Salvo un intermezzo de seis meses como ministro de Finanzas, Rodrigo Chaves es prácticamente un desconocido en la política de su país natal, Costa Rica, a donde apenas regresó en 2019. Pero con una campaña agresiva de tintes populistas y antisistema, el economista del Banco Mundial logró en pocos meses catapultarse a la Presidencia de la República.

Chaves “derrotó al Partido de Liberación Nacional, el partido más tradicional que simboliza la esencia del sistema político costarricense desde finales de los años 40″, subraya el politólogo Sergio Araya en conversación con DW. Para el profesor de la Universidad de Costa Rica, la victoria fulminante de Chaves es un reto para la democracia y un llamado de atención para un sistema político en crisis.

El apoyo a la democracia en Costa Rica ya se venía erosionando como reflejan las encuestas anuales de Latinobarómetro. Pero la pandemia parece haberle dado otro empujón. La economía, que depende mucho del turismo, experimentó en 2020 la mayor caída en cuatro décadas. La inflación en los precios de alimentos y del combustible afecta los bolsillos de los más pobres, cuyo número ha ido aumentando de 20 por ciento en 2017, a 23 por ciento en 2021. De esa manera, la pandemia sacudió a la clase media y despertó temores de descenso social y rencores contra la élite.

Partidos desprestigiados sucumben ante discurso populista

El mayor símbolo de esa crisis de los partidos es probablemente la clara derrota del Partido de Acción Ciudadana (PAC), que luego de dos presidencias seguidas no logró colocar ningún diputado y cuyo candidato presidencial alcanzó apenas el 1 por ciento de los votos. “Diferentes estudios de opinión han colocado a los partidos entre las instituciones más desprestigiadas”, comenta Araya. “Hoy, el partido más grande en todos los estudios es el de los que dicen no tener partido político”.

Rodrigo Chaves, presidente electo de Costa Rica (Photo by Arnoldo Robert/Getty Images) | Foto: 2022 Getty Images

Es una señal de alarma en un país que se tilda de “Suiza de Centroamérica”, un oasis de tranquilidad en una región convulsionada por el narcotráfico, el autoritarismo y las olas migratorias. Costa Rica abolió el Ejército en 1948 y es desde entonces la democracia más consolidada de Centroamérica.

Según Araya, Chaves fue muy hábil en movilizar a un segmento de la población que se siente excluido. “Habló de la lucha contra las elites enquistadas. Es el discurso propio de un populista”, explica Araya, quien es además coordinador de Proyectos en Costa Rica de la Fundación Konrad Adenauer.

Resultado devastador para mujeres y medio ambiente

En entrevista con DW, Montserrat Sagot, habla de “un resultado devastador para las mujeres y para todos los sectores que se identifican como progresistas.” En opinión de la socióloga de la Universidad de Costa Rica, Chaves “es un populista autoritario de derecha y misógino.” Sagot se refiere a un proceso de investigación interna del Banco Mundial luego de denuncias de acoso sexual de dos empleadas.

La profesora universitaria tampoco espera que Chaves contribuya a fomentar el liderazgo ambiental que Costa Rica ha logrado a nivel internacional en las últimas décadas. “Tiene una agenda muy vaga, pero para él, el medioambiente es un recurso para la apropiación, para ser usado, no para ser protegido”, critica. “Estaríamos de suerte si no retrocedemos”.

Un estilo confrontativo

En 2019, luego de que el Banco Mundial reprendió a Chaves por las denuncias de las empleadas, regresó a su país natal para incorporarse al gobierno del presidente Carlos Alvarado como ministro de Finanzas, cargo en el que duró apenas seis meses.

Salió del Gobierno a raíz de varios conflictos con el resto del gabinete. Propuso, por ejemplo, gravar los salarios más altos y se opuso a una reforma que excluía a las municipalidades de una medida de contención del gasto en plena pandemia. Chaves trabajó durante muchos años en Asia y fue becado por la Universidad de Harvard para estudiar temas de pobreza en ese continente.

Sin embargo, según sus detractores, no conoce bien a su país natal, el cual dejó hace más de tres décadas. “Demostró que no conoce las leyes y la institucionalidad de Costa Rica y que no tiene mucho apego a los preceptos institucionales”, critica Sagot, refiriéndose a varios anuncios de someter sus iniciativas a referéndum si la Asamblea, donde apenas controla 10 de los 57 diputados, le pone trabas. Si bien la Constitución permite plebiscitos, también los limita y regula mucho.

Fe en las instituciones

Ambos analistas confían, sin embargo, en que las sólidas instituciones democráticas lograrán contener las aspiraciones más autoritarias y populistas de Chaves. “Tenemos la esperanza que la institucionalidad va a aguantar, pero no por voluntad de él”, dice Sagot. Sin embargo, aún así no hay que cantar victoria, dice Araya. “Si falla en la concreción de ese cambio aspirado por los sectores que se sienten excluidos, no se puede descartar que esa frustración pueda encontrar otras vías.” Expresiones como un mayor abstencionismo o una mayor conflictividad social podrían ser el resultado, advierte.