prolongación constante de la temporada seca en la región amazónica, la reducción de la humedad en el suelo y un aumento en la frecuencia y la intensidad de las sequías.
De modo sorprendente, en un periodo de tan solo diez años se han registrado tres sequías que, estadísticamente, deberían ocurrir una vez cada siglo.La sequía en el Amazonas tiene en alerta al Gobierno de Brasil, que, de la mano de su vicepresidente, Geraldo Alckmin, aseguró que “no faltarán recursos para atender las necesidades que haya. Estamos trabajando para liberar los recursos lo más rápido posible y atender a la población”, haciendo referencia a las zonas afectadas en Manaos, capital de Amazonas.
Según cifras oficiales, el impacto devastador de esta situación afecta a cerca de medio millón de habitantes en 58 municipios, declarados en estado de emergencia. Prácticamente, toda la región se encuentra sumida en esta crisis.
En respuesta a esta emergencia, las autoridades establecieron prioridades claras: asegurar que la población tenga acceso a alimentos y agua potable en medio de la sequía, al igual que esfuerzos significativos para mejorar el transporte fluvial en los ríos Madeira y Solimoes, que desempeñan un papel fundamental en el transporte de productos como soya, pescado y combustibles.
La capacidad de recuperación y el bienestar de las comunidades amazónicas dependen en gran medida de estas iniciativas para enfrentar los desafíos planteados por la sequía. El Gobierno federal ante la crítica situación en el estado de Amazonas habría liberado un fondo de 138 millones de reales, equivalentes a unos 27,6 millones de dólares estadounidenses, destinados a proyectos de dragado en los ríos afectados.
Si bien las cifras de deforestación en la Amazonia brasileña experimentan una significativa disminución del 66 por ciento desde que Lula da Silva volvió al poder en Brasil, su nivel más bajo desde 2017, la tarea aún es larga y el mandatario ha hecho un llamado a las naciones “ricas” para que ayuden y formen parte de la preservación.
Al fin y al cabo, no es solo una cuestión de los nueve países que tienen porción de selva, sino del planeta Tierra. “Sabemos la responsabilidad que significa convencer al mundo de que invertir es barato si se trata de lograr que la selva siga en pie”, dijo Lula.