Como si a la trama de la covid-19 le faltara drama y dolor, ahora un halo de misterio ronda al hermetismo del Gobierno chino. Una misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estaba destinada a llegar al gigante asiático para investigar el origen del virus, que ya deja casi 2 millones de muertos. Si bien la OMS desde julio negocia con el Gobierno en Pekín los detalles de la misión compuesta por diez expertos, al cierre de esta edición a los dos primeros enviados no se les permitió entrar a China. Uno de ellos regresó a su nación de origen y el otro espera en otro país mientras se resuelve si le dan visa para ingresar.
Faltando pocos días para la llegada de la misión, todo cambió. La OMS y el Gobierno de Xi Jinping acordaron que los científicos cumplirían con la recomendada cuarentena y después viajarían a varias ciudades, empezando con Wuhan; aquí contarían con el apoyo de sus colegas chinos para analizar las historias clínicas de las primeras víctimas del mal, tomar muestras de murciélagos (estos animales son portadores del coronavirus), visitar el mercado de mariscos donde se cree que se contagió el primer humano y hablar con los encargados del Instituto de Virología en esa ciudad. Esta última institución forma parte de la Academia China de Ciencias, que desde 2014 es el lugar del mundo donde más han investigado el SARS (síndrome respiratorio agudo grave), provocado por un coronavirus. Sin embargo, cuando los científicos internacionales iban en camino, se les notificó que no podrían ingresar al país, y del apoyo de los chinos quedó poco hasta el punto de que la cancillería sugirió que el virus pudo haberse originado en comida congelada importada y que era mejor buscar su origen en otra parte.
El desaire de los chinos con la OMS, que aclaró que su intención no era buscar culpables, sino evitar futuras pandemias, se dio justamente cuando hay más voces que no creen que el virus pasó de un murciélago a un pangolín y de ahí a los humanos. Para muchos no es casualidad que el principal centro de estudios sobre coronavirus en el mundo, el Instituto de Virología de Wuhan (WVI), esté justamente en la ciudad donde por primera vez se reportó la presencia del virus en humanos. La comunidad científica descartó casi en su totalidad la posibilidad de que el virus haya “escapado” del laboratorio del WVI, y miembros del equipo de investigadores de la OMS dejaron claro que el laboratorio no es su principal punto de interés.
Sin embargo, la duda sobre un posible accidente humano como origen de la pandemia no se disipa. La más reciente intriga la sembró Matthew Pottinger, el ahora ex consejero adjunto de Seguridad del presidente Donald Trump, quien renunció a su cargo esta semana tras la protesta violenta en el Capitolio. El exfuncionario de la Casa Blanca dijo que “cada vez es mayor la evidencia que indica que la covid se fugó de un laboratorio chino. Es una posibilidad muy real”. Para Hua Chunying, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, las declaraciones de Pottinger son falsas, y exige saber si esa es la postura del presidente Trump, quien se ha referido al coronavirus como “el virus chino”.
Es importante resaltar que la mayoría de la comunidad científica cree que el mal en humanos nació en un mercado de mariscos en Wuhan, pero la duda de Pottinger llegó acompañada de un nuevo elemento en la trama de la covid y su origen: el misterioso fallecimiento de tres mineros hace ocho años por una enfermedad casi idéntica a la que hoy mata a miles de personas diariamente. La tragedia en una mina de cobre en la provincia de Yunnan, en la que murieron los mineros y otros tres estuvieron muy enfermos, podría haberse archivado junto con las muchas y dolorosas historias de hombres que fallecen cumpliendo con su peligrosa labor. Sin embargo, el episodio es para algunos científicos el eslabón perdido en la búsqueda del origen de la covid-19, y se ha convertido en un foco de interés para la prensa internacional, que ha intentado llegar hasta allí sin éxito, pues las autoridades chinas bloquearon el camino y cercaron la mina.
En 2012, seis mineros recibieron la instrucción de adentrarse durante 14 días en la mina de Mojiang para remover las heces de murciélagos, que impedían trabajar. A los pocos días, los empleados presentaron síntomas como fiebre, dificultad para respirar, dolor muscular y pérdida del olfato. Tres de ellos fallecieron por un mal similar a la neumonía que los médicos no lograron descifrar. Fue entonces cuando llamaron a Shi Zhengli, del Instituto de Virología de Wuhan, conocida también como Batwoman (la mujer murciélago). La científica tomó muestras de los murciélagos y las llevó a su laboratorio, a 1.600 kilómetros de Yunnan. Zhengli y sus colegas visitaron la mina varias veces durante tres años e identificaron más de 200 tipos de coronavirus que diligentemente nombraron, clasificaron y archivaron.
Con el primer reporte de coronavirus en Wuhan, Zhengli desempolvó la investigación en torno a los mineros muertos y encontró que su base de datos contiene la versión más cercana de covid-19 de la que se tenga conocimiento. Se trata de un virus clasificado como RaTG13, lleva el nombre del murciélago del que fue extraído, el Rhinolophus affinis, su lugar de origen es Yunnan y fue identificado en 2013, meses después de la muerte de los mineros en ese mismo lugar. El RaTG13 tiene un 96,2 por ciento de similitud con el coronavirus que tiene al planeta en jaque, y es motivo de disputa entre quienes creen que por un error escapó del laboratorio de Zhengli y los que opinan que es solo una coincidencia, y que la versión que circula desde 2019 es resultado de un tipo de coronavirus que pasó por un segundo animal antes de infectar al hombre.
En lo que sí coinciden los expertos es en que China debió notificar al mundo desde 2012 sobre la sola sospecha de que el virus de los murciélagos era mortal para la especie humana. A todo esto, mientras más pasan las horas sin que la OMS pueda hacer su investigación, crecen también las dudas sobre lo que podría estar callando el gigante asiático.