Más de una semana después del devastador terremoto y réplica que golpeó tanto a Turquía como a Siria el balance de muertos se sitúa por encima de los 40.000, la mayoría registrados en el primer país. Desde que se sintió el movimiento telúrico, los esfuerzos por encontrar más supervivientes no han cesado, a pesar de que la esperanza empieza a disminuir.
A la par que continúan las tareas de búsqueda, lo hace también el llamado de organismos como Naciones Unidas para volcar la solidaridad, en donaciones, hacia las áreas afectadas. Este miércoles –15 de febrero– la ONU llamó a enfrentar las “inmensas necesidades” de millones de personas que quedaron sin vivienda ni alimento.
“Las necesidades son inmensas” y “sabemos que la ayuda para salvar vidas no está llegando a la velocidad y escala necesarias (...). Una semana después de los devastadores sismos, millones de personas en la región luchan por sobrevivir, sin hogar y bajo temperaturas glaciales”, enfatizó el secretario general del organismo António Guterres.
Así logró sobrevivir hombre en Turquía
En medio del desespero de las familias que aún guardan la fe de que sus seres queridos estén con vida, se conoció la historia de Huseyin Berber, quien fue rescatado más de una semana después de la tragedia. Su casa se fue abajo tras el sismo y su voz empezó a desvanecerse en medio del clamor para que alguien lo escuchara.
“Solo recuerdo estar enterrado bajo los escombros. Todo estaba completamente oscuro. Estaba tan oscuro que ni siquiera podía ver mi propio cuerpo. Grité, llamé, pero no había nadie allí. Nuestro edificio tenía 15 pisos. Yo estaba un poco aliviado cuando escuché los sonidos sobre los escombros”, contó a Reuters este hombre, quien permaneció bajo las ruinas por 187 horas.
Cuando el segundo terremoto se sintió, Berber vio que el techo colapsó, luego tomó una alfombra; posteriormente, cuando observó un sillón buscó la manera de llegar a este y ahí empezó la espera. El turco confesó que era diabético y tuvo la fortuna de que medicamentos y una botella de agua cayeron en su dirección, luego de que una pared se desplomara sobre el refrigerador y el gabinete.
“Alguien extendió su mano”
“Finalmente, vi un agujero en los escombros. Cuando escuché los sonidos (de los socorristas), también grité. Grité tan fuerte que escucharon mi voz. Alguien extendió su mano y se encontró con la mía. Después de eso, me sacaron de allí”, añadió luego de asegurar que cuando se acabó el agua de la botella no tuvo más opción que beber su propia orina.
“Una hora después, tomé (la botella de agua) y me la bebí. Disculpa, me oriné en ella y la dejé reposar. Me la bebí cuando se enfrió. Me salvé con eso”, admitió, según Reuters.
Expertos consideran que luego de 72 horas las posibilidades de supervivencias en una catástrofe como esa son bajas; por ello, cada anuncio de un nuevo rescate es considerado casi como un milagro. Su desarrollo puede estar sujeto a las condiciones del terreno, el tipo de lesiones que se tenga y hasta el estado de salud previo a la emergencia.
Su testimonio lo compartió mientras se recupera en un hospital de Mersin, ciudad turca localizada aproximadamente a 250 kilómetros de la edificación que colapsó en Antakya, en la provincia de Hatay. Allí por lo menos la mitad de las construcciones terminaron afectadas y otras, prácticamente destruidas.
La tragedia golpeó también a los niños. Hanna es una pequeña de ocho años que a diario pregunta por sus papás y hermana, sin saber aún que solamente ella sobrevivió a los terremotos, recogió AFP. Unicef teme una “cifra aterradora” de menores de edad que perdieron a sus padres.
*Con información de Reuters.