El sábado pasado, unas armas que no cuestan más de 15 mil dólares, lanzadas desde la distancia, superaron toda clase de radares y pusieron en jaque a la economía mundial al destruir una planta petrolera en Arabia Saudita que produce el 5 por ciento del petróleo del planeta. No importa si venían de Yemen, como dicen los rebeldes houthis, o del Irán de los ayatolás, como sostienen Estados Unidos y los sauditas. En cualquier caso, el episodio cambia el panorama bélico, pues demuestra que la guerra del siglo XXI no es la del siglo XX. Hoy se impone una guerra impersonal, de efectos apenas vislumbrados a futuro. ¿Por qué, si Arabia Saudita es el tercer país del mundo que más dinero gasta en armamentismo (67,6 mil millones de dólares) fue incapaz de defenderse de unos drones relativamente baratos?

Mark Cancian, experto del Center for Strategic and International Studies (CSIS), le explicó a SEMANA que tanto Estados Unidos como Arabia Saudita “han centrado sus defensas en aviones y misiles balísticos, pero la amenaza ha evolucionado”. Así, la rápida proliferación de la tecnología de los drones supone una nueva causa de angustia para la seguridad internacional. Pero eso no es todo, en la actualidad hay desde bombas hechas en casa a precios muy bajos, hasta sofisticados sistemas capaces de derribar misiles balísticos, que pueden costar miles de millones de dólares, o ataques cibernéticos con capacidad de desestabilizar sin un tiro, incluso a las potencias. Y lo peor, muchas de estas amenazas están al alcance de todos. 

Para Cancian, “cada vez hay más indicios de que la democratización de las bombas se dará más rápido que tarde”, ya que los drones suicida han “cambiado, en gran medida, la naturaleza de la guerra”. ¿Con qué se hace la guerra en el siglo XXI? Algunos ejemplos: