Después de un corto viaje en helicóptero, Félix Rodríguez, exagente de la CIA, se encontró frente a frente con Ernesto ‘Che‘ Guevara, quien había sido retenido después de un tiroteo en Bolivia. Era la mañana del 9 de octubre de 1967. Rodríguez recuerda que el guerrillero parecía un pordiosero. Estaba tirado en el piso y atado de pies y manos. Tenía la ropa roída y sucia. El pelo y la barba descuidada. Dos cadáveres le hacían compañía. No parecía el hombre arrogante que el mundo conoció. Puede leer: El pueblo de Bolivia que "ocultó" los restos del Che Guevara durante tres décadasEl Che no hablaba ni respondía a las preguntas que se le hacían. Rodríguez, quien representaba los intereses de Estados Unidos, debía mantener con vida al guerrillero y recopilar información. Tuvo que persuadirlo para hacer un interrogatorio poco convencional. “Me paro enfrente y le digo: Che Guevara, vengo a hablar contigo. Me mira y me dice a mí no se me interroga. Le respondo: comandante, yo no he venido a interrogarlo. Nuestras ideas son diferentes, pero yo a usted lo admiro. Usted fue un jefe de Estado, usted está aquí porque cree en sus ideales. Aunque para mí están equivocados. Yo solo he venido a conversar con usted”.Fue así como el guerrillero decidió hablar y pidió que le quitaran las amarras. El capitán Rodríguez accedió y, con ayuda de un soldado, lo sentaron en un banco de madera. Hablaron de muchos temas. Por ejemplo, de las personas que había fusilado en Cuba en nombre de la revolución y por qué estaba en Bolivia. "Por momentos yo no le prestaba atención. A mi mente venía la imagen de aquel Che Guevara que había conocido en películas visitando Moscú... sobre todo visitando la Unión Soviética. Aquel personaje con esos abrigos y arrogancia… Y verlo ahora destruído”, recordó en un documental para la televisión.
Foto: GettyImages/Tommaso Boddi La conversación fue interrumpida por la orden de fusilamiento. Rodríguez tenía hasta las dos de la tarde para interrogarlo. “Entré a la habitación y le dije: comandante, lo siento. Yo he tratado pero son órdenes del alto mando boliviano”. El Che entendió el mensaje sin dificultad. Se puso pálido como una hoja de papel. “Es mejor así, yo nunca debí haber caído preso vivo”. Se dieron la mano, se abrazaron y el Che le obsequió su emblemática pipa. También le pidió que le dijera a su esposa que se casara de nuevo y tratara de ser feliz. “Salí de la habitación. Le dije a un soldado boliviano que lo ejecutara y le tirara del cuello para abajo porque se suponía que había muerto en combate. A la una y diez escuché una ráfaga”. Anotó la hora en una libreta y su nombre pasó a ser parte de la historia. Puede leer: La personalidad de Fidel arrolló al Che GuevaraA sus 76 años, Rodríguez recuerda todos detalles de aquel día a la perfección. Conserva como si fuera un tesoro la última foto del Che Guevara. Y como si tuviera miedo, siempre tiene a su lado una pistola cargada. "Yo siempre tengo algo a mano, por si acaso", dijo en su más reciente entrevista a El País, de Madrid.