Pfizer y BioNTech son dos nombres que gran parte de la humanidad recordará una vez se supere la pandemia del coronavirus. Junto a otras farmacéuticas, estas dos desarrollaron en tiempo récord vacunas capaces de contener el SARS-CoV-2.

Pero para llegar a los resultados actuales, ambos laboratorios tuvieron que pasar por varios “fracasos” y hasta recibir la ayuda de gobiernos locales con el fin de ajustar su producción y poder pasar a ser productores mundiales de las vacunas.

La vacuna de Pfizer está basada en una molécula llamada ARN mensajero (ARNm), que tiene instrucciones genéticas para producir una proteína, conocida como proteína spike, presente de forma natural en el SARS-CoV-2, el virus que causa la covid-19. La vacuna actúa “enseñándole” al cuerpo cómo defenderse de la enfermedad.

Y fue precisamente el ARNm uno de los primeros obstáculos en la producción, pues al comenzar a producir más biológicos durante los ensayos clínicos, se detectó que en una de las tinas finales de un ciclo de producción, el principal componente faltaba: la molécula de grasa que encierra el ARN mensajero.

“Nuestra primera prueba de ingeniería fue un fracaso absoluto”, dijo al Washington Post, Pat McEvoy, director senior de operaciones e ingeniería de Pfizer en la planta de Kalamazoo.

Pese a este obstáculo, que se presentó en septiembre de 2020, Pfizer y BioNTech continuaron sus esfuerzos en tener un biológico rápido para el virus que causó la pandemia. Y es así como, en la actualidad, son las farmacéuticas que mayor cantidad de dosis al día fabrican a nivel mundial, ganando la carrera a otras empresas de la salud como AstraZeneca, Moderna y Sinovac.

A este mismo medio Chaz Calitri, vicepresidente de operaciones de Pfizer para medicamentos inyectables en Estados Unidos y Europa, señaló que “el peso del mundo estaba sobre nosotros. Tenemos la capacidad de fabricación para una solución a la pandemia y sabíamos que no podíamos ir lo suficientemente rápido”.

El camino inició entre marzo y abril de 2020, cuando Pfizer y BioNTech decidieron unir esfuerzos para desarrollar una vacuna de ARNm junto a un socio de producción con la experiencia en ingeniería y distribución para fabricar vacunas a escala global.

Ante los inminentes resultados de efectividad en contra de la enfermedad, Pfizer se puso a la delantera en ser un aliado de las principales potencias mundiales para que reduzcan los contagios, las muertes y se reabran las economías.

Según las estimaciones del laboratorio, en 2021 se podrían producir alrededor de 3.000 millones de dosis de la vacuna, doblando la estimación inicial de 1.500 millones de dosis que se hacía en diciembre de 2020. Esta producción llevaría a Pfizer a vender un estimado de US$26.000 millones de dólares en un solo medicamento.

Esta farmacéutica estadounidense compró su mayor sede de producción de medicamentos (Kalamazoo) en 2003, construido en 1948 al sur de la ciudad. Allí cuenta con más de 2.800 empleados y en su mayoría fabrica medicamentos genéricos e ingredientes farmacéuticos a granel, desde inyecciones anticonceptivas hasta antiveneno para serpientes de coral.

Además, la ya conocida ultracongelación de las vacunas de Pfizer también fue un reto que la empresa pudo sortear a tiempo, pues al definir desde un principio el modelo de ARNm como el principal “ingrediente” de su biológico, sabía que necesitaría una amplia capacidad de almacenamiento.

Fue por esta razón que la farmacéutica pidió todos los congeladores especializados de Thermo Fisher y luego pidió que se fabricaran más, en miras a la distribución maratónica que debía hacerse de las vacunas por todo el mundo, sosteniendo una temperatura de -70 grados centígrados, es decir, una ultracongelación.

Incluso, según contaron algunos directivos, en el camino de acaparar y cumplir con la fabricación, la empresa adquirió ultracongeladores a Europa que no terminaron siendo parte de la cadena y por ahora están en las bodegas.