El mundo entero enfrentará la peor crisis económica de su historia debido a la pandemia de COVID-19, incluso más grave que la que dejaron hechos históricos como la Gran Depresión en 1929 y la crisis financiera global de 2008. Así lo advirtieron el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) este mes. El FMI proyecta que la economía mundial sufrirá una brusca contracción de -3 por ciento para 2020, mientras que la CEPAL asegura que la región sufrirá una recesión de entre -5,3 y -5 por ciento. Según varios políticos y organismos internacionales, este escenario, sumado a la actual crisis climática y las evidentes fallas en el sistema de salud, entre otros, podría dar lugar a un nuevo modelo económico mundial. ¿Es esto posible?
El decano de la facultad de Economía de la Universidad Externado de Colombia, Julián Arévalo, explica a la Agencia Anadolu que esto sería posible por un proceso que venía acelerándose desde hace ya varios años por la posición actual de Estados Unidos y China, tras “ver una China cada vez más fuerte, con una economía muy dinámica, unos procesos de control de su población, pero también de incidencia en la economía de otros países, por un lado, y un EEUU que pierde cada vez más liderazgo, que se hace al margen de las grandes discusiones internacionales y que actúa contra instancias multilaterales”. Para el académico, esa pérdida de liderazgo y la forma como se ha manejado la crisis en Estados Unidos simplemente aceleran esas dinámicas, en beneficio “de algunos otros países, en particular en Asia, donde la respuesta ha sido bastante diferente”. Su propuesta de modelo se basa justamente en las lecciones que deja esta pandemia, como por ejemplo, tener Estados de bienestar fuertes con capacidad de atender situaciones delicadas en materia de salud, repensar la forma como se han diseñado los sistemas de salud de diferentes países y la forma como atienden a las poblaciones vulnerables.
Otra lección es la necesidad de una sociedad en la que todos los actores contribuyan a solucionar las dificultades que se presenten ante las crisis, como contribuir “de manera más importante a la reactivación económica” de los países, o a nivel global, “recordar la importancia de la cooperación entre diferentes países y las instituciones multilaterales”, a propósito del “avance acelerado de la búsqueda del interés nacional de diferentes países en detrimento de esas instancias de cooperación”. “Cómo puede el sector financiero, que se ha visto beneficiado durante las últimas décadas, contribuir a mejorar la situación de algunas empresas que están pasando por aprietos, despidiendo trabajadores y demás”, expresa el experto. Las condiciones para un cambio están dadas Arévalo asegura que la actual crisis demuestra que “hay problemas que están muy lejos de poderse resolver con acciones unilaterales y que es necesaria la cooperación, el diálogo o el entendimiento, ya sea para enfrentar una situación como la actual, pero también para temas como la migración, el crimen transfronterizo, el comercio internacional, entre muchos otros”. El experto señala el unilateralismo que promueve el presidente de EEUU, Donald Trump, como “indeseable e insuficiente” para los desafíos actuales.
Anna Uribe Escalante, licenciada en Relaciones Internacionales, investigadora, docente y doctoranda de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) opina igual y confirma que las condiciones para un cambio de modelo están dadas. Para la analista, las crisis “política, económica, ambiental, ético-moral, urbano-industrial y migratoria que atraviesa la humanidad explica que el sistema económico actual dominante, el capitalismo neoliberal, no funciona”. “Necesitamos y se demanda por supuesto el cambio a otro tipo de economía mundial, porque si no, evidentemente está en riesgo nuestra supervivencia”, añadió. Uribe indica que dicho modelo debería ser de “economías alternativas comunitarias, no individualista, y de movimientos sociales que se involucren con instancias supranacionales con injerencia real en la toma de decisiones”. La interdependencia y acuerdos comerciales, ¿un obstáculo? Ayax Díaz Noriega, administrador de empresas con especialidad en Negocios Internacionales del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y empresario, afirma que un cambio de modelo es muy complicado debido a la interdependencia que se ha fortalecido en las últimas décadas y a los tratados económicos que se han suscrito en todo el mundo. “Las cadenas productivas se encuentran completamente conectadas, no solo en el mercado interno sino a nivel externo (...). Hay varios tratados internacionales firmados entre todas las economías del mundo que sería muy difícil revisar o echar abajo. Pero eso tomaría bastante tiempo y el intercambio económico es lo que genera que los productos internos brutos de los países sigan en crecimiento”, destacó.
En cambio, señala que lo que sí se podría tratar de hacer es dar los pasos para un “estilo de una social democracia, donde los Estados puedan a través de sus órganos legislativos incrementar la base de contribuyentes y generar más poder adquisitivo, para establecer mejores programas sociales, sistemas de salud y educación”, entre otros servicios que le corresponden. “Sería el momento adecuado para introducir reformas fiscales, tener una base más grande de contribuyentes y poder hacer una redistribución de la riqueza. Eso sería un gran momento para ahondar en dicho proceso y hacer reformas estructurales”, dice. Es decir, el empresario ratifica que como tal no sería un cambio de modelo, sino de forma. Por último, Giovanny Reyes, investigador y profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario en Colombia, concuerda en parte con lo formulado por Arévalo. El docente le explica a la Agencia Anadolu que aunque prevalece el mercado, hay modelos que varían, por ejemplo el sistema de mercado de EEUU es muy diferente al de los países escandinavos, “donde la sociedad funciona mejor, o al de Japón”. “Hay matices. Esto nos puede llevar, fundamentalmente, a que tenemos que velar por las instituciones, como dicen los autores (Daron) Acemoglu y (James A.) Robinson, necesitamos instituciones incluyentes, que posibiliten en términos económico y político que la población se incorpore a los esfuerzos de desarrollo”, indica.
De acuerdo con Reyes, dicho desarrollo debe redundar en aumentar las capacidades de las personas a través de educación y las oportunidades a través de emprendimiento y conformación de empresas, empleo productivo o atracción de capitales. “¿Cómo? - se pregunta Reyes - El FMI habla de dos pilares, pero lo podemos sintetizar en seis: estabilidad macroeconómica, estabilidad política, instituciones incluyentes de Estado de derecho, infraestructura física, educación (capacitación del recurso humano) y ante todo, una cultura de trabajo y que valore el esfuerzo”. Un llamado a actuar pronto Por último, Julián Arévalo expone sus principales preocupaciones si no hay una atención oportuna y eficaz a la población más necesitada, como la que habita en zonas especialmente marginales, en barrios periféricos en las ciudades o en regiones distantes de los centros urbanos, donde la atención hospitalaria y la atención del Estado son “precarias y débiles”.
“Esto se puede prestar para otro tipo de problemas como la criminalidad e incluso la presión o fortalecimiento de grupos armados ilegales”, indica. Adicionalmente, le inquieta la “fractura” en las sociedades en términos de su tejido social, “asociado a la pérdida de vidas humanas, la pérdida de trabajos y la situación económica precaria” que se avecina en diferentes países y que se agrava en naciones con grandes niveles de desigualdad socioeconómica. “Todo esto se traduce en mayor malestar social, que en sociedades con altas desigualdades, exacerba inconformismos que se venían consignando por años y que de hecho habían estallado con manifestaciones el año pasado en Latinoamérica”, concluye.