Al atravesar el río Turquesa, el migrante venezolano Marcel Maldonado rompió en lágrimas tras haber cruzado caminando con una pierna ortopédica la inhóspita selva del Darién, en la frontera entre Colombia y Panamá.

En una ribera del río se encuentra Bajo Chiquito, la primera aldea panameña a la que están llegando cada día, en cantidades récord, unos 3.000 migrantes en busca del sueño americano, en su mayoría venezolanos, muchos acompañados de niños.

El calor es sofocante en este poblado de 490 habitantes repleto de migrantes que, después de una dura caminata por la selva durante tres, cinco o más días, consiguen por fin comida caliente y un lugar seguro para dormir, aunque a la intemperie.

Miles emprenden el viaje hacia EEUU exponiéndose a peligros por el camino. | Foto: Semana

Aparte de los obstáculos naturales de la selva, como ríos y acantilados, operan bandas criminales que roban, secuestran y violan.

Maldonado perdió su pierna derecha en un accidente de motocicleta hace una década, pero su discapacidad no lo desanimó para marcharse hacia Estados Unidos en busca de una vida mejor.

“Lo único que yo deseo es por lo menos los últimos años de vejez de mi papá y de mi mamá, aunque sea, darles una buena vida de comida y de alimentos, que es lo que más sueño. Por eso estoy aquí en esta lucha, sino no estuviera aquí, [porque] esta vaina es demasiado fea”, dice el venezolano de 30 años a la AFP.

“Mi papá vendió el carro con tal de apoyarme también, yo deseo devolverle algo mejor”, agrega entre lágrimas.

En esta imagen de archivo, migrantes cruzan a pie la selva del Darién desde Colombia a Panamá, con la esperanza de llegar a Estados Unidos, el 9 de mayo de 2023. El aumento de migrantes que van desde Colombia a Estados Unidos, a través de la selva del Darién hasta Panamá, alcanza una escala industrial que podría rondar las 500.000 personas este año. (AP Foto/Iván Valencia, archivo) | Foto: Copyright 2023 The Associated Press. All rights reserved

“Mi sueño”

La frontera natural del Darién, de 266 km de largo y 575.000 hectáreas de superficie, se convirtió en corredor obligado para miles de migrantes que, desde Suramérica, tratan de llegar sin visa a Estados Unidos a través de América Central y México.

La mayoría son venezolanos, pero también ecuatorianos, haitianos, chinos, vietnamitas, afganos y de países africanos como Camerún y Burkina Faso. Hay gente de todas las edades, incluso un bebé de un mes.

“Uno se expone a que le pase mucha cosa, porque esa selva es peligrosa, hay violación, hay de todo”, dice a la AFP la venezolana Reina Torres, de 77 años, quien cruzó la selva con 12 familiares.

Parte del trayecto entre Colombia y Panamá, a través del tapón del Darién, se realiza sobre lanchas en ríos que por temporadas crecen demasiado. Es incierta la cifra de personas que han fallecido ahogadas. FOTO: AFP / EL PAÍS | Foto: El País

Cruzar el Darién “es muy peligroso, riesgoso, pero necesario para alcanzar el sueño”, indica Mechu Falceinord, haitiana de 28 años que vivía en Guayana Francesa.

“¿Mi sueño cuál es? Pues trabajar, tener mi dinero, ser independiente, tener una casa, un perro, un niño, algo así”, agrega.

“Nos tuvieron secuestrados”

En Bajo Chiquito hay un cuartel de la policía fronteriza panameña (Senafront), cuyos efectivos patrullan la selva con uniforme de camuflaje y fusiles AK-47.

En la aldea, los policías revisan los precarios equipajes de los viajeros y les decomisan cualquier objeto que sirva como arma, mientras funcionarios de Migración registran sus nombres y otros datos.

ARCHIVO - Migrantes sentados bajo un cartel que marca la frontera entre Panamá y Colombia durante su viaje a través del Tapón del Darién, el 9 de mayo de 2023. Abrumado por el resurgimiento de migrantes que cruzan la selva del Darién en la frontera con Colombia, el gobierno de Panamá anunció el jueves 24 de agosto de 2023 que tomará medidas concretas. (AP Foto/Iván Valencia, Archivo) | Foto: Copyright 2023 The Associated Press. All rights reserved

Casi 390.000 migrantes han ingresado a Panamá por esta selva en lo que va del año, mucho más que en todo 2022, cuando fueron 248.000, según datos oficiales panameños.

En 2008, el primer año en que hay registros, entraron 28 personas.

Los migrantes pernoctan a la intemperie en Bajo Chiquito mientras hacen fila para abordar a la mañana siguiente las piraguas que los trasladarán al albergue de Lajas Blancas, navegando casi tres horas por el río Turquesa con una tarifa de 25 dólares por pasajero. Desde allí siguen en buses hacia la frontera con Costa Rica.

Unos 15 migrantes caben en cada embarcación, que tienen unos 12 metros de largo y motor fuera de borda. Cada día zarpan unas 200 desde Bajo Chiquito.

En la aldea también hay personal de agencias de la ONU como Acnur y OIM, así como de Médicos sin Frontera y la Cruz Roja para asistir a los migrantes.

Este programa fue creado por el gobierno de Estados Unidos y buscará garantizar seguridad para los migrantes en varios países. | Foto: 2022 Jan Sochor

Al atravesar el río Turquesa, los viajeros sienten alivio, pues termina su caminata por la jungla, donde muchos perdieron su dinero y celulares a manos de asaltantes.

“Nos tuvieron desde las 9:00 a. m. hasta las 5:00 p. m. secuestrados. A mí me metieron el dedo por la ‘totona’ [vagina] y por el culo para ver si tenía plata” escondida, relata a la AFP Nazaret Puerta, venezolana de 28 años.

“La selva era peligrosa, tomamos la selva hace cuatro días, no hemos tomado agua, no había nada de comer”, indica un migrante de Burkina Faso que se identificó como Utsman.

Problema de seguridad

En la selva, los migrantes dejan una estela de basura: botas, calcetas, botellas plásticas, calzoncillos, sostenes, vasos, cepillos de dientes y pañales. Muchos desperdicios también cubren las riberas del río Turquesa.

En Bajo Chiquito, los lugareños abrieron puestos de comida, alquilan hamacas y sitios para acampar, ofrecen cargar celulares y conexión wifi.

Chinos, haitianos, cubanos o venezolanos junto con africanos llegan de manera continua para emprender el peligroso viaje. | Foto: Omar Negrete

Para Panamá, esta avalancha de migrantes pasó a ser un problema de seguridad y ambiental.

“Estamos hablando aproximadamente de 390.000 migrantes en lo que va del año”, dice el jefe de Senafront en la zona, subcomisionado Edgar Pitti Valdés. “Este flujo masivo de migrantes ha alterado la normal convivencia de las poblaciones”.

“El daño irreversible ambiental tocará muchos años, para que eso vuelva a su normalidad”, dijo este sábado el ministro de Seguridad de Panamá, Juan Manuel Pino, en una visita al Darién con su par de Costa Rica, Mario Zamora.

*Con información de AFP