En marzo, el resto del mundo veía cómo Europa vivía una tragedia por cuenta del coronavirus. Entre tanto, América Latina tuvo de cierta forma unas semanas de ventaja en las que tener este escenario como referencia sirvió para tomar decisiones oportunas, al menos en la mayoría de los países. Con el paso de los días, sin embargo, el problema en la región se complica cada vez más. Hace un par de semanas, la Organización Mundial de la Salud advirtió que América Latina se había convertido en el cuarto epicentro de coronavirus, después de que China, Europa y Estados Unidos ostentaron ese título por varias semanas. Asimismo, existe una preocupación latente por las consecuencias de la crisis en los países latinoamericanos, en donde más del 30 por ciento de la población vive en la pobreza.
Las protestas se han vuelto usuales en Latinoamérica porque para millones de ciudadanos es imposible quedarse en casa. En Chile, centenares de personas salieron a manifestarse en contra del gobierno y reclamarle ayuda alimentaria. Foto: AP Las cifras son poco alentadoras en el ámbito mundial. El Fondo Monetario Internacional ya advirtió que la covid-19 provocará la peor recesión global desde la Gran Depresión de 1929. Pero varios expertos coinciden en que la situación en América Latina podría llegar a ser incluso peor que en otros lugares por su contexto socioeconómico. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la contracción económica podría llegar a ser del 5,3 por ciento en 2020. En cuanto a la desocupación, las cifras ya son preocupantes, pues en este tiempo se han perdido 31 millones de empleos, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). De igual modo, la Cepal prevé que la cifra de desempleo podría llegar a 11,5 por ciento este año, lo que representaría unos 11,5 millones de nuevos desocupados.
La pandemia ha puesto sobre la mesa el dilema de escoger entre la salud y la economía, y en Latinoamérica resulta ser un problema mayor. Apenas se empezaron a reportar los primeros casos positivos, los gobernantes tenían listo un plan de acción para proteger a sus países. Ninguno quería vivir en carne propia las escenas desgarradoras vistas en Italia, España y Francia, en donde los hospitales estaban desbordados, los médicos tenían que elegir a quién salvar y había tantos muertos que debían transportarlos en camiones para cremarlos.
En Ecuador uno de los mayores problemas es que el colapso de los hospitales ha provocado que miles de personas mueran en sus casas o en las calles. Foto: AP La gran mayoría impuso cuarentena obligatoria nacional días después de reportar los primeros casos. Era una medida necesaria que ayudaría a aplanar la curva de contagios para que no toda la población contrajera el virus al tiempo y, como consecuencia, los hospitales excedieran su límite. Pero el paso de las semanas evidenció que una cuarentena de largo aliento en la región no era sostenible. En Latinoamérica, el 54 por ciento de la población labora en el sector informal, según la OIT. Millones de personas en estos países deben salir a trabajar para conseguir el sustento del día. Por eso se volvió usual escuchar la frase “Prefiero morir de covid-19 que de hambre”.
Este escenario se convirtió en una bomba de tiempo. Perú, por ejemplo, pasó a ser en cuestión de días el segundo país con más contagios en la región después de Brasil. El presidente Martín Vizcarra fue incluso uno de los primeros en decretar cuarentena obligatoria nacional y la ha extendido cinco veces. La tasa de informalidad en este país es del 71 por ciento, una de las más altas de América Latina, lo que hizo prácticamente imposible que gran parte de su población permaneciera en casa. Asimismo, según cifras de la Encuesta Nacional de Hogares en Perú, cerca del 80 por ciento de las familias que viven en la pobreza no tienen nevera, lo que los obliga a salir varias veces a la semana para abastecerse. Aunque este es uno de los países que realiza la mayor cantidad de pruebas, preocupa el crecimiento exponencial de contagios con un sistema de salud que solo cuenta con 1.000 ucis. "Los gobernantes hacen su máximo esfuerzo por manejar la crisis, pero centenares de ciudadanos protestan en las calles, pues no pueden sobrevivir con una cuarentena de largo aliento".
En Perú algunas familias incluso entierran a más de un muerto por coronavirus en los cementerios. Foto: AP En el caso de Colombia, a pesar de que no registra la misma cantidad de muertes y contagios que Perú, es similar. El presidente Iván Duque también decretó cuarentena nacional obligatoria oportunamente. De hecho, se podría decir que hasta el momento funcionó para el principal objetivo: aplanar la curva de contagios y lograr aumentar la capacidad de las ucis. El Ministerio de Salud anunció que el país pasó de tener 5.345 ucis a 6.364 para atender la emergencia sanitaria. Sin embargo, desde el 27 de abril empezó una reapertura gradual de varios sectores económicos que con los días aumentó la cantidad de personas en las calles, para quienes era imposible continuar en casa. Desde esta fecha fue evidente un alza en el número de casos nuevos, y el Gobierno ya advirtió que el pico de contagios llegará en agosto.
