Mientras gran parte del mundo seguía luchando contra el coronavirus, China daba por ganada la batalla. El gigante asiático se había convertido en observador de la tragedia luego de vivirla en carne propia mucho antes que el resto del mundo. A tiempo que Europa empezaba a padecer el virus en marzo, China anunciaba el inicio de una reapertura gradual en todo su territorio luego de estar casi 80 días en varias cuarentenas estrictas. Ese país ya vivía una vida prácticamente normal y tranquila, ‘libre’ del virus. Pero la semana pasada un rebrote en Beijing alertó a las autoridades y de paso al mundo entero.

Tal como pasó en Wuhan, donde apareció el virus por primera vez en diciembre de 2019, las autoridades anunciaron que este rebrote provenía de un mercado al por mayor de la capital. Se trata de Xinfadi, uno de los complejos más grandes e importantes, que vende cerca del 80 por ciento de frutas y verduras de Beijing. Las autoridades catalogaron este brote como el más grave del país desde febrero y, por supuesto, el peor de la capital china, que llevaba 57 días sin contagios locales. Todo empezó el jueves 11 de junio cuando un hombre se hizo la prueba porque había tenido los síntomas a pesar de no haber viajado en las últimas semanas o estado con alguien positivo. Una semana después la ciudad sumaba 150 contagios nuevos, lo que obligó a la alcaldía a empezar una “carrera contrarreloj para frenar un brote extremadamente grave”, como afirmó el portavoz de la capital.

Algunos creen que el virus se encontraba en las tablas de cortar salmón del mercado Xinfadi, lo que ha llevado a pensar que el virus llegó con este pescado. No han confirmado ni descartado la teoría. Desde esa fecha han examinado a cerca de 3,5 millones de personas en Beijing, una ciudad con 22 millones de habitantes, para aislar de inmediato a los portadores del virus y evitar que el rebrote se salga de control. También cancelaron más de 1.000 vuelos desde y hacia China, suspendieron clases presenciales, limitaron el flujo de gente en parques, transporte público, librerías o museos y cerraron barrios enteros.

La rápida respuesta de las autoridades ante el rebrote les permitió controlarlo. El jueves, el jefe de epidemiología de China confirmó que todo estaba bajo control y que con las medidas tomadas y el testeo masivo lograrían frenar los contagios. Estos nuevos casos en China, sin embargo, envían un mensaje claro el mundo: el virus sigue presente y todo parece indicar que pasará un buen tiempo antes de que desaparezca. El panorama preocupa, pues no solo China ha registrado rebrotes. Por ejemplo Corea del Sur tuvo un centenar de nuevos casos luego de empezar su reapertura. Nueva Zelanda, que se había declarado el primer país en eliminar el virus hace solo dos semanas, también reportó dos nuevos casos provenientes de Reino Unido. Y en Alemania, en la región de Renania del Norte-Westfalia, una fábrica cárnica reportó 657 trabajadores contagiados. La empresa de carne Tönnies, la más grande del país, cerró sus puertas y en la región cancelaron clases, aunque no descartan tomar medidas más severas en los próximos días.

El caso de China solo demuestra que los países no pueden bajar la guardia, especialmente al empezar una reapertura cuando la curva de contagios disminuye. Las cifras demuestran que los casos de covid-19 van en ascenso, incluso la semana pasada se reportaron 166.000 casos nuevos en el mundo, una cifra récord hasta el momento. Además, 77 países han registrado un alza en el número de contagios y 43 han reportado una disminución. Al parecer esto apenas comienza.