Europa entró en pánico. Como una mala noticia que se esparce como fuego, así fue cogiendo fuerza la teoría de que la vacuna de AstraZeneca provoca coágulos en la sangre que pueden ser mortales. La llama se prendió en Dinamarca y se propagó por Europa hasta que sumaron 20 los países que suspendieron su uso y se dejaron llevar por el miedo.
Las autoridades sanitarias danesas fueron cautelosas al reportar el que sería el primer caso en el mundo de una posible muerte como efecto secundario de la inyección. En ese país, una mujer de 60 años que recibió la vacuna tuvo que ser hospitalizada diez días después por tener, de manera inusual, bajas las plaquetas sanguíneas, coágulos en vasos pequeños y grandes, además de sangrado. La paciente falleció sin saberse a ciencia cierta qué originó su mal. Los daneses se limitaron a informar que suspenderían la inoculación con la vacuna británica durante dos semanas mientras investigaban, pero aclararon en un comunicado que “por lo pronto no podían concluir que existiera vínculo entre la vacuna y los coágulos”. Poco después, Noruega, Austria e Islandia siguieron sus pasos tras registrar casos similares. Días después sucedió lo mismo en algunas de las naciones más poderosas del bloque europeo, donde se reportaron menos de 460 casos de coágulos de sangre.
El miedo aumentó y empezó a tener un matiz político. En Alemania, la decisión de suspender la inoculación con el producto de AstraZeneca cayó sobre los hombros del ministro de salud, Jens Spahn, quien ya venía de una mala racha de publicidad por la demora en esa nación –con la cuarta economía más poderosa del planeta– en vacunar a su población. Para los 27 países miembros de la Unión Europea, que desde febrero no incluye a Reino Unido por cuenta del brexit, la exitosa campaña de vacunación de los británicos hace mella en su orgullo. Mientras en Alemania, una nación con 83 millones de habitantes, al cierre de esta edición habían vacunado a nueve millones de personas, la cifra en Reino Unido, con 66 millones de habitantes, era de 25 millones. A la rivalidad entre los exsocios, se suma que la vacuna de AstraZeneca permite sacar pecho a los británicos. No solo fue desarrollada por la Universidad de Oxford, en Inglaterra, y aprobada en tiempo récord, sino que la compañía con inversión británica y sueca produce las inyecciones en Cambridge, territorio británico.
Tras una ronda de diplomacia telefónica, Spahn, el ministro alemán, asesorado por expertos que se apresuraron a aconsejarlo sin considerar que los coágulos sanguíneos no son inusuales, suspendió el uso de la vacuna. La medida de los alemanes tuvo un efecto dominó que provocó que otras naciones como Francia, Italia y España hicieran lo mismo. De este lado del mundo, tomaron decisiones similares en Venezuela y Paraguay. Hoy Angela Merkel, la canciller alemana, recibe llamadas pidiéndole que despida al ministro de salud, cuya decisión de cancelar el uso de la vacuna demoró la campaña para lograr la inmunidad que necesita ese país. Se calcula que más de 20 millones de europeos ya se han vacunado gracias a la farmacéutica anglo-sueca. Los países miembros de la Unión Europea se han visto obligados a comprársela a la nación que hace poco hacía parte del bloque. La exportación de la vacuna a los demás países europeos ha sido lenta. El primer ministro Boris Johnson defiende que primero se garantice la seguridad a sus connacionales, sobre todo teniendo en cuenta que la producen ellos.
Mientras tanto, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, amenazó (antes de que se supiera de las suspensiones) con limitar las exportaciones de otras vacunas a Londres si no agilizaban los envíos que significan 20 por ciento de las dosis que ya compraron a varios laboratorios. El jueves, todos los países que suspendieron la inoculación con AstraZeneca se vieron obligados a recular y a anunciar que retomarían sus campañas haciendo uso de las dosis que dejaron de aplicar esta semana. La prensa europea señaló como un momento humillante aquel en el que la Agencia Europea de Medicamentos confirmó lo que ya había dicho la Organización Mundial de la Salud, que es además lo mismo que dijo el laboratorio británico desde que se desató la crisis: que la vacuna de AstraZeneca es segura y eficaz. “A partir de las pruebas disponibles, y tras días de análisis profundos, no podemos excluir definitivamente un vínculo entre esos casos y la vacuna”, aclaró Emer Cooke, directora ejecutiva de la agencia, pero al igual que otros organismos de salud, explicó que los problemas de trombos sanguíneos excepcionales pueden también ser un efecto secundario del virus o una condición que ya traía el paciente.
Al igual que los científicos de Oxford, defendió que los 15 casos de trombosis venosa profunda y los 22 de embolia pulmonar entre personas que recibieron la vacuna representan un porcentaje mucho más bajo de lo que se esperaría que ocurriera naturalmente en una población general. “La naturaleza de la pandemia ha hecho que se preste mayor atención a los casos individuales y estamos yendo más allá de las prácticas habituales de control de la seguridad”, afirmó Ann Taylor, directora médica de AstraZeneca.
La suspensión de la vacuna, ya sea por motivos políticos o sanitarios, no podía llegar en un peor momento para Europa, que enfrenta una tercera ola de coronavirus y que amenaza con ser peor que las anteriores ante la aparición de nueva cepas. La semana pasada se sumaron 1,2 millones de nuevos contagios y la cifra de muertos supera 900.000. En conversación con SEMANA, el médico Élmer Huerta, principal asesor de la cadena CNN en Español, dijo que “ha habido un exceso de celo por parte de los reguladores de los países que suspendieron la vacunación. Además, no han sabido comunicar adecuadamente la razón de sus decisiones, por lo que el público puede haber desarrollado rechazo a las vacunas en general. Eso produce daños irreparables a los programas de inmunización”.
Para las autoridades sanitarias, ahora la carrera es contra el tiempo. “El número de personas que mueren de covid-19 en Europa es más elevado hoy de lo que lo era en la misma época del año pasado”, subrayó Hans Kluge, director de la OMS para la región Europa. Mientras en Alemania, Francia e Italia se preparan para nuevos encierros para contener la tercera ola, en Reino Unido ya vacunaron a más de la población adulta. La decisión de sus exsocios europeos de suspender apresuradamente la vacunación con AstraZeneca resultó ser un tiro por la culata.