Más de siete décadas después de su fin siguen saliendo a la luz testimonios del grado de barbarie que alcanzó la Segunda Guerra Mundial.
En Anda, China, hallaron un búnker abandonado, cuyas paredes harían llorar a muchos si pudieran hablar.
Entre los muros de estas instalaciones tuvieron lugar horrendos experimentos cometidos por la Unidad 731, perteneciente al ejército de Japón, que invadió esa zona de China de 1931 a 1945.
El hallazgo fue realizado por un grupo de arqueólogos chinos, quienes, en entrevista para The Sun de Londres, recordaron que allí eran llevados hombres, mujeres y niños, para ser sometidos a ensayos científicos bajo condiciones deleznables.
En el búnker, del que se tenía noticia pero no se sabía su ubicación, fueron torturadas y asesinadas unas 12.000 víctimas.
Un poco al estilo del doctor Mengele del campo de concentración de Auschwitz, médicos realizaban allí experimentos por los cuales los prisioneros eran obligados a atravesar por pruebas de inyecciones de sangre de animales enfermos y deshidratación, además de que eran puestos en máquinas giratorias y centrífugas en las cuales tenían que resistir las veloces revoluciones.
Los japoneses realizaron allí pruebas con bombas bacterianas, lanzallamas y variedad de armas químicas.
La falta de condiciones adecuadas llevó a que muchos de los virus que analizaban se salieran de los laboratorios y afectaran a los civiles.
Como resultado de ello, perdieron la vida miles de personas a causa de enfermedades tan crueles como peste bubónica, fiebre tifoidea, cólera y ántrax.
Los exploradores también le recordaron a The Sun que todos esos horrores habían salido a relucir durante los juicios por crímenes bélicos que se realizaron tras la Segunda Guerra Mundial.
En 1956, Sakaki Hayao, quien fue comandante de una rama de la Unidad 731, declaró en uno de esos procesos que vio a prisioneros atados a postes y en otras situaciones dolorosas y denigrantes.
Sin embargo, por alguna razón, este exmilitar no dio la ubicación del búnker, que ha salido a la luz finalmente.
El hallazgo fue hecho por expertos del Instituto Provincial de Reliquias Culturales y Arqueología de Heilongjiang, para quienes este búnker es un elemento de la más alta trascendencia.
“El descubrimiento del laboratorio subterráneo podría conducir a nuevas pruebas sobre crímenes de guerra. También destaca el legado continuo de atrocidades de la Unidad 731 y su impacto en los esfuerzos globales para prevenir la guerra biológica”, manifestaron los expertos en entrevista para el South China Post.
Sin embargo, los arqueólogos no mostraron muchas imágenes del lugar, solo una en que se advierte que el edificio contaba con pasadizos secretos y que sus habitaciones estaban interconectadas.
Eso sí, explicaron que dentro del laboratorio hallaron salas de ensayo, salas de observación, pozos y comedores.
En pleno auge de la guerra, el búnker era custodiado con gran celo por los japoneses, que lo cercaron con alambre de púas.
Según los científicos chinos, “después de la rendición de Japón en 1945, Estados Unidos encubrió las pruebas de los actos horribles de la unidad y otorgó inmunidad a los líderes del grupo a cambio de que les entregarán los datos de su investigación. La mayor parte de esta información se trasladó más tarde a Fort Detrick (Maryland), que fue el centro del programa de armas biológicas de Estados Unidos durante la Guerra Fría, hasta 1969.
Para ellos, el trabajo apenas comienza, pues ahora pretenden seguir explorando más a fondo el búnker, en aras de una información más detallada de las prácticas inhumanas que se dieron dentro de sus muros.