Las elecciones presidenciales de Brasil de la semana pasada hicieron que más de uno se sorprendiera, no solo por las claras diferencias de hacer política que tienen el actual presidente, Jair Bolsonaro, y Luiz Inácio Lula da Silva, sino porque las grandes derrotadas de la jornada fueron las encuestas que presagiaban un escenario totalmente distinto a la segunda vuelta que tendrá el país el próximo 30 de octubre.

Según las firmas encuestadoras del país, se esperaba que el expresidente Lula da Silva lograra ganar en la primera vuelta, o dado el caso, quedara muy cerca del 50 por ciento necesario para ser elegido mandatario de una vez y lejos de su opositor. Si bien el líder de izquierda no quedó tan apartado del 50 por ciento, la sorpresa fue por el lado de los resultados de Bolsonaro.

Lula da Silva logró un 48,4 por ciento de los votos, algo que las encuestas estimaban, pero Bolsonaro jamás llegaba a más del 40 por ciento en los sondeos. Sin embargo, su cifra de electores alcanzó el 43,2 por ciento de los votos, lo cual lo dejó muy bien parado frente a la segunda vuelta y ayudó a su discurso de que las firmas encuestadoras no estaban siendo imparciales con él.

Pero más allá de demostrar que Bolsonaro tenía más apoyo del que se esperaba, el resultado demuestra que Brasil está más dividido de lo que se creía. Algo que se ha vuelto común en varios países es terminar subestimando al electorado conservador. Ya había pasado en Chile cuando José Antonio Kast quedó segundo en las elecciones presidenciales de 2021 y son famosos los casos ocurridos en Estados Unidos con la elección de Donald Trump y en varios países de Europa.

Lula y Bolsonaro volverán a verse las caras en las urnas el próxima 30 de octubre.

La apuesta más segura hoy día es que Lula volverá a ser presidente de Brasil para un tercer periodo al mando. Pero no lo tendrá fácil, porque además de Bolsonaro y su alta votación, sus partidarios en el Congreso también superaron las expectativas que se tenían sobre ellos, por lo cual, el líder de izquierda tendrá una ardua labor para intentar aprobar sus proyectos, si llega al poder. Según la firma Ipec, Lula tendría el 51 por ciento de los votos, contra el 43 por ciento de Bolsonaro.

El actual jefe de Estado ha tenido un papel complicado durante su estancia en la presidencia, pero lejos de cualquier controversia, las personas nunca terminaron de abandonar al polémico presidente de derecha. A pesar de que se le ha criticado su enfoque medioambiental, su manejo de la pandemia de la covid-19 y su labor internacional, obtuvo dos millones de votos más que en 2018, cuando fue elegido para el cargo.

La respuesta es que muchos de esos electores no son propios sino que reflejan el voto anti-Lula, a quien muchos brasileños no le perdonan algunas de sus actuaciones durante su periodo presidencial y los numerosos escándalos de corrupción que se destaparon en su gobierno. Por lo que si llega a ser mandatario de nuevo, todos sus movimientos serán vigilados con recelo.

Bolsonaro y Lula da Silva se disputarán la segunda vuelta por la presidencia. | Foto: Reuters

Lula, como el hábil político que es, ha sabido desmarcarse de la izquierda más radical para mostrarse como alguien más cercano al centro político, moderando sus posturas y sin prometer muchas cosas para el país; más bien habla de los logros durante sus dos periodos presidenciales y critica la gestión de Bolsonaro, pero no define del todo qué quiere para el país. Se sospecha que es una jugada para definir su programa según el pragmatismo y la relación con el Congreso.

Por ahora, ambos candidatos tienen una misión clara de cara al próximo 30 de octubre: lograr el mayor apoyo popular posible y hacer quedar lo peor que se pueda a su contrincante. El que lo tiene más fácil, sin duda, es Lula da Silva, que quedó a escasos votos de ganar en primera vuelta y ha ido sumando apoyos que podrían ser vitales para lograr una elección casi de trámite y sin sorpresas.

Por el lado de Bolsonaro, todo parece un poco más difícil, pero el mandatario ha sabido sorprender más de una vez, por lo que quiere demostrar que no todo está decidido y que tiene ganas de revancha.