La frase que mejor resume lo que sucedió esta semana en Washington la dijo la senadora republicana Susan Collins. Después de que quedara en evidencia el respaldo a Donald Trump tras un primer pulso entre republicanos y demócratas durante una votación en el Senado, la representante de Maine dijo “yo creo que es bastante obvio, tras el voto de hoy, que es extraordinariamente improbable que el presidente sea condenado” y a pesar de ser ella uno de los cinco miembros de su partido que respaldaron a los demócratas, remató diciendo “es obvio, solo hace falta hacer la matemática”.
La senadora Collins tiene razón. Trump probablemente sea absuelto en el Senado, donde se le juzgará a partir del 8 de febrero por provocar el ataque al Capitolio del 6 de enero que dejó cinco muertos. Eso no quiere decir que no se le juzgará, ni que se dejará de escuchar la evidencia en su contra, pero el resultado no será el que sus opositores quieren. De acuerdo con la Constitución estadounidense, le corresponde a la Cámara de Representantes determinar si se le realiza a un presidente un juicio político o impeachment. La función de juzgar y sentenciar es del Senado. El 13 de enero la Cámara Baja votó favor de ese proceso de destitución. De manera ceremoniosa, un grupo de legisladores convertidos en fiscales para este proceso legal atravesaron la rotonda del Capitolio para entregar al Senado el único cargo que presentarían contra Donald Trump: incitación a la insurrección. Con esa misma pompa y circunstancia, los senadores asumieron el rol de jurados y determinaron que el senador con más antigüedad del partido mayoritario, es decir, el demócrata de Vermont Patrick Leahy, presidiría el juicio.
Hasta ahí todo marchaba con la solemnidad que le corresponde a un evento tan antiguo como la Constitución misma de los Estados Unidos –con más de 230 años de historia– y que fue creado para que ningún oficial pretenda estar por encima de la ley. La norma permite que los senadores presenten sus objeciones como parte del procedimiento y el primero en hacerlo fue el republicano Rand Paul. De acuerdo con representante de Kentucky el juicio en contra de Donald Trump es un despropósito, un ejercicio puramente partidista y presentó una moción sobre la cual votaría el Senado. “Si el acusado ya no es presidente, ¿dónde está el poder constitucional para acusarlo? Los ciudadanos privados no son acusados. Un juicio político tiene como fin la destitución del cargo, pero en este caso el acusado ya dejó el cargo”, con ese argumento logró que su objeción fuera sometida a votación, perdió, pero a pesar de eso les ganó el pulso a los demócratas. La moción fue rechazada al votar 55 senadores en contra y 45 a favor. Solo cinco republicanos se unieron a los demócratas. Para lograr condenar a Trump se necesitarían dos terceras partes del Senado, es decir, 67 votos. Los demócratas tienen garantizados 50, necesitarían que 17 republicanos se les unan, pero la primera prueba, a la que los sometió Rand Paul dejó claro que solo tienen garantizados cinco. Por eso la senadora Susan Collins tiene razón. A los demócratas la matemática no les da.
Chuck Schumer, líder de la mayoría demócrata en el Senado, reaccionó furioso. En un apasionado debate en la Cámara Alta llamó a quienes votaron a favor de la moción de Paul “profundamente irresponsables” y les aseguró que la incitación provocada por Donald Trump y su insistencia –sin fundamento– de que las elecciones presidenciales fueron fraudulentas, serían expuestas ante los ojos de la nación. “Simplemente les diría a todos mis colegas, no se equivoquen, habrá un juicio y las pruebas contra el expresidente se presentarán en colores vivos para que la nación y cada uno de nosotros las vuelva a ver”. Habló en nombre de su partido sediento de justicia y armado con evidencia, que dicen comprobaría que Trump sabía lo que harían sus simpatizantes el día de la toma del Capitolio, “emitiremos un juicio como lo exige nuestro deber solemne hacia la Constitución y, a su vez, nosotros seremos juzgados por nuestra respuesta”. Chuck Schumer podría estar hablando por la herida, pues lo cierto es que la votación provocada por Paul dejó a su partido en busca de un “plan B”.
Algunos de sus colegas proponen realizar un juicio que dure solo una semana, para así aliviar la agenda del Senado y dejarla libre para tratar los temas más apremiantes de la administración de Joe Biden, empezando por la pandemia y la economía. Para nadie es secreto que la intención de los demócratas, más allá del “deber solemne hacia la Constitución”, es impedir que Donald Trump sea el candidato de los republicanos en 2024. Con eso en mente, se manejó a finales de esta semana otra posibilidad, la de una censura que impida que Trump aspire a un cargo político sin el desgaste de un juicio y sin requerir de la aprobación de dos terceras partes del Senado. La resolución de censura puede ser presentada a la Cámara Alta la semana entrante. Según los senadores que la redactan, Tim Kaine, demócrata, y la republicana Susan Collins, la propuesta determinaría que Trump brindó apoyo a los insurgentes y, por lo tanto, no puede volver a tener un cargo de elección popular.
Nada ilustra mejor el dilema de los republicanos que la actitud de su líder en el senado, Mitch McConnell. Horas después del ataque al Capitolio sorprendió al decir que la turba fue provocada por Donald Trump, apoyó que se iniciara un juicio en su contra y dejó abierta la posibilidad de votar a favor del impeachment. Sin embargo, tres semanas después de los ataques parece haber cambiado de opinión. McConnell fue uno de los senadores que votaron a favor de la moción presentada por Paul y de acuerdo con el diario The New York Times lo hizo por presión de su partido. A puerta cerrada sus copartidarios le recordaron que más de la mitad de los electores republicanos consideran a Trump su líder y que el año entrante se celebrarán elecciones a la Cámara de Representantes y es crucial la unión de su partido para retomar el control.
La aparente unión de los republicanos es la pared que blinda a Donald Trump. Faltando poco más de una semana para que comience el proceso legal en su contra, es poco probable que los demócratas logren los 17 votos que necesitan para inhabilitarlo. Con el paso de las horas el ataque al Capitolio parece más lejano; la urgencia por la pandemia, más agobiante y una condena contra Donald Trump por insurrección, menos probable.