El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, celebró el viernes uno de los raros éxitos de su presidencia: su plan de infraestructura, al cerrar una semana negra de provocaciones de Corea del Norte y Rusia, inflación récord, alza de hospitalizaciones por covid-19 y el naufragio parlamentario de una reforma electoral.
“Se habla mucho de la decepción por las cosas que no logramos hacer”, dijo el presidente demócrata tras reveses varios, prometiendo “hacer mucho”.
“Pero esto es algo que hicimos”, afirmó sobre la ley de infraestructura de 1,2 billones de dólares, que asigna fondos para reparar puentes y carreteras, construir una red de carga de vehículos eléctricos y expandir internet de banda ancha, que incluso contó con el apoyo de algunos legisladores republicanos.
El 15 de noviembre, Biden promulgó con bombos y platillos su ambicioso plan de gastos para atender la deteriorada infraestructura del país. Entonces, se jactó del apoyo de la senadora demócrata Kyrsten Sinema, que lo acompañaba sonriente a su lado.
El jueves, la misma Sinema enterró en pocas palabras, en la tribuna del Senado, una importante reforma electoral con la que Biden prometía proteger el acceso a las urnas de los afroestadounidenses frente a las restricciones impuestas por ciertos estados conservadores del sur.
Muy poco margen de maniobra
Esta iniciativa es emblemática del giro que busca dar Biden: en dos discursos recientes, el presidente advirtió sobre el peligro que corre en su opinión la democracia estadounidense. Y lanzó ataques de una virulencia sin precedentes contra su antecesor republicano Donald Trump, y contra la oposición en general.
Los líderes demócratas preveían aprobar los dos proyectos de ley electorales por mayoría simple, eludiendo el filibusterismo, la regla de la cámara alta que requiere 60 votos en 100 para dar luz verde a los textos.
Pero obtener una mayoría simple también es complicado para los demócratas, dado que solo tienen 50 escaños en el Senado, a los que se suma el de la vicepresidenta Kamala Harris, frente a los 50 de los republicanos.
Sin Sinema y sin Joe Manchin, otro senador demócrata reacio, el intento de suspender el filibusterismo está condenado al fracaso, al igual que la reforma electoral.
El mismo jueves, la Corte Suprema anuló un requisito de vacunación anticovid que el presidente quería imponer a las grandes empresas.
Y el asesor de seguridad nacional de Biden admitió en rueda de prensa que después de un intenso ballet diplomático con Rusia, la amenaza de un nuevo conflicto en Ucrania aún no se había disipado.
Un día oscuro en medio de una semana calamitosa que recordó con dureza que Biden, investido hace poco menos de un año, hizo promesas muy grandes, con muy poco margen de maniobra. Su control del Congreso pende de un hilo y tiene que lidiar con una Corte Suprema muy conservadora.
“Seguir luchando”
En el frente económico, la inflación en Estados Unidos ha alcanzado su nivel más alto desde 1982.
Y el país ha batido el récord de hospitalizados por covid-19. Además, la nueva ola del virus está vaciando las estanterías de los supermercados, ante problemas recurrentes de desabastecimiento desde el inicio de la pandemia en marzo de 2020.
El viernes, Corea del Norte llevó a cabo su tercera prueba de misiles del año, un nuevo motivo de tensión cuando Estados Unidos acaba de imponer nuevas sanciones financieras por lanzamientos anteriores.
A todo esto se suman las encuestas que, una tras otra, confirman la fuerte impopularidad del presidente.
Un sondeo de la Universidad de Quinnipiac le acreditó el miércoles solo un 33% de opiniones favorables. La mayoría de las encuestas de opinión le dan un índice de aprobación de alrededor del 42%.
La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, hizo hincapié el viernes en que es necesario tener paciencia.
“Un programa de gobierno no se completa en un año”, recalcó Psaki en rueda de prensa. “Vamos a seguir luchando por cada componente de la agenda”, agregó, enumerando tanto la economía, el combate a la pandemia y el cambio climático, como la lucha por los derechos civiles.
Sin embargo, el presidente Biden tiene cada vez menos tiempo.
El próximo noviembre enfrentará elecciones legislativas de mitad de mandato, históricamente difíciles para el gobierno de turno, cuando los demócratas podrían perder el control tanto del Senado como de la Cámara de Representantes.