En unos comicios fuera de lo común, Corea del Sur eligió al mandatario que liderará su país en medio de un contexto internacional de alta tensión. Después de que la presidenta Park Geun-hye fue destituida por un ruidoso escándalo de corrupción que salpicó a gigantes conglomerados empresariales y a la elite política surcoreana, las elecciones extraordinarias le dieron el triunfo al liberal Moon Jae-in, quien obtuvo el 41,4 por ciento de los votos con una ventaja de casi 20 puntos sobre el conservador Hong Joon-pyo. Su victoria tendrá implicaciones determinantes a nivel geopolítico, pues muchos consideran que el nuevo mandatario no seguirá la línea de sus antecesores en materia de política exterior y buscará una mayor independencia frente a los lineamientos de la Casa Blanca.Sugerimos: Corea del Norte y EE.UU.: la amenaza ahora es nuclearEn efecto, la diferencia más notoria con su antecesora será el cambio de la estrategia para lidiar con la amenaza nuclear de Corea del Norte, cuyos avances no han frenado a pesar del aislamiento del régimen de Kim Jong-un. Es que mientras Park cooperó incondicionalmente con Washington y cerró todas las vías de comunicación con el gobierno de Kim, Moon afirmó que no descarta reunirse con el autoritario líder norcoreano si se dan “las circunstancias apropiadas”, y se ha mostrado más proclive a reanudar diálogos para disipar la tensión creciente con su vecino del norte. A esta moderación le han llovido críticas, pues muchos consideran que Pyongyang puede aprovecharse del reblandecimiento del nuevo presidente surcoreano para hacer de las suyas, en un momento en el que Kim Jong-un prepara su sexta prueba nuclear en menos de una década. Sin embargo, aunque el cambio de tono del mandatario es evidente, es poco probable que Moon afloje las sanciones económicas impuestas contra Corea del Norte. Aún más, combinar firmeza en el ámbito militar y económico con una disposición al diálogo puede ser una fórmula apropiada para evitar una confrontación bélica que resultaría catastrófica para los países implicados.Así, quizá los mayores retos de Moon sean mejorar las relaciones con China, pieza clave para aplacar a Kim, y afianzar la alianza histórica de su país con Estados Unidos. Ambas tareas pasan por resolver el asunto del sistema antimisiles que esta nación desplegó en territorio surcoreano, al que Moon se opuso cuando era candidato y al que considera desmantelar. El sistema Thaad, como se le conoce por sus siglas en inglés, también encendió las alarmas en China, pues el presidente Xi Jinping teme que una mayor presencia de Estados Unidos cerca de sus fronteras ponga en duda su hegemonía en la región. Por su parte, el presidente Donald Trump hizo poco para apaciguar los ánimos en Seúl y Beijing, pues causó revuelo al afirmar que Corea del Sur debía pagar 1.000 millones de dólares para financiar el sistema antimisiles.Recomendamos:Pence advierte a Corea del Norte que se acabó la "era de la paciencia estratégica"Con todo, los expertos consideran que ante un enemigo común de semejante peso, Moon y los países de la región estarán dispuestos a ceder para mantener el equilibrio. Tal como le dijo a SEMANA Hannes Mosler, profesor del Centro de Estudios Coreanos de la Universidad Libre de Berlín, “puede que con el mandato de Moon Corea del Sur asuma un rol más autónomo y soberano en la alianza con Estados Unidos, pero eso no presenta ningún obstáculo para los intereses estadounidenses en la región, (...) Si Trump es capaz de aceptar un papel más activo de Corea del Sur, la alianza entre ambos países podrá fortalecerse”. Y si bien Trump es conocido por ser impredecible, en un momento de incertidumbre en el que la carrera armamentística de Corea del Norte no desacelera, la solidez de las alianzas para contener el riesgo atómico no debe flaquear. n