En Colombia, como en la mayoría de los países de la región, la cuarentena es practicamente imposible de cumplir para los trabajadores informales que viven de lo que consiguen en el día. Foto: AP Brasil, por su parte, es el más golpeado por la pandemia en América Latina y el segundo en el mundo. Su caso, no obstante, difiere de los dos anteriores por el manejo errático que el presidente Jair Bolsonaro le dio a la crisis. El mandatario minimizó el virus desde sus inicios y no decretó cuarentena nacional, pues ponía en riesgo la economía. Varios gobernadores del país hicieron caso omiso del presidente y, a pesar de recibir insultos por ignorarlo, decidieron imponer estrictos confinamientos en sus estados. Además, en estos meses la cartera de la Salud ha sufrido varios golpes. El primero cuando el mandatario destituyó al ministro Luiz Henrique Mandetta, y luego cuando su sucesor, Nelson Teich, renunció antes de cumplir un mes en el cargo. El negacionismo de Bolsonaro sin duda llevó al país a uno de los peores escenarios en el que se acercan a 600.000 contagios y 34.000 muertes al cierre de esta edición. La mayoría de los hospitales ya excedieron su límite y es cada vez más usual ver imágenes de fosas comunes para enterrar miles de cuerpos.
Jair Bolsonaro - Presidente de Brasil En México, Andrés Manuel López Obrador también minimizó al comienzo la crisis y tardó mucho en tomar medidas drásticas. Nunca decretó oficialmente cuarentena obligatoria, sino que recomendó a los ciudadanos salir solo para lo necesario. Canceló clases, eventos masivos y cerró comercios no esenciales. El 1 de junio empezó una reapertura gradual, pues, según el mandatario, “Ha podido domar la pandemia”. Sin embargo, sobrepasó los 100.000 contagios, ubicándose en la tabla como uno de los países con más casos en la región. También hubo un brusco aumento de muertes. El 2 de junio reportaron 470 decesos y al día siguiente la cifra ascendió a 1.092. “Hicimos un ajuste en defunciones anteriores que no se habían registrado. Esos 1.000 no fueron de un solo día”, dijo Amlo. No obstante, el aumento de contagios es inminente.
Andrés Manuel López obrador - Presidente de México En Chile, el presidente Sebastián Piñera implementó ‘cuarentenas dinámicas’, que consisten en cerrar y abrir algunos sectores dependiendo de la evolución de los contagios. La estrategia, criticada por muchos y alabada por otros, parece no haber tenido tan buenos resultados. Algunos creen que esta medida nunca tuvo un seguimiento ni control estricto de las autoridades, además de ser bastante confusa. También señalan que priorizar la economía fue un error y por eso ahora el país es el tercero con más contagios en la región. Chile registró a mediados de mayo un repunte del 60 por ciento de casos nuevos, lo que obligó al presidente a imponer el 15 de mayo una estricta cuarentena para el estado de Santiago.
Cada vez son más las fosas comunes en Brasil para enterrar miles de cuerpos. En Uruguay, que registra solo 832 contagios, ya retomaron las clases, mientras que México bate récords en número de muertes. En Centroamérica, Nicaragua tiene preocupada a la comunidad internacional. El presidente Daniel Ortega ignora la gravedad del coronavirus y no ha visto la necesidad de imponer cuarentena. Los ciudadanos se han encargado de autoaislarse al ver su actitud. Duró varias semanas en las que solo reportaba menos de diez contagios y de repente subió a 25, una semana después a 254 y así empezaron a aumentar exponencialmente. A la fecha registra 1.118 casos en total y 46 muertes, pero expertos, como el Comité Científico Multidisciplinario de Nicaragua, afirman que las cifras oficiales son mucho menores que las reales, que pueden sobrepasar los 3.000 casos. Asimismo, nadie cree las cifras de Venezuela, donde, según el Gobierno, hay 2.087 casos y solo han muerto 20 personas.
Daniel Ortega - Presidente de Nicaragua La situación en América Latina no da tregua. Cada vez saldrán más personas a la calle, y, aunque la Organización Panamericana de la Salud advirtió que una reapertura demasiado rápida causaría un rebrote, esta reactivación en la región es inminente, incluso necesaria para millones de personas. La Cepal ya estima que la pobreza podría aumentar 4,4 puntos, lo que representa cerca de 215 millones de personas en esta situación y otros 83 millones en pobreza extrema. Mientras la mayoría de gobernantes tratan de hacer su máximo esfuerzo por manejar la crisis, centenares de ciudadanos protestan en las calles, pues es cada vez más difícil sobrevivir con una cuarentena de largo aliento.