Los venezolanos no podían creer lo que veían. En las imágenes, decenas de presos demacrados pero felices se reencontraban con sus familiares. El Gobierno de Nicolás Maduro había indultado 110 perseguidos políticos, 50 de ellos encarcelados. Semejante gesto para prisioneros que habían carecido de las más elementales garantías judiciales tenía que indicar una nueva realidad política. Y en efecto, la oposición venezolana está en pleno proceso de reconfiguración, cuando el calendario avanza acelerado hacia el evento convocado para diciembre: una elección de una nueva asamblea nacional en un proceso calificado como no democrático por los adversarios de Maduro, Estados Unidos y la Unión Europea, entre otros actores. Las liberaciones fueron el primer resultado de una negociación todavía en curso entre opositores y el régimen chavista, que por primera vez ha sido discreto durante el proceso para no dinamitarlo. El régimen habla de un “pasos hacia la reconciliación” y lanza mensajes a Europa para conseguir cierta legitimidad en sus acciones, mientras que Estados Unidos aprieta el puño de las sanciones económicas.
En la acera de enfrente se ha desatado un terremoto en el liderazgo opositor con el surgimiento hasta la primera fila del dos veces excandidato presidencial Henrique Capriles, quien asumió esas gestiones ante el régimen autoritario. Su postura de promover el voto en diciembre desafía abiertamente la que han asumido Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional y reconocido presidente interino de Venezuela por casi 60 países, el Poder Legislativo y 27 partidos opositores. Hasta ahora, estos han mantenido la decisión de desconocer ese proceso, calificarlo de farsa y no participar de lo que asumen como una pantomima electoral. Pero para Henrique Capriles, hay que aprovechar “cualquier rendija” disponible para abrir caminos políticos. “No nos vamos a resignar. Sabemos a lo que nos enfrentamos; sabemos que de aquel lado hay gente muy mala, pero qué sé yo, si hay gente buena también, callada, pensando igual que yo. La única manera de salvar a este país es abriendo caminos de política y de acuerdos”, dijo en una declaración por redes sociales el miércoles en la noche, cuando afirmó que las liberaciones no fueron un trueque a cambio de inscribir candidatos. Él mismo no puede postularse, pero sí anunció que acompañará a quienes quieran “luchar” en el terreno electoral, así sea adverso. “No le vamos a regalar la Asamblea Nacional a Maduro”. No obstante, el pleito en verdad inició cuando en su mensaje lanzó severas críticas a Juan Guaidó y el ‘interinato’, señalándolo de ser un “Gobierno por internet”, sin incidencia real. “¿Quién está en el poder? Maduro. No podemos seguir con el disparate de unos embajadores. Somos opositores de esta tragedia”, aseveró. Afirmó que la ruta planteada por Guaidó “se agotó, no dio resultado”.
Un 80 por ciento de los venezolanos quiere que Nicolás Maduro abandone el poder. Pero menos del 20 por ciento confía en la autoridad electoral. Guaidó no respondió, más allá de ratificar que no se prestará para una farsa electoral e invitar a alinear posiciones con Estados Unidos; que este jueves confirmó, por boca del secretario de Estado Mike Pompeo, que lo reconocerá como presidente encargado del país “hasta el cese de la usurpación de Maduro”. Esto es, más allá del 5 de enero, cuando vence su periodo como cabeza del Legislativo. La Casa Blanca ha dicho también que la unidad opositora debe construirse en torno a Guaidó y se alejó de las posiciones más “radicales”, como la de María Corina Machado y el sector que cree necesaria una opción de fuerza internacional contra Maduro. “Eso es realismo mágico”, contestó Elliott Abrams, enviado especial de Estados Unidos para la crisis venezolana. Entretanto, otras fichas se mueven en el ajedrez internacional, como Turquía. El canciller de ese país inició los contactos con Capriles y otros moderados para abrir puentes con Maduro. Así lo reveló el excandidato presidencial al afirmar que la llamada ocurrió luego de que Mevlüt Çavusoglu conversara con Pompeo en República Dominicana. Lo hizo, según ha afirmado, “en coordinación con la Unión Europea”. El bloque de los 27 no lo ha confirmado ni negado, y hasta ahora ha defendido que hace falta construir una salida democrática y electoral para Venezuela. La UE consideró las excarcelaciones de esta semana “una condición ‘sine qua non’ para seguir avanzando en la organización de unas elecciones libres, inclusivas y transparentes”.
Y a Bruselas apunta Maduro, pues envió, por medio de su canciller Jorge Arreaza, una carta al alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, para invitar a una misión de “observadores y acompañantes” internacionales a monitorear el proceso electoral del 6 de diciembre, al asegurar que han dado garantías “acordadas” con la oposición. La encuestadora Datanálisis registra que solo el 13 por ciento del país está seguro de votar en cualquier circunstancia, y 40 por ciento dice que “le gustaría” votar, incluso en condiciones adversas. Todo ello, en una nación donde el 80 por ciento aspira a que Nicolás Maduro abandone el poder y menos del 20 por ciento confía en la autoridad electoral, que percibe como leal a la revolución y no a la Constitución. El director de Datanálisis, Luis Vicente León, afirma que la ruta de participación siempre es más atractiva para el venezolano, especialmente si hay unidad. No obstante, ahora existe una confrontación entre posiciones encontradas, en la cual si el excandidato presidencial logra capitalizar un apoyo popular será difícil que lo pueda masificar. Para el encuestador Félix Seijas, de la firma Delphos, la mayor parte del país está a la expectativa de opciones. Y a pesar de que Capriles ya mostró intenciones, aunque no sus cartas, Guaidó tampoco ha comunicado qué ruta seguir. Ambas definiciones serán claves para dibujar consecuencias.
En el camino han quedado aún más disminuidos los sectores opositores considerados infiltrados por el chavismo, como el grupo de Luis Parra, a quien Maduro reconoce como presidente del parlamento y le entregó los partidos opositores. También los agrupados en la mesa de diálogo con el oficialismo que acordó normas electorales para diciembre. En cualquier caso, investigadores como Michael Penfold apuntan a la importancia de la negociación política y cómo hace falta entrar en ella, con seriedad y posturas unificadas. Esto para asegurar una transición que la comunidad internacional y las sanciones hasta ahora no han conseguido. Y si de negociaciones se trata, las de Capriles con el chavismo continúan sobre un punto clave para el opositor: posponer las elecciones del 6 de diciembre debido a la pandemia y para permitir reconsiderar condiciones electorales. Para ello, el régimen de Maduro cuenta con una carta que le permitiría aceptarlo y salvar cara: un recurso judicial que varios académicos introdujeron al Tribunal Supremo para pedir la suspensión del proceso hasta que se corrijan las ilegalidades que marcan los comicios planteados hasta ahora. Por lo visto, aún faltan capítulos claves para saber quién tiene la razón, si Henrique Capriles o Juan Guaidó.