SEMANA: Usted lanzó una alerta sobre lo que está sucediendo con el fallo de La Haya. ¿Qué está en juego?
Iván Duque: Durante más de diez años, la política del Estado colombiano ha sido no aplicar el fallo del año 2012. Este fallo solo puede aplicarse si Colombia firma un tratado con Nicaragua que luego debe ser ratificado por el Congreso. Entonces, es bastante particular que el Gobierno salga a anunciar que va a empezar un proceso de negociación con Nicaragua para ese fin. A mí me parece que eso sería ceder soberanía, pero adicionalmente ceder nuestra soberanía al peor sátrapa que tiene hoy Centroamérica.
SEMANA: ¿Qué fue lo que perdió exactamente Colombia en este fallo de 2012?
I.D.: Se trata de 70.000 kilómetros cuadrados de aguas territoriales. Negociar sobre este fallo va a traer repercusiones y detonar otros pleitos sobre espacios limítrofes con otros países de la región. Es decir, podemos perder mucho más.
SEMANA: El último fallo les había dado a los colombianos una percepción ganadora frente a Nicaragua. ¿Eso no era así?
I.D.: No. Esto no se puede ver como si fueran procesos aislados. Hay que recordar que son tres procesos. Está el fallo de 2012, cuando Colombia mantuvo la soberanía sobre San Andrés, Providencia y Santa Catalina, pero fue despojado de esos 70.000 kilómetros cuadrados de mar territorial. Después vino una demanda sobre violaciones de los derechos de los pescadores y sobre la inaplicabilidad del fallo. Y luego una demanda adicional sobre la plataforma continental extendida, en la que Nicaragua perdió frente a Colombia todas sus pretensiones. A eso se suma que Colombia ya salió de la competencia de la Corte Internacional de Justicia. No se entiende por qué comenzar una negociación con Nicaragua que nos despojaría de territorio. Es decir, estaríamos ante el primer Gobierno de Colombia en más de 100 años que termina cediendo soberanía sobre espacio territorial.
SEMANA: Más allá de la pérdida de territorio, ¿qué significa negociar con Daniel Ortega?
I.D.: Significa legitimar a un gobierno dictatorial que ha suprimido la libertad de prensa, que ha nacionalizado activos de la Cruz Roja, que ha cerrado universidades, que ha cerrado periódicos, que ha expulsado gente de su territorio y que, además, ha metido a la cárcel a muchos de sus contradictores sin pasar por un proceso judicial. Significa validar a una dictadura, darle oxígeno y darle importancia a quien hoy es visto por una gran parte del mundo como un paria.
SEMANA: ¿Cuál es el papel que hoy cumple el canciller Álvaro Leyva?
I.D.: Yo desconozco la agenda del canciller Leyva. Lo que creo es que estamos ante una situación muy delicada para Colombia. Nuestro país tiene hoy prácticamente fracturada la relación con el Perú por no reconocer un proceso legítimo que se ha dado tras el golpe de Estado que dio un presidente que salió así del ejercicio del poder. Quien entró a gobernar fue su vicepresidenta, legítimamente elegida, pero Colombia no ha reconocido a esa presidenta. Y ni hablar de lo que está pasando con Israel. Colombia está debilitando su posición en el mundo.
SEMANA: ¿Cómo explica usted la salida tan violenta del presidente Petro con Israel?
I.D.: Yo creo que en esa reacción hay una peligrosa combinación de arrogancia con ignorancia. ¿Por qué? Primero, Colombia siempre ha sido un amigo histórico de Israel, pero Colombia también ha sido un defensor de buscar una solución para los dos Estados. Nuestro país avaló el proceso derivado de los Acuerdos de Oslo en el año 93 y, de hecho, en el gobierno de mi antecesor Colombia reconoció al Estado palestino. Hay una diferencia muy grande entre el pueblo palestino y Hamás, un grupo extremista y terrorista que desde su carta de fundación ha pretendido erradicar la existencia de Israel. Y ha fijado como objetivo a todo el pueblo judío, donde quiera que se encuentre. Claramente, Hamás no representa al pueblo palestino. Está claro que para que haya paz entre ambos pueblos Hamás no debería existir. Al no rechazar un acto terrorista tan sanguinario, Colombia tomó una posición que es única y es situarse al lado del terrorismo. Ese será un error histórico que nos va a costar muchísimo.
