Socorristas y autoridades de Ecuador trabajan a contra reloj para encontrar sobrevivientes del deslizamiento de tierra que deja al menos siete personas muertas y más de 60 desaparecidas, según el más reciente balance entregado por el presidente Guillermo Lasso este lunes.
Con la desesperación marcada en el rostro, armados de picos y palas y acompañados de perros, decenas de rescatistas y lugareños excavan entre los escombros. “Cinco (familiares) están aquí enterrados”, dijo a la AFP Manuel Upai, un agricultor y albañil de 40 años, que no quita la mirada del lodo.
Busca a sus suegros que quedaron sepultados, cuando el domingo en la noche parte de la montaña se vino abajo en Alausí, en la provincia de Chimborazo (300 km al sur de Quito). “Lamento mucho que hayan fallecido siete personas y que al momento estén desaparecidas 62 personas”, expresó el mandatario la noche del lunes al llegar a Alausí.
Los balances de víctimas han sido contradictorios. En la tarde el gobierno revisó a la baja la cifra de muertos que había informado en la mañana, pasando de 16 a 7 fallecidos, y aumentó a 46 el cálculo de desaparecidos que sigue creciendo con el paso de las horas.
“Vamos a seguir trabajando en labores de rescate”, sostuvo el mandatario. Las autoridades ordenaron evacuar unas 600 viviendas que siguen en pie en la zona de desastre, que sorprendió a Alausí hacia las 21H00 locales (02H00 GMT) del domingo.
Nos estamos “poniendo en manos de Dios y aquí trabajando a ver qué tratamos de rescatar”, comentó Upai junto al derrumbe.
Un “ruido fatal”
Desde la madrugada, cerca de 300 rescatistas hurgan entre lodo y piedras buscando señales de vida. En el lugar del deslizamiento, láminas de metal retorcido y troncos partidos a la mitad sobresalían de entre la tierra, constataron reporteros de la AFP.
En la mente de María Villa, una mujer de 46 años, aún retumba el “ruido fatal” de la montaña al desprenderse. Ella, su esposo y su hija se salvaron de milagro cuando escaparon por una ventana.
Sus vecinos murieron y el coliseo que estaba frente a su casa quedó bajo tierra. “Preparé la comida (...) y escuché un ruido”, relata angustiada a la AFP. Enseguida su esposo gritó: “El cerro se viene encima”.
María, quien se dedica al alquiler de maquinaria de construcción, reconoce que las autoridades les habían recomendado evacuar la zona, declarada en febrero en alerta amarilla por deslizamientos de tierra. “Esta semana nos advirtieron que salgamos, pero la verdad da pena dejar nuestras cosas. Yo sé que la vida vale más, pero es un dolor tan fuerte”, lamentó.
Meses antes, los expertos habían alertado sobre el hundimiento de una vía en el sector donde se desprendió parte de la montaña.
Al amanecer de este lunes una inmensa mancha de lodo se extendía en medio de las verdes colinas que rodean a Alausí, donde habitan unas 45.000 personas.
De acuerdo con la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos (SNGR) hay unos 500 afectados por el derrumbe. El alud también se llevó parte de una carretera, un estadio y obligó a suspender las clases presenciales en tres escuelas.
Alausí es conocido mundialmente por la llamada Nariz del Diablo, una pronunciada y peligrosa pendiente por la que pasa la línea ferroviaria transandina de Ecuador, que le dio el nombre del “tren más difícil del mundo”.
Desde enero, las fuertes lluvias ya dejaban en Ecuador 22 personas fallecidas y 346 damnificadas; más de 6.900 viviendas quedaron afectadas y 72 destruidas, según el SNGR. Las provincias más golpeadas son las costeras Manabí, Guayas, Santa Elena, El Oro Santo Domingo de los Tsáchilas y Los Ríos, y las andinas Cotopaxi, Bolívar y Chimborazo.
Las precipitaciones y un sismo que dejó 15 muertos obligaron la semana pasada al gobierno a declarar por 60 días el estado de emergencia en 13 de las 24 provincias, con el fin de mover recursos económicos para atender a los damnificados.
*Con información de AFP.