La pandemia cayó como un baldado de agua fría en los dirigentes alrededor del mundo. Cada uno ha manejado la crisis como cree más conveniente y para todos ha sido un proceso de ensayo y error. Por estos días, la mayoría de los Gobiernos trabajan de la mano con los científicos y expertos en salud. Asesorarse ha sido clave para orientar a la población y tomar las decisiones más acertadas. Pero, como en todo, hay contrastes, y mientras que unos lograron resultados extraordinarios con los epidemiólogos, otros que también siguieron esta corriente ahora enfrentan serias consecuencias. Nueva Zelanda y Suecia sirven de ejemplo. La primera acaba de declarar superada la pandemia, pero el país escandinavo ahora tiene una de las mayores tasas de mortalidad de Europa.

Eliminar en lugar de mitigar “Podemos afirmar con seguridad que, por el momento, hemos eliminado la transmisión del virus en Nueva Zelanda”, dijo entusiasmada la primera ministra de este país, Jacinda Ardern. Por primera vez desde el 28 de febrero, los neozelandeses están oficialmente libres de covid-19. “Hice un pequeño baile alrededor de mi sala cuando recibí la noticia”, admitió entre risas la mandataria. Y cómo no, si es el primer país que ha podido eliminar el virus, al menos por ahora.

El liderazgo de la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, fue clave para superar la crisis. Aunque es amable y empática, también es estricta. Nueva Zelanda no tiene contagios activos y han pasado más de 20 días desde que reportaron el último caso nuevo. Realizaron cerca de 40.000 pruebas en las últimas dos semanas, de las cuales ninguna resultó positiva y no han tenido hospitalizaciones por más de 15 días. Además, el último contagio por transmisión comunitaria tuvo lugar hace más de 40 días, y la persona terminó su cuarentena obligatoria hace más de 20 días. ¿Cómo lo lograron?

“Buena ciencia y buen liderazgo, que resultó en una acción decisiva para contener y eliminar la covid-19 en Nueva Zelanda”, le dijo Michael Baker, profesor en salud pública de la Universidad de Otago, a SEMANA. Para el experto, esa frase resume el éxito de su país, que se basó en eliminar y no en mitigar el virus. “La eliminación se define como la ausencia de una enfermedad en el ámbito nacional o regional, mientras que la erradicación se refiere a su extinción global, como con la viruela”, le explicaron Baker y Nick Wilson al diario The Guardian. Con la mitigación –lo que muchos de los países han aplicado–, los Gobiernos incrementan las medidas conforme el virus avanza. Pero cuando el objetivo es eliminarlo, toman decisiones pronta y estrictamente para detener los contagios lo antes posible, no para reducirlos. Tener clara la estrategia desde el comienzo ayudó a alcanzar el objetivo. El 26 de marzo, cuando Nueva Zelanda apenas tenía poco más de 100 casos positivos y cero muertes, la primera ministra impuso una estricta cuarentena que duró un mes. Además, todas las personas que llegaban al país debían cumplir un aislamiento obligatorio de 14 días.

Nueva Zelanda impuso una rigurosa y temprana cuarentena cuando apenas reportaba algunos casos. Ahora el país eliminó el virus y ya no es necesario el distanciamiento físico. También implementó un sistema de alertas que le informa a la población la situación del virus en el país. La alerta cuatro (cuarentena), que tuvo lugar en marzo, advertía que la pandemia no estaba controlada. La tres (restricción), cuando terminó la cuarentena, aún tenía estrictas medidas de distanciamiento físico, pues el virus seguía presente. En la dos (reducción) ya estaba contenido, pero aún había riesgo de transmisión. Y ahora, la alerta uno (preparación) anunciada la semana pasada indica que el virus está controlado y no hay restricciones de distanciamiento, el transporte doméstico está permitido; aumentaron el testeo y las personas deben mantener un registro de sus movimientos.

Muchos le atribuyen el éxito a Jacinda Ardern, quien, con solo 37 años, se ha caracterizado por ser una de las mejores líderes del mundo. Con su lema “Sé fuerte, sé amable”, ha logrado conducir satisfactoriamente al país en esta crisis. Aunque es muy carismática y empática, también es estricta. La inmunidad colectiva La aproximación sueca, por el contrario, parece no haber dado buenos resultados. Su caso llama la atención porque, a diferencia de otros que han ignorado a la comunidad científica, Suecia sí siguió los consejos de los expertos. Pero al parecer no fueron los mejores. El epidemiólogo de cabecera Anders Tegnell se encargó de construir junto con el primer ministro, Stefan Löfven, una estrategia basada en la inmunidad colectiva. Esto quiere decir que una población no se contagia de cierta enfermedad cuando más del 70 por ciento está vacunada o ya se ha recuperado del virus.

Stefan Löfven, primer ministro sueco, reconoció que el número de muertes en su país es muy elevado. Pero insiste en defender su estrategia.  El país escandinavo nunca impuso cuarentena, solo canceló eventos de más de 50 personas, dejó abiertos los comercios no esenciales –como tiendas, restaurantes o gimnasios– y únicamente suspendió clases presenciales para mayores de 16 años. El Gobierno ni siquiera obligó a los más vulnerables o mayores a quedarse en casa. Simplemente, les recomendó salir para lo necesario.

Al comienzo, parecía ser un modelo prometedor y varios esperaban con ansias los resultados para replicarlo. Pero todo indica que el experimento falló. Con el paso de los días, Suecia alcanzó una de las tasas de mortalidad más altas de Europa: 470 por millón de habitantes, por encima de sus vecinas Noruega, Finlandia y Dinamarca, que registran 45, 58 y 100, respectivamente. Incluso sobrepasó la de Francia (437), uno de los países más golpeados por la pandemia, y a Holanda (350). A Suecia solo la superan Bélgica, Reino Unido, España e Italia. Durante siete días y hasta el 2 de junio, llegó a tener la tasa de mortalidad por millón de habitantes en un día más alta del mundo: 5,29. Una de las razones es que no protegieron los hogares de adultos mayores, en donde se registran la mayor cantidad de muertes. Annika Linde, la anterior epidemióloga del Gobierno, criticó la estrategia y explicó que nunca hubo un plan de acción en ese sentido.

Suecia nunca decretó cuarentena y dejó abiertos comercios no esenciales, como restaurantes, tiendas y gimnasios.  “Suecia hizo tres suposiciones: que podrían proteger a sus poblaciones más vulnerables; que lograrían la inmunidad colectiva y que sus controles serían mucho mejor para la economía”, le explicó Baker a SEMANA. La última suposición, sin embargo, tampoco resultó porque, aunque no cerraron, la economía también se fue al piso. El desalentador panorama no ha hecho que el primer ministro reevalúe su estrategia. “Ha habido demasiados fallecidos en residencias de ancianos y debimos haber hecho más test. Pero la estrategia fue la correcta”, dijo Löfven recientemente. El epidemiólogo Tegnell, por el contrario, sí aceptó las fallas y cree que debieron tomar otras medidas al comienzo de la pandemia. Pero su arrepentimiento no mejorará las cosas en Suecia, que va en camino a los 50.000 casos en total, y este experimento evidenció que con el coronavirus puede ser mejor prevenir que lamentar.