SEMANA: Muchos han concluido que Colombia se ha alineado con países antidemocráticos y muy peligrosos, como Rusia o Irán. ¿Usted lo ve así?
I.D.: A mí no me sorprende. Muchos miembros del M-19, en su momento, recibieron asesoría y, por qué no decir, entrenamiento de grupos radicales, que terminaron germinando en lo que es hoy Hamás. Entonces, esas simpatías se conocen. En Estados Unidos y en buena parte de la comunidad internacional, Colombia se ve como un país que perdió la empatía con las víctimas de un acto terrorista y buscó una legitimación política de dicho ataque. Entonces, sí, en muchos lugares antes amigos de nuestro país, Colombia se ve como una especie de aliado de los ejes del mal a nivel global.
SEMANA: ¿Usted cree que las declaraciones de Petro han sido antisemitas?
I.D.: No solamente es una inmensa torpeza, sino que, además, es la revictimización de una comunidad a la que históricamente han tratado de exterminarla. Entonces, no solamente son expresiones antisemitas, son xenófobas, ignorantes y, sobre todo, con la arrogancia de no querer corregir. Son una muestra de la improvisación en la política exterior.
SEMANA: ¿Cómo ve el giro del Gobierno Biden con Nicolás Maduro?
I.D.: El Gobierno de Estados Unidos venía anunciando flexibilizar una de las acciones, esperando que se dieran pasos contundentes en favor de la democracia. Yo creo que ahí se actuó, de pronto, con muchísima velocidad y sin una contraprestación clara. ¿Por qué? Porque, si bien Estados Unidos ya ha anunciado que se van a flexibilizar o relajar muchas de las sanciones, lo cierto es que en Venezuela hoy no hay condiciones para unas elecciones legítimas.
SEMANA: ¿Qué destaca usted de la figura de María Corina Machado?
I.D.: María Corina es una mujer valerosa, atrevida, con coraje, preparada, con pasión, patriotismo. Representa el sentimiento de un país que no quiere más a la dictadura. Fue legitimada por el pueblo en las elecciones primarias para poder ser la voz de la resistencia democrática. Hace unos días, tras su victoria, salió el sacamicas de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, a decir que ella bajo ninguna circunstancia va a ser habilitada para un proceso democrático. Eso va a debilitar la flexibilización de Estados Unidos. Maduro quiere volver la habilitación de María Corina una concesión. Hay que saber también que unas elecciones con Maduro como candidato no solamente no son legítimas, no son creíbles, sino que adicionalmente las va a utilizar para perpetuarse en el poder.
SEMANA: ¿Qué significa para Colombia el triunfo de Daniel Noboa?
I.D.: Daniel Noboa representa la nueva generación de liderazgo. Es un político interesante, joven, con una gran formación técnica, que, además, ha logrado interpretar el sentimiento de la juventud. Su elección es un rechazo al correísmo, es un rechazo a la influencia del foro de Puebla y es también una esperanza de que llegue una nueva generación de políticos en ese país.
SEMANA: ¿Y a Milei cómo lo ve?
I.D.: Javier Milei es una respuesta a la debacle económica y social que se ha visto en Argentina. Encarna esa respuesta. Lo que es paradójico es que quien va a disputar la segunda vuelta sea el ministro de Hacienda, que ha visto como el país llega a más de un 100 por ciento de inflación y se quiera presentar como una alternativa de cambio. Creo que hoy el pueblo argentino tiene que ponerse la mano en el corazón y tomar una decisión. Y es si se mantiene la debacle o si se hace una transición hacia una propuesta que también entraña cierto camino de incertidumbre.
SEMANA: Por último, ¿cómo explica la debacle de Gabriel Boric en Chile?
I.D.: Son gobiernos que les venden a los ciudadanos soluciones inmediatas, casi mesiánicas, y resulta que gobernar implica tener que tomar decisiones muchas veces impopulares pero sensatas y que, además, son las que ayudan a resolver temas de mediano plazo. Se ven los contrastes, sobre todo, con un gobierno gerencial, técnico y efectivo como el de Sebastián Piñera, y eso hace que la ciudadanía hoy esté viendo como opción para la próxima elección presidencial al centro o al centroderecha del espectro político de Chile.