“Aunque la esperanza renace, nada es seguro”. Como 37 millones de personas, más de la mitad de la población francesa, Alix, urbanista de 28 años, se encontraba al frente de una pantalla el lunes escuchando estas palabras que el presidente Emmanuel Macron pronunció para anunciar una salida progresiva de la cuarentena, a partir del 11 de mayo. En su apartamento de 30 metros cuadrados en los suburbios de París, del que solo sale a comprar comida o a caminar a un kilómetro a la redonda, la joven no se ha perdido ninguna de las solemnes y líricas intervenciones del mandatario, comandante en jefe en la lucha contra el coronavirus. “Tengo confianza en que nosotros vamos a lograr controlar la situación”, afirma Alix. Porque, a pesar de los cerca de 100.000 muertos en Europa, de un sistema hospitalario aún sin aliento, los ciudadanos de este continente en duelo comienzan poco a poco a ver señales de una posible salida de la crisis sanitaria. El número de fallecimientos y hospitalizados en las naciones más afectadas, como Italia, España y Francia, parece disminuir o estabilizarse, mientras las medidas de prevención en otros Estados, como Alemania y Austria, siguen dando resultados tranquilizadores.
Por ello, algunos países comienzan a aplicar o han anunciado las primeras medidas de salida de la cuarentena. Austria empezó a ponerlas en marcha al abrir los comercios de menos de 400 metros cuadrados. En España, luego de dos semanas de una actividad limitada en los sectores vitales, como la salud o la alimentación, los empleados de la industria y la construcción están ahora autorizados para ir a su lugar de trabajo. Desde esta semana, en Italia, diversos negocios –como librerías y tiendas de ropa– abren según la voluntad de cada región. En Francia y en Alemania, los estudiantes podrán asistir a las escuelas a partir de mayo. Los mandatarios y dirigentes que han mencionado la salida de la crisis han evitado cualquier triunfalismo, pues saben que el regreso a la normalidad completa es arduo e incierto. En la mayoría de los casos, la apertura de los restaurantes no parece cercana, mientras los teatros, museos, óperas, estadios y discotecas podrían permanecer cerrados por varios meses. La distancia física, los gestos de protección sanitaria y las mascarillas, a las que los europeos no están acostumbrados, podrían convertirse en una regla durante algunos meses, e incluso años. Retos económicos Tampoco hay que cantar victoria ante las heridas profundas que la pandemia ha comenzado a dejar en los pilares económicos e institucionales de la Unión Europea. Si esta organización supranacional quiere sobrevivir, tendrá que vencer la recesión generada por la parálisis de la actividad económica. Por ahora, sus Estados miembros han demostrado que han aprendido de sus errores en las crisis entre 2008 y 2012, al desbloquear miles de millones de euros para evitar que sus economías se desmoronen.
Con el fin de recuperar su economía, el continente enfrenta el desafío de una deuda creciente que podría alcanzar hasta 180 por ciento del producto interno bruto (PIB) en los países más frágiles. Por ello, el Banco Central Europeo (BCE) desbloqueó 750.000 millones de euros para aliviar las deudas de la Eurozona. Por su lado, la Unión Europa se puso de acuerdo, luego de interminables y agitadas reuniones, en consagrar 500.000 millones de euros para apoyar a las empresas, asegurar el subsidio que preserva los salarios de los empleados que no pueden trabajar y reforzar la capacidad de préstamo de las naciones gracias a un acceso al fondo de rescate de la unión monetaria. Con esas garantías, el continente tiene una base sólida para enfrentar la crisis, pero con riesgos muy grandes. “No tenemos ninguna idea de lo que va a pasar, porque lo que vivimos es inédito. Nunca habíamos detenido la economía de esta manera, logrando que los empleados no sean despedidos y que las empresas no quiebren. No estamos en una crisis en la que tenemos que buscar el crecimiento económico, sino más bien arrancar de nuevo. Lo que está en juego es la sobrevivencia de la Unión Europea, pero no hay que olvidar que siempre hemos sabido fortalecer nuestros vínculos luego de las grandes dificultades y de los grandes debates”, dijo a SEMANA Sylvie Matelly, economista y directora adjunta del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París. Cierre de fronteras en Europa Sin duda el continente tiene otro gran desafío: volver a los principios del Tratado de Schengen, una de las primeras víctimas del coronavirus. A comienzos de marzo, cuando países como República Checa, Eslovaquia, Polonia y Dinamarca empezaron a establecer restricciones en sus fronteras, la Comisión Europea clamó por una respuesta coordinada, lo que no sucedió. “Los tratados permiten la suspensión del derecho a la libre circulación y, por lo tanto, el cierre de fronteras, por razones de seguridad, orden público y salud pública. La Comisión Europea fue informada y se respetaron las reglas comunitarias, pero los Estados actuaron con una estrategia precipitada de ‘sálvese quien pueda’; cada uno por su lado”, explicó a esta revista María Mercedes Guinea, experta de las instituciones europeas de la Universidad Complutense de Madrid. Por eso, a fin de evitar las decisiones unilaterales descoordinadas, la Comisión Europea presentó esta semana sus recomendaciones para salir de la cuarentena, en las que subraya la importancia de concertar la reapertura de fronteras.
En Alemania, a diferencia de España, Italia y Francia, la canciller Angela Merkel enfrentó la pandemia de manera oportuna y hoy está prácticamente controlada. Logró mantener una tasa de mortalidad muy inferior, pues hacen cerca de 500.000 pruebas a la semana. La organización supranacional también aconseja abandonar el confinamiento gradualmente solo si las capacidades hospitalarias y de diagnóstico del virus son garantizadas, y reservar las medidas más estrictas únicamente para las personas más frágiles. Así mismo, señala la importancia de las aplicaciones móviles anónimas para identificar las cadenas de transmisión del virus, siempre y cuando tengan el consentimiento del ciudadano. El objetivo es evitar que, mientras enfrentan los efectos económicos e institucionales de la crisis, aparezca una segunda ola de contaminaciones, como temen las naciones asiáticas que controlaron la difusión del virus, pero que han visto recientemente un aumento de casos.
Si la Unión Europea tiene éxito en esa misión, sus ciudadanos podrán entrever un regreso a la vida normal. Como Alix, quien espera la primera fase de salida de cuarentena, el 11 de mayo, aunque también el siguiente capítulo. “En un mes, lo primero que voy a hacer es ir a ver a mi amante; pero cuando todo vuelva a abrir voy a ver a mis amigos, iré a museos, a cine, a conciertos. Y, por supuesto, visitaré a mi familia, que vive en Normandía”. Como todos los ciudadanos de este continente que no han terminado de enterrar a sus muertos, ella sabe que el día en que el orden se restablezca se encuentra en un horizonte vago y lejano.