Mientras algunos mandatarios que en un principio negaban la gravedad del coronavirus han cambiado su discurso, a estas alturas Jair Bolsonaro sigue empeñado en afirmar que es un “resfriado común” e insiste en que la cuarentena no es necesaria. Ante el cuestionable manejo que Bolsonaro le ha dado a la crisis sanitaria en su país, varios gobernadores y alcaldes han tenido que hacerle frente por su cuenta. Muchos han decretado medidas de aislamiento social y confinamiento para proteger a la población y tratar de disminuir la propagación del virus, mientras que el presidente parece no estar interesado en hacerlo. Incluso, varios grupos indígenas del país se han autoaislado de manera voluntaria para protegerse del virus. Por otro lado, algunas bandas narcotraficantes en las favelas de Río de Janeiro han impuesto toques de queda para obligar a los habitantes a permanecer en casa y evitar un contagio masivo en estas zonas, las más vulnerables de la ciudad. 

A raíz de ello, este domingo Bolsonaro acompañó una marcha en Brasilia, la capital del país, en la cual centenares de personas simpatizantes de su Gobierno exigían el fin de la cuarentena.  Muchos otros también pedían a gritos una intervención militar, algo así como un golpe de estado, para cerrar el Congreso y la Corte Suprema, pues ambos entes han promovido la cuarentena como una medida necesaria para prevenir el coronavirus, a pesar de recibir constantes críticas de Bolsonaro. El mandatario participó en la protesta sin cumplir las recomendaciones básicas como usar tapabocas o mantener la distancia. Además, niños y adultos mayores también asistieron a la movilización sin ningún tipo de protección. “No queremos negociar con nadie”, gritaba en medio de los manifestantes que protestaban pidiendo “una intervención militar con Bolsonaro ¡Ya!”. En São Paulo, la ciudad con más contagios del país, han tenido que cavar fosas comunes en el cementerio más grande de la nación para poder enterrar a los muertos por coronavirus. A pesar de este panorama, centenares de personas también salieron a las calles manifestándose en contra de las medidas de confinamiento decretadas por el gobernador Paulo João Doria, fuerte opositor de Bolsonaro. No siendo suficiente, el presidente despidió la semana pasada a su ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, pues defendía la cuarentena como una medida necesaria para combatir la covid-19, al menos en las principales ciudades. El exministro publicó un mensaje en su cuenta de Twitter en donde anunciaba la noticia. "Acabo de escuchar del presidente Jair Bolsonaro el aviso de mi renuncia al Ministerio de Salud. Quiero agradecer la oportunidad que se me dio, para ser el gerente de nuestro SUS, para establecer el proyecto para mejorar la salud de los brasileños (...)".

“Paralizar la economía es peor que el propio virus” En reiteradas ocasiones, el mandatario brasileño ha expuesto que no hay que temerle al virus y que este no puede paralizar la actividad económica pues tendría peores consecuencias que la misma enfermedad.

De hecho, este lunes dijo que espera que las medidas de aislamiento social decretadas por algunos gobernadores terminen a lo largo de esta semana. Esto, a pesar de que expertos aseguran que la pandemia hasta ahora está empezando en el país y que el pico de contagios estaría entre mayo y junio. 

Jair Bolsonaro en la presentación de su nuevo ministro de Salud, Nelson Teich, con quien en lugar de mantener las distancias recomendadas, se está abrazando. Foto: AP “Ya sabemos que el 70 por ciento de la población se va a contagiar, entonces no tiene sentido huir de ello. Tenemos que cuidar a los adultos mayores y a los niños, pero el resto debe salir, con las medidas pertinentes, pero debe salir a trabajar. No pueden permanecer en casa con la nevera vacía”, aseguró el mandatario.  A la fecha, Brasil es el país con más contagios en Latinoamérica y está a punto de entrar en la lista de los 10 países más afectados por la pandemia a nivel mundial. Suma más de 40.500 casos en total y registra 2.800 fallecidos.  Sin embargo, la insuficiencia de pruebas en el país ha hecho mucho más complicado saber a ciencia cierta cuántas personas están contagiadas en Brasil. Varios analistas estiman que el número de casos en realidad podría ser hasta 15 veces más de lo que las cifras oficiales exponen. Para Bolsonaro, la principal razón por la cual no ha impuesto cuarentena, ni lo hará al menos por el momento, es porque la economía no debe paralizarse, y el nuevo ministro de Salud parece estar más alineado con sus ideales. 

Nelson Teich, quien ocupará de ahora en adelante este ministerio, es un oncólogo, empresario del sector médico y asesor de Bolsonaro durante su campaña. En su presentación ante los medios de comunicación, Teich afirmó que “la salud y la economía no pueden discutirse independientemente”. No obstante, sus palabras llamaron la atención, pues en sus redes sociales el nuevo ministro de Salud ha defendido y destacado los beneficios del “aislamiento horizontal” —o cuarentena, en otras palabras— para evitar el colapso hospitalario y tener tiempo suficiente para estudiar la covid-19. Además, reconoce la efectividad de las pruebas masivas, altamente recomendadas por la OMS, organismo que Bolsonaro ha ignorado a lo largo de estas semanas.  Tanto la comunidad internacional como varios analistas han criticado abiertamente la posición de Bolsonaro y su irresponsabilidad en el manejo de la pandemia. A propósito de su aparición en la marcha del domingo, varios políticos se pronunciaron en su contra a través de las redes sociales.  Uno de ellos fue el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien no escondió su descontento frente a la gestión del presidente: “La misma Constitución que permite que un presidente sea elegido democráticamente tiene mecanismos para evitar que conduzca al país a la destrucción de la democracia y al genocidio de la población”, escribió.

Es claro que la situación para la mayoría de los países en la región es muy complicada, teniendo en cuenta que la mayoría de los ciudadanos son vendedores informales o viven del día a día, y el caso de Brasil no es la excepción.  La actitud arrogante e irreverente del presidente de ultraderecha podría desencadenar una tragedia en este país. La falta de coordinación con los gobernantes, en lugar de ayudar entorpece más las cosas y hace imposible llegar a una solución. Sus invitaciones impulsivas en las que motiva a salir a las calles y prácticamente ignorar el virus o tratarlo como una simple gripa son un acto de irresponsabilidad absoluta, teniendo en cuenta las cifras actuales y las proyecciones del virus en Brasil.