La votación del domingo en Chile sonó como una severa advertencia para el presidente Gabriel Boric, joven abanderado de la renovación progresista en América Latina, pero no alteró de momento la relación de fuerzas en el Parlamento chileno, que sigue dominado por la derecha e izquierda tradicionales.

Le entregó, sin embargo, al ultraconservador Partido Republicano la posibilidad de escribir prácticamente a su voluntad la nueva Carta Magna.

Con 23 de los 51 escaños del Consejo Constituyente, puede vetar cualquier normativa, y si suma pocos votos de la derecha tradicional tiene también la posibilidad de rechazar las leyes aprobadas previamente por el Consejo de Expertos.

Los resultados de las elecciones de 7 de mayo implicaron un duro revés para el presidente Gabriel Boric, aquí cuando votaba en los recientes comicios. | Foto: AFP or licensors

Desde 2019, Chile está empeñado en reemplazar la constitución legada de la dictadura de Augusto Pinochet, entre 1973-1990, un proceso de reescritura que incluye un primer intento fallido y al que los republicanos se han opuesto siempre.

Contrarios al aborto, con un discurso antiinmigrantes y centrado en la seguridad pública, los republicanos lograron solo en cuatro años convertirse en el partido político más votado desde el retorno a la democracia.

José Antonio Kast fue creciendo desde octubre, cuando pasó a encabezar las preferencias presidenciales de cara a las elecciones de 2025. El sondeo de la encuestadora Cadem le otorgó la semana pasada un 20 por ciento de adhesión, seguido de la alcaldesa derechista Evelyn Matthei. Boric, de 37 años, no puede buscar reelección inmediata.

Seguidores de la extrema derecha salieron a las calles a celebrar el triunfo en las elecciones del domingo 7 de mayo. | Foto: AFP or licensors

Kast fundó el partido en junio de 2019, tras renunciar a la también muy conservadora Unión Demócrata Independiente (UDI) y colocarse como alternativa a la derecha tradicional. “Dejamos de transmitir las ideas que defendíamos”, dijo en su carta de renuncia.

Después de años convulsos por las protestas sociales que estallaron en octubre de 2019, la pandemia, un declive económico y una crisis de seguridad pública y de migración irregular, las ideas de “orden y seguridad” de los republicanos han logrado convencer a gran parte de la sociedad chilena.

“Es un partido de ultraderecha con un proyecto de restauración cultural, que cuestiona fuertemente la dirección que tomó la derecha tradicional de aproximarse a posiciones de centro e incluso tomar algunas ideas de la centro izquierda”, explica el politólogo de la Universidad de Santiago, Marcelo Mella.

Los republicanos declaran creer en Dios sin adherir a ninguna doctrina religiosa y promueven “la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer”.

Nostálgicos de Pinochet, califican de “pronunciamiento” al Golpe de Estado que lideró en contra del socialista Salador Allende y cuando hablan de su dictadura lo hacen como “gobierno militar”.

“Las derechas radicales a menudo se caracterizan por aceptar las reglas de la democracia, pero socavan ciertos principios de ella”, explica Stéphanie Alenda, directora de investigación de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello, antes de agregar que tienen, a su vez, la capacidad “de moderar cierto discurso”,

En América Latina comparten el ultraconservadurismo en materia de valores con el exmandatario brasileño Jair Bolsonaro y el salvadoreño Nayib Bukele. Kast es aún más liberal en lo económico y comparte con el estadounidense Donald Trump la dimensión patriótica, de defensa de los símbolos nacionales y fronteras bajo control.

En Chile, este movimiento surgió como espejo de la radicalización de la izquierda, en un contexto de hastío y descontento social y una mirada muy crítica a la incapacidad de la política tradicional de entregar soluciones, según Alenda.

El 7 de mayo, los chilenos acudieron a las urnas para elegir a los 50 miembros del Consejo Constitucional, que redactará la nueva Carta Magna del país. | Foto: AFP or licensors

En su vida política Kast, de 57 años, muy pocas veces pierde la compostura y mantiene siempre una sonrisa pese a las críticas o los ataques que recibe.

“Dicen que soy extremo, pero ¿extremo en qué?”, se preguntó en la última campaña presidencial que perdió frente al joven izquierdista Gabriel Boric.

“No tiene la estridencia de un (Javier) Milei o de Bolsonaro. Está muy alejado de esta estridencia en términos de sicología personal”, dice Eugenio Guzmán, decano de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo.

Abogado egresado de la Universidad Católica, está casado hace más de tres décadas con María Pía Adriasola, con quien comparte profesión y tiene nueve hijos.

“Es un liderazgo de ultraderecha que nace de una sensibilidad culturalmente restauradora pero que con el paso del tiempo ha ido dando muestras de un pragmatismo muy fuerte”, sostiene Marcelo Mella.

Desde abril de 2022, preside la Political Network for Values (PNFV), una red internacional contra el aborto, donde sucedió a Katalin Novak, presidenta de Hungría.

*Con información de AFP