Claudia Sheinbaum, cuyas pasiones oscilan entre el cerebral mundo de la ciencia y el fuego de la política, optó definitivamente por aquella que podría convertirla en la primera presidenta de la historia de México.
Física de 61 años y de ascendencia europea, Sheinbaum fue proclamada candidata del oficialismo de izquierda —por el Movimiento Regeneración Nacional, Morena— tras vencer en un proceso de encuestas cuyos resultados fueron anunciados este miércoles.
La exalcaldesa disputará la presidencia con otra mujer, la senadora opositora de origen indígena Xóchitl Gálvez, un hecho inédito en este país azotado por una plaga de feminicidios y con larga tradición machista.
Desde el inicio de la campaña fue vista como la favorita del presidente Andrés Manuel López Obrador, por encima de su principal contrincante, el excanciller Marcelo Ebrard, pero el popular gobernante niega haber inclinado la balanza.
Ciencia y política. Ambos motores moldean la personalidad de Sheinbaum, quien fue líder estudiantil en los años 1980 y se consolidó como una de las más leales colaboradoras de López Obrador, primer presidente izquierdista de México.
“¡Es Cuarta Transformación y tiene rostro de mujer!”, exclama Sheinbaum en sus mitines de campaña, aludiendo al cambio “histórico” que el mandatario dice encabezar y ella busca continuar.
“Las niñas ven en mí un ejemplo”, dijo a la revista Gatopardo. “Ser la primera mujer presidenta sería histórico en nuestro país”, agregó.
Tras estudiar un doctorado y forjar una destacada carrera académica en México y Estados Unidos en los noventa, fue secretaria de Medio Ambiente cuando López Obrador gobernó Ciudad de México (2000-2005).
“Sheinbaum es probablemente la mayor aliada en la historia política de López Obrador, su incondicional”, sostiene el analista Pablo Majluf.
Fue su vocera en la carrera por la presidencia de 2006 y denunció enérgicamente el presunto fraude electoral contra el entonces candidato.
AMLO, como es conocido el mandatario por sus iniciales, la vinculó a su segundo lance presidencial en 2012, que perdió contra Enrique Peña Nieto, candidato del antiguo partido hegemónico PRI.
Sheinbaum, quien insiste en que se refieran a ella como “doctora”, saboreó la victoria recién en 2015 cuando fue elegida alcaldesa del municipio capitalino Tlalpan.
La polémica envolvió su mandato pues familiares de los 19 niños y siete adultos fallecidos en el colegio Rébsamen —colapsado en el sismo del 19 de septiembre de 2017— la acusaron de otorgar permisos irregulares de construcción.
Esto no impidió que en 2018 fuera la primera gobernante electa de Ciudad de México.
Quienes critican su poco carisma y modos acartonados, en un país adepto a líderes caudillistas, reconocen su capacidad de encarar técnicamente los retos de gobernar.
“Teniendo perfil científico (...) tiende a rodearse de gente que sabe diseñar políticas públicas”, apunta Majluf.
Expertos destacan su gestión contra el crimen organizado, problemática candente en México, que parece controlada en la capital. Entre enero y julio pasados, los delitos de homicidio, secuestro y robo cayeron 56 % frente al mismo lapso de 2019, según el gobierno.
Sin embargo, su jefe de Policía, Omar García Harfuch, resultó herido en 2020 tras un espectacular atentado del narcotráfico en el barrio más opulento de la capital, que dejó tres muertos.
Otro hito fue su labor durante la pandemia. Inicialmente aplaudida por el uso de tecnología, acabó descarrilada por las numerosas muertes —la mayor tasa del país— y el escándalo de la ivermectina, que su gobierno empleó sin aval de autoridades sanitarias.
Pero la crisis más sonada fue el derrumbe de una línea elevada del metro capitalino en mayo de 2021, que dejó 26 fallecidos y unos 80 heridos. Opositores criticaron su defensa de la entonces directora del metro y el acuerdo que alcanzó con una empresa del magnate Carlos Slim, que edificó la obra.
La compañía indemnizó a las víctimas, en una negociación que asumió personalmente López Obrador y que algunos damnificados rechazaron.
*Con información de AFP