Un grupo de investigadores británicos publicó en la revista Remote Sensing of Environment un estudio en el que determinaron que el iceberg denominado A68A ya ha liberado al océano unos 152.000 millones de toneladas de agua dulce desde que se desprendió de la plataforma de hielo Larsen-C de la Antártida.

Este número de toneladas equivale a 20 veces el volumen del lago Ness o 61 millones de piscinas olímpicas, que han ido a parar a las aguas marinas de los alrededores de la isla subantártica de Georgia del Sur. Según el estudio, ese derretimiento ocurrió a lo largo de tres meses, entre 2020 y 2021.

En julio de 2017, el iceberg A68A se desprendió de la plataforma de hielo Larsen-C en la península antártica y emprendió un largo viaje de 3,5 años y 4.000 km a través del océano Antártico. Con una extensión de 5.719 kilómetros cuadrados, una cuarta parte del tamaño de Gales, supone ser el iceberg más grande de la Tierra cuando se formó y el sexto más grande registrado hasta ahora.

Cabe recordar que en diciembre de 2020, el témpano recibió una atención generalizada cuando se acercó de manera preocupante a Georgia del Sur, lo cual hizo pensar que podría dañar el ecosistema de la isla.

El megaiceberg A68A se fue derritiendo a lo largo de tres meses entre 2020 y 2021, según reveló recientemente un estudio.

Investigadores del Centro de Observación y Modelado Polar (CPOM) y del British Antarctic Survey (BAS) usaron mediciones satelitales para trazar el área del iceberg A68A y el cambio de grosor a lo largo de su ciclo de vida. En el estudio, los autores explican que el témpano se derritió lo suficiente como para no encallar en el fondo marino existente alrededor de Georgia del Sur, lo cual evitó dañar sus ecosistemas submarinos.

Agua dulce liberada

No obstante, un efecto secundario del derretimiento fue la liberación de una enorme cantidad (152.000 millones de toneladas) de agua dulce en las proximidades de la isla, una perturbación que podría tener un profundo impacto en el hábitat marino de la isla.

Durante sus dos primeros años de existencia, el A68A permaneció cerca de la Antártida en el mar frío de Weddell y experimentó muy poco derretimiento. No obstante, una vez que comenzó su gran viaje hacia el norte a través del Pasaje Drake, atravesó aguas cada vez más cálidas y comenzó a derretirse.

Como resultado, el iceberg se encogió 67 metros desde su espesor inicial de 235 metros, y la tasa de fusión aumentó abruptamente a medida que el iceberg se desplazaba en el mar de Scotia, alrededor de Georgia del Sur.

Por su parte, Laura Gerrish, coautora del estudio, afirmó que el A68A fue un iceberg absolutamente fascinante para rastrear toda su ruta, desde su creación hasta su final. “Las frecuentes mediciones nos permitieron seguir cada movimiento y rotura del témpano mientras avanzaba lentamente hacia el norte a través del callejón de los icebergs y hacia el mar de Scotia, donde luego ganó velocidad y se acercó mucho a la isla de Georgia del Sur”, señalo Gerrish.

Generalmente, si la quilla de un iceberg es demasiado profunda, esta puede atascarse en el fondo del mar. Esto puede ser bastante perjudicial, ya que el roce de toda esa masa con el fondo puede destruir la fauna. Además, el témpano como tal puede bloquear las rutas de alimentación de los depredadores y las corrientes oceánicas.

Sin embargo, esto ya habría generado una alerta previa cuando A68A se acercó a Georgia del Sur. Aunque este nuevo estudio revela que chocó solo brevemente con el fondo del mar y se rompió poco después, lo que reduce en gran medida el riesgo de bloqueo.

Impacto en el ecosistema

Cuando los icebergs se desprenden de las plataformas a las que pertenecían, se desplazan con las corrientes oceánicas y el viento mientras liberan agua de deshielo fría y nutrientes a medida que se derriten.

Este proceso tiene mucha influencia en la circulación oceánica local y fomenta la producción biológica alrededor del iceberg. En su lucha contracorriente, el iceberg se estaba derritiendo a un ritmo de 7 metros por mes, dando como resultado una cantidad de 152.000 millones de toneladas de agua dulce y nutrientes.

Tommaso Parrinello, gerente de la misión CryoSat de la Agencia Espacial Europea, señaló: “Nuestra capacidad para estudiar cada movimiento del iceberg con tanto detalle se debe a los avances en las técnicas satelitales y al uso de una variedad de medidas. Los satélites de imágenes registran la ubicación y la forma del iceberg y los datos de las misiones de altimetría agregan una tercera dimensión, ya que miden la altura de las superficies debajo de los satélites y, por lo tanto, pueden observar cómo se derrite un iceberg”.