Cada vez que llego a Venezuela, en los últimos años, me encuentro con una situación muy paradójica. Por una parte, hallo un país cada vez más acorralado por la crisis social, política y económica, que muchos consideran la más devastadora de toda su vida republicana. Por el otro, descubro una intensa actividad cultural que desafía la vocación totalitaria de un régimen hoy ilegítimo e inconstitucional. Una paradoja que tiene su explicación en la vocación democrática de los creadores frente a la ineptitud de los gobernantes y también en la necesidad de rescatar una nación que hoy carece de futuro bajo el gobierno de Nicolás Maduro. Consulte: Maduro: ¡Atrincherado!

A lo largo de los 18 años de hegemonía chavista se ha operado un curioso fenómeno en el campo de la cultura que trasciende planteamientos políticos y se ubica en la lucha del pensamiento ante el dogmatismo. Si bien muchos intelectuales y artistas simpatizaron con esa suerte de ángel vengador que representó Hugo Chávez en las elecciones de 1998, al poco tiempo comenzaron los disensos y muchos creadores se sumaron a las filas de aquellos que desde el principio estuvieron en la oposición. Narradores, poetas, dramaturgos, cineastas, artistas plásticos, actores, bailarines, filósofos, sociólogos, arquitectos, historiadores, etcétera, conformaron una conciencia crítica frente al rumbo que tomó el país. El fracaso cultural El chavismo intentó consolidar una corriente cultural ‘revolucionaria’ pero sus resultados han sido muy pobres. ¿Ejemplos? En el campo de la literatura, el Premio de Novela Rómulo Gallegos —que en otras épocas galardonó a Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Javier Marías y otros nombres fundamentales de las letras iberoamericanas— ha perdido relieve y recientemente se anunció que ya no podía pagar los 100.000 dólares estipulados. En el terreno de la escena, el otrora reconocido Festival Internacional de Teatro de Caracas —hermano del FITB de Fanny Mikey— reunió a las figuras esenciales de las tablas universales. La política cultural del chavismo le quitó el apoyo del Estado, lo hundió y, al cabo de algunos años, pretendió sustituirlo con un festival complaciente, sin brillo… y sin público. En el espacio cinematográfico, creó en 2006 la Fundación La Villa del Cine, productora de las películas del oficialismo —grandes fracasos de taquilla y crítica— como forma de enfrentar al Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), organismo colegiado del sector, creado en 1993 por disposición de la Ley de Cinematografía Nacional y promotor de varias películas reconocidas internacionalmente como Hermano (mejor película en los festivales de Moscú, Los Ángeles, Huelva y La Habana), de Marcel Rasquin, Pelo malo (Concha de Oro del Festival de San Sebastián), de Mariana Rondón, o Desde allá (León de Oro del Festival de Venecia), de Lorenzo Vigas.

La recientemente fallecida Sofía Imber encarnó el periodismo cuestionador e incisivo en sus programas de televisión y, sobre todo, destacó como fundadora y directora —desde 1973— del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, considerado por varios años como uno de los más importantes de América Latina. Chávez la destituyó en 2006. Hoy el MAC languidece y su muy valiosa colección está en peligro. Le sugerimos: "Decían que nos iban a matar": El calvario de manifestantes presos en Venezuela Creadores en nuestros días A pesar de la inseguridad personal y de la indetenible inflación —dos factores que inmovilizan cualquier actividad—, la gente del teatro venezolano ha seguido montando sus obras en las salas de Caracas, Maracaibo, Valencia y otras ciudades. Por ejemplo, el dramaturgo, director y actor Javier Vidal afirmó que no dejaría de poner en escena textos propios o de otros autores. “Es una forma de resistencia a la que no podemos renunciar. Al Gobierno le gustaría que las salas estuvieran vacías, pero no, el público ha respondido y las salas se llenan”. Vidal actualmente dirige, en el Trasnocho Cultural de Caracas, su pieza La Catira del General, sobre la novela que Camilo José Cela escribió a petición del dictador Marcos Pérez Jiménez en la década de los cincuenta.

El Trasnocho Cultural cumplirá en octubre 16 años de trabajo ininterrumpido en el amplio sótano de un viejo centro comercial. Es un complejo de carácter privado que reúne cuatro salas de cine, dos salas de teatro con programa doble, una galería de arte, una tienda de discos, una bombonería de cacao venezolano, una vinería, un restaurante informal y otro gourmet, un lounge de encuentros nocturnos y un parqueadero cubierto con servicio de seguridad. Es el más completo centro de encuentro de la cultura en el país. Todos los fines de semana se organizan cine foros para disfrutar y analizar grandes películas. Siempre hay un tema para la discusión. Su coordinadora general, la cineasta Solveig Hoogensteijn, me comentó hace poco que el Trasnocho Cultural no dejaría de funcionar bajo ninguna circunstancia pues había que rescatar la democracia. “Esa es una de las muchas funciones del arte”.

Trasnocho Cultural. Foto: La guía de Caracas. También funcionan hoy, a pesar de las adversidades, el histórico Ateneo de Caracas —acosado por el Gobierno— al lado del Centro Cultural BOD, el Centro de Arte Los Galpones, la Asociación Cultural Humboldt, el Centro Cultural Chacao, el Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez, el Ateneo de Valencia y otros espacios abiertos para la exposición y el debate que han prescindido de la ayuda del Gobierno central. No ha sido fácil, pero allí están. Consulte: “En Venezuela no hay tribunal, son unos perritos falderos del régimen”: Vivanco Una nueva generación de escritores no solo se ha dedicado a elaborar sus textos sino también a organizar encuentros y foros. Es verdad que algunas editoriales internacionales han abandonado el mercado venezolano—tan golpeado por la crisis económica— pero también se ha incrementado el número de lectores, especialmente en el campo del ensayo histórico, sin descartar la ficción o la poesía. Otra paradoja. La resistencia hoy Un amigo me comentó telefónicamente hace unas noches que los espectadores acuden hoy al teatro o al cine después de haber marchado en las jornadas de protestas que ya se acercan a los 120 días con más de un centenar de víctimas fatales. Varios reconocidos cineastas venezolanos —Carlos Oteyza, Hernán Jabes, Carlos Caridad Montero— han sacado sus cámaras para grabar la resistencia en las calles de Venezuela. La reciente jornada del plebiscito del 16 de julio se halla registrada en todos los estratos sociales, especialmente los más humildes. En sus imágenes están los 7 millones y medio de venezolanos que se oponen a la Asamblea Constituyente Comunal de Maduro y exigen la autonomía de los poderes públicos, la libertad de los presos políticos y un canal humanitario de alimentos y medicinas.

Manifiesto personal de Hernán Jabes. Artistas de todas las disciplinas se han agrupado para manifestarse ante la opinión pública en defensa de la democracia y la Constitución, hoy amenazada por la Constituyente que Maduro intentará implantar el próximo 30 de julio, a pesar del 85 por ciento de rechazo que han medido las encuestas. Fecha crucial para el sistema de las libertades —política, económica, social, artística— de un país que no se rinde. Escucha"La semana después de la hora cero" en Spreaker. *Periodista venezolano residenciado en Bogotá. Editor de los portales www.ideadebabel.com y www.inteligenciapetrolera.com.co. Miembro de la Red Académica Binacional que trabaja con el Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.