“Estoy divorciado y, por desgracia, eso es algo bastante corriente” en esta profesión, explica Dean Arney, camionero desde hace casi 40 años, que lamenta como muchos las duras condiciones de trabajo en un momento en que el Reino Unido necesita desesperadamente conductores.
“Mi hijo (...) estaba pensando en lanzarse él mismo a la carretera” pero “le aconsejé que no lo hiciera”, añade este británico desde lo alto de la cabina de su camión en la parada de carretera de Ashford, un punto de paso entre Londres y el túnel bajo el Canal de la Mancha, que une Gran Bretaña con el continente europeo. Arney describe duras condiciones de trabajo, complicada vida familiar y salarios aún insuficientes.
Ante la grave escasez de camioneros, que ha provocado la penuria de mercancías y gasolina en todo el Reino Unido, el gobierno británico propuso hasta 5.000 visas de trabajo de entre 3 y 6 meses. Pero hasta ahora sólo se han presentado 27 solicitudes para las 300 plazas previstas de conductores de camiones-cisternas.
“Esta medida, aunque positiva, llega tarde y no tiene un atractivo claro para los conductores no británicos, porque parece muy temporal y también porque los conductores no británicos tienen buenas oportunidades fuera del Reino Unido”, considera Luis Gómez, presidente del grupo de transporte europeo XPO Logistics.
La escasez de conductores afecta a todo el continente, pero aquí es especialmente grave, subraya, señalando que de los 400.000 conductores que faltan en Europa, 100.000 corresponden al Reino Unido. Para los veteranos de una profesión cuya edad media ronda los 58 años, este desequilibrio del mercado podría ser una buena noticia.
“Los conductores han tenido que soportar bajos salarios, instalaciones vetustas, frecuentes robos de la carga”, enumera Steven Evans, antiguo conductor y ahora propietario de una empresa de transporte en Liverpool, que tuvo que lanzarse de nuevo a la carretera ante la escasez.
Locales deteriorados, inseguridad
Según este empresario, las compañías intentan ahora seducir a los nuevos conductores a toda costa para convencerles de que trabajen seis días por semana y jornadas de hasta 15 horas. “Normalmente yo pagaba a mis conductores 1.000 libras (1.400 dólares, 1.200 euros) a la semana, ahora ha subido a 1.400 libras (1.900 dólares, 1.600 euros)”, explica.
Pero Arney es menos optimista y asegura que ahora cobra menos que en los años 1990. Acostumbrado a viajar a Europa, como la mayoría de sus colegas, es muy crítico con las infraestructuras británicas.
“Los aparcamientos nos cobran por pasar la noche, y por la mañana te levantas con la puerta corredera arrancada, y te han robado la carga y el combustible”, relata. “Puede ocurrir también en Europa, pero aquí es un verdadero problema”.
Otra razón para preferir el continente: “En Francia, puedes pagar una comida completa, entrante, plato principal y postre, por 10 u 11 euros. En el Reino Unido, hay que pagar entre 7 y 10 libras (8 a 12 euros) por lasaña y patatas fritas, o un pastel de carne”, compara Steven Abbott, otro camionero.
A sus 35 años, Abbott opta por hacer sólo viajes relativamente cortos, que le permiten volver a casa cada noche. “He visto duchas en las paradas donde el agua gotea lentamente, tienes que cogerla con las dos manos para salpicarte, no puedes hacer eso cinco noches por semana”, asegura.
Varias empresas le han ofrecido contratos mejor pagados por largos trayectos que le harían pasar la mayoría de las noches en la carretera.“Ganaría 10.000 libras más al año, pero no podría ver crecer a mis hijos”, justifica.
La pareja rumana formada por Marian y Mariana-Loredana Aivanesei son conductores. Se alternan al volante de su camión durante cuatro horas cada uno entre Europa y el norte de África. “Significaría establecerse aquí, pagar un alquiler británico”, dice Marian mientras espera su pizza en un autoservicio. “Nos dicen que los conductores extranjeros están aquí para quitarnos el trabajo” pero yo “no veo que ningún británico quiera quedarse con el suyo”, resume Evans.