El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) condenó el tiroteo perpetrado el martes en un centro de educación primaria de Uvalde, en Texas (Estados Unidos) y se preguntó “cuántos niños más morirán hasta que los líderes gubernamentales actúen para mantenerlos a ellos y sus escuelas seguros”.

El ataque se saldó con la muerte de 21 personas, entre ellas 19 niños, a pesar de que, como ha recordado la directora ejecutiva de Unicef, Catherine Russell, la escuela es “el único lugar fuera de sus hogares en el que deberían estar más seguros”.

Russell lamentó que “una vez más” una tragedia de este tipo se ha cobrado la vida de menores de edad y dejará “cicatrices” de por vida a testigos y supervivientes.

“Ayer ocurrió en Texas. ¿Dónde tendrá lugar el siguiente? Este año ya hemos visto ataques terroríficos en escuelas en Afganistán, Ucrania, Estados Unidos y otros lugares”, aseguró la directora de Unicef, que llamó a tomar medidas. Hasta que no se adopten, advirtió, “estos horrores continuarán”.

El ataque reabrió las heridas de otras matanzas escolares, como la de Sandy Hook en 2012 o la de Florida en 2018, para las familias de las víctimas que reclaman en vano un control de la proliferación de armas en Estados Unidos.

La asociación Sandy Hook Promise, fundada por padres de las víctimas de esa matanza en Connecticut, reconstituyó en Twitter la larga lista de dramas en el entorno escolar.

Instituto de Columbine (15 muertos en 1999), escuela primaria de Sandy Hook (28 muertos en 2012), Instituto de Santa Fe (10 muertos en 2018), Instituto de Parkland (17 muertos en 2018), Instituto de Oxford (4 muertos en 2021), colegio de Uvalde (22 muertos, incluido el autor, el 24 de mayo 2022).

“Es tristemente muy similar a lo que pasó en Sandy Hook”, dijo entre lágrimas una de las fundadoras de esta asociación, Nicole Hockley, en MSNBC.

Salvador Ramos, un joven de 18 años con conflictos familiares y apartado del colegio, disparó primero a su abuela, que quería impedirle lo que iba a hacer, antes de ir al colegio de Uvalde donde perpetró una carnicería con un fusil de asalto, matando a 19 niños y a dos profesores antes de ser abatido por la Policía. Poco antes había anunciado sus intenciones en la mensajería privada de Facebook.

En Sandy Hook, hace diez años, Adam Lanza, de 20 años, había matado a su madre antes de dirigirse, armado hasta los dientes, al colegio de primaria para matar a 26 personas, entre ellas 20 menores de 6 y 7 años. Se suicidó después.

“Es como si mi corazón se desgarrara de nuevo, y lo único que oigo es el eco de Sandy Hook”, confesó Hockley.

Una vez más, Sandy Hook Promise volvió a pedir que se regule la venta de armas en Estados Unidos, sin poner en entredicho la sacrosanta segunda enmienda de la Constitución que garantiza la posesión de armas.

La asociación insta entre otras cosas a que se refuerce el control de los antecedentes de los compradores de armas, se prohíban los fusiles de asalto y los cargadores de gran capacidad, y más prevención, en particular con personas en riesgo de pasar a la acción.

Según la organización Everytown For Gun Safety, 40.000 personas pierden la vida al año por armas de fuego, de ellas 23.000 por suicidio. El país contaba cerca de 400 millones de armas en circulación entre la población civil en 2017, es decir, unas 120 armas por cada 100 habitantes, según el proyecto Small Arms Survey.

“En tanto que país, ¿cuánto tiempo podremos seguir de brazos cruzados mientras mueren menores inocentes?”, se pregunta Sandy Hook Promise, que hace días había reaccionado a la matanza racista de Búfalo, en el estado de Nueva York.

“Estoy furioso (...) Sabíamos que iba a ocurrir. No sabíamos dónde. Sabemos que volverá a ocurrir, pero no sabemos dónde”, declaró a la cadena CBS Manuel Oliver, el padre de una víctima de la matanza en el instituto de Parkland, en Florida, en 2018.

“Ha habido más de 250.000 víctimas de violencia por arma de fuego” desde que su hijo Joaquín, de 17 años, fue asesinado “con un AR-15″, un fusil de asalto, por un antiguo alumno del centro, agregó.

Manuel Oliver fundó entonces Change the Ref, que recurre al arte urbano o a acciones, a veces mediáticas y espectaculares, para tratar de “reducir la influencia” del poderoso ‘lobby’ proarmas NRA.

Muchas familias siguen luchando contra la proliferación de armas de fuego o piden reparación.

En febrero, el fabricante Remington aceptó pagar 73 millones de dólares en compensación a las familias de nueve víctimas de la matanza de Sandy Hook, por vender un tipo de fusil semiautomático AR-15, el que utilizó Adam Lanza, pese a que no estaba adaptado para uso civil.

En una especie de doble condena, también han tenido que combatir los ataques conspirativos, liderados por Alex Jones, figura estadounidense de la extrema derecha, que aseguró que la matanza de 2012 fue simplemente un montaje de los opositores a las armas de fuego.

*Con información de Europa Press y la AFP.