El brexit tiene al Reino Unido sumido en un huracán político que ha sacudido y transformado la naturaleza misma de la democracia británica. En una semana decisiva para el futuro del país, el primer ministro Boris Johnson sufrió tres humillantes derrotas por el Parlamento en menos de 48 horas. Perdió la mayoría de su partido y le bloquearon, por lo pronto, tanto sus intenciones de salir de la Unión Europea sin acuerdo, como su llamado para realizar elecciones anticipadas el 15 de octubre.
En la mañana del jueves, incluso su propio hermano, el secretario de Estado de Universidades y diputado de la Cámara de los Comunes, Jo Johnson, renunció por discrepancias sobre el brexit. Jo ha declarado con anterioridad que lo mejor para el país es realizar un nuevo referendo sobre si el Reino debe permanecer, o no, en la Unión Europea.
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El caos y la improvisación se apoderan de la política británica, que es, por estas semanas, un laboratorio en el que experimentan a punta de ensayo y error. Sin duda, los principales afectados son los británicos, que de momento dependen de la capacidad de reacción de sus políticos a contrarreloj.
Boris Johnson se salió de sus casillas y llamó a Corbyn “pollo clorinado”.
El embrollo del brexit cada vez se torna más confuso. Johnson, quien lleva poco más de un mes en el cargo, ha hecho de la democracia su saco de boxeo. El fin de semana amenazó a los parlamentarios de su partido con expulsarlos de la colectividad si no lo apoyaban con su brexit sin acuerdo. Pero el golpe más duro lo propició la semana pasada cuando se valió de su poder para pedir a la reina Isabel II, quien en la práctica carece de capacidad política, suspender la Cámara de los Comunes entre el 10 de septiembre y el 14 de octubre. Así, dejó a los miembros, que en su mayoría se oponen a un divorcio de la UE a las malas, con una capacidad de maniobra muy limitada y prácticamente sin tiempo para detener un brexit sin acuerdo.
La frenética maniobra de Johnson significó “un escándalo constitucional y una ofensa al proceso democrático”, como dijo John Bercow, presidente de la Cámara de los Comunes. Es la suspensión más larga desde 1945 y representa un enorme desafío para los parlamentarios, muchos de los cuales agotan todas las opciones para detener los efectos del talante autoritario de Johnson y el desastre que representa un brexit sin acuerdo.
Como era de esperarse, la jugada de Johnson desató la ira de sus conciudadanos, que protestaron en los alrededores del Parlamento contra lo que llamaron el “golpe de Boris”, pues se rehúsan a ser simples espectadores de la catástrofe que se avecina. Incluso hubo críticas a la reina por no haber planteado al menos alguna duda ante una medida tan extrema.
Este martes pasó algo histórico: Johnson perdió la mayoría parlamentaria de su partido conservador con la deserción de Phillip Lee, quien durante el discurso del premier se pasó a las bancas de los liberales demócratas. Explicó así su decisión: “Este partido conservador está agresivamente buscando un brexit dañino, sin principios. Está poniendo en riesgo vidas y formas de vida innecesariamente y está amenazando la integridad del Reino Unido. Más aún, está minando la economía de nuestro país, la democracia y nuestro rol en el mundo. Está usando la manipulación política, el bullying y las mentiras”.
Si bien el golpe al premier no significa su caída, sí elevó las posibilidades de un brexit acordado. Johnson aún cuenta con el respaldo de 20 parlamentarios independientes que, aunque están en desacuerdo con él, no quieren ceder las riendas del poder al líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn, enemigo histórico de los tories (conservadores), quien durante los debates atacó fervientemente a Johnson.
El líder de la oposición acusó a Johnson de querer un brexit sin acuerdo, para “crear un mercado unilateral al servicio de Donald Trump”.
La movida de Lee evidenció las irremediables fracturas al interior del partido de Johnson. Como si esto fuera poco, pese a las amenazas de ‘Bojo’ de expulsarlos, veintiún tories “rebeldes”, liderados por el exministro de Hacienda, Philip Hammond, se aliaron con el partido Laborista y votaron a favor de una ley que busca detener el brexit sin acuerdo. Así, Johnson expulsó a varios pesos pesados del conservatismo británico, entre los que se encuentra el más emblemático de ellos, Nicholas Soames, nieto de Winston Churchill.
El proyecto de ley obtuvo la mayoría, lo que propinó otro golpe al ya debilitado primer ministro, quien en retaliación anunció que convocaría a elecciones generales anticipadas para el 15 de octubre. Pero Johnson no contaba con que, una vez más, la Cámara de los Comunes sabotearía sus intenciones. Y aunque los legisladores bloquearon el llamado del primer ministro, el Reino Unido aún parece dirigirse hacia elecciones generales en el mediano plazo (en semanas o meses). Como le dijo a SEMANA el profesor de ciencia política Roderick Kiewiet de la Universidad de Caltech (California Institute of Technology), “en el muy probable escenario de unas elecciones anticipadas, estas serán un referéndum de facto sobre el brexit, o un segundo voto del brexit, si se quiere. Con suerte para Gran Bretaña, ello aclararía las cosas. Ya sea con una clara victoria ‘tory’, en cuyo caso el Reino Unido saldría de la UE el 31 de octubre, o con una clara derrota, caso en el que el Reino se quedaría en la UE, aunque las farsantes negociaciones pueden continuar por un rato”.
Por lo pronto, los miembros del parlamento lograron contener el mal peor, pero el entorno es volátil. Y como quedó demostrado el histórico 23 de junio de 2016 con el triunfo del brexit en el referendo, cualquier cosa puede pasar.
Los panoramas ante la salida de Reino Unido de la Unión Europea
Hay cuatro posibilidades. Una: que el Reino Unido salga de la UE el 31 de octubre con un brexit acordado, lo que implica llegar a un nuevo pacto con la UE o que el Parlamento apruebe de una buena vez el que hizo Theresa May. Ambas opciones parecen improbables. El proyecto de ley aprobado este miércoles le da a Johnson hasta el 19 de octubre para aprobar un acuerdo en el Parlamento. De lo contrario, deberá solicitar a la UE una extensión a la fecha de salida hasta enero de 2020. Pero Johnson ha dicho que el acuerdo negociado con May está muerto y el Parlamento británico lo rechazó tres veces. El gobierno quiere eliminar del acuerdo la salvaguarda irlandesa, mecanismo que impide revivir una frontera dura entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, pues ello podría reanimar el conflicto que dejó más de 3 mil muertos. Pero la UE ha sido enfática en que cualquier acuerdo debe respetar este punto.
La segunda opción, que el RU salga de la UE el 31 de octubre sin acuerdo, es la favorita del primer ministro. Según expertos, esta opción causaría, entre otras, el desplome de la economía e incluso escasez de alimentos. Muchos parlamentarios se oponen a un brexit duro, pero tienen muy poco tiempo para actuar al respecto debido a la suspensión del Parlamento ordenada por Johnson. Además, el proyecto de ley que aprobaron pide un plazo a la UE para que el RU salga en enero de 2020.
En un tercer escenario, quienes se oponen a un brexit duro logran aplazarlo. Hay dos filtros por concretar para que esa opción se materialice. En primer lugar, que la Cámara de los Lores suscriba a tiempo la ley sobre el retraso del brexit. En segundo lugar, que la UE acepte ampliar el plazo, lo que tampoco parece muy probable.
Un cuarto escenario es que se haga un nuevo referendo y los británicos voten por permanecer en la UE. Pero el gobierno de Johnson hará todo para impedirlo.
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