El fin del mundo también llamado apocalipsis, ha estado sujeto a múltiples teorías conspirativas sobre al forma y tiempo en el que desaparecerá lo que conoces como planeta Tierra. Algunas afirmaciones están amparadas en textos bíblicos que, para los escépticos, carecen de fundamentos con los cuales se puedan explicar.
No es el único punto en el que la ciencia discrepa con la religión que, a su vez, mantiene con firmeza sus argumentos. Es ahí cuando toman lugar tanto profecías como hipótesis como la del Big Crunch, según la cual el universo detendrá su expansión y se enfriará antes de atrapar todo a su paso en un ‘abismal’ agujero negro.
Otra es conocida como el Big Rip y supone una separación de los elementos que dan vida al sistema solar. Su principal argumento es la división de galaxias y una menor fuerza gravitatoria, con lo cual las estrellas y demás astros terminarán por alejarse de sus órbitas. El Confidencial, explica que el desenlace llegaría con átomos “consumidos” por la radiación.
La ‘ecuación’ del final
Otra inclinación sobre cómo sería el fin de la humanidad está vinculada con una ecuación propuesta por William Poundstone, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Para llegar a su conclusión, el experto tomó de referencia una estimación hecha con fórmulas del matemático, Nicolás Copérnico, mismas utilizadas por el profesor estadounidense, John Richard Gott, para referir hace varios años a cuánto faltaba para la caída del Muro de Berlín.
Para entender la defensa de Poundstone es necesario evocar el análisis hecho por Gott en la década de los sesenta. En ese entonces, él fijó una línea de tiempo desde cuando el muro se había levantado hasta el día en que lo estaba observando (habían pasado ocho años). “La duración futura del Muro de Berlín será entre un tercio y tres veces más su duración pasada”, señaló el académico.
Con base en sus números, dividió el tiempo que llevaba el muro erigido en tres, equivalente a 2,66: esa era una de las probabilidad de cuánto faltaría para su derribo (en años). O también estaba la alternativa de que al multiplicar por tres los ocho años desde su instalación, fuera ese el periodo de su fin, es decir, dos décadas más tarde (un acierto casi absoluto, pues la estructura fue derribada en 1989).
¿Cuándo podría llegar el final?
Ahora, ¿cómo utilizar el mismo cálculo para el apocalipsis? William Poundstone utilizó el mismo principio, salvo que reemplazó ‘años’ por número de personas. “Los demógrafos estiman que el número total de personas que han vivido sobre el planeta ha sido de unos 100.000 millones”, explica este hombre, citado por El Confidencial.
Teniendo en cuenta lo anterior, “cerca de 100.000 millones nacieron antes que yo. Actualmente, cada año fallecen cerca de 130 millones de personas. A ese ritmo, tan solo se necesitarían unos 760 años para que nacieran otros 100.000 millones más de personas”. Esta, aclara, tiene la misma probabilidad de resultar errada.
Así las cosas, poco más de siete siglos le restarían a la humanidad o, en el otro extremo, sería en ese lapso cuando se compruebe que el planeta ha sobrevivido y continúe reproduciéndose.
Reloj del apocalipsis
A finales del mes pasado se ajustó el reloj del fin del mundo, un elemento que desde 1947 funciona como una metáfora, y que busca tener un acercamiento sobre la fecha del ‘colapso’ y sus posibles detonantes.
El Boletín de los Científicos Atómicos lo dejo a 90 segundos de las 12 en punto, más cerca de una ‘catástrofe’.
Una de las posibles causas expuestas alude a la crisis climática y guerras como la librada entre Moscú y Kiev. “Lo peor de todo, las amenazas apenas veladas de Rusia de usar armas nucleares le recuerdan al mundo que la escalada del conflicto, por accidente, intención o error de cálculo, es un riesgo terrible”.