Desde hace dos semanas, empleados de organizaciones locales navegan cada día hasta los viveros que tienen instalados en el mar para recoger ejemplares de cada especie de coral antes de que sea demasiado tarde. El objetivo es ponerlos a salvo en varios laboratorios de la región, donde se conservan en tanques con agua salada a una temperatura ideal para ellos.
Estos animales pueden vivir en aguas de entre 21 y 28,8 ºC, explica Alex Neufeld, coordinador tecnológico de la oenegé Coral Restoration Fundation. Pero si el mar está demasiado caliente, los corales expulsan las zooxantelas, unas algas que viven en sus tejidos y les proporcionan alimento y energía, además de su color.
Cuando eso ocurre, los corales se vuelven blancos, un síntoma de que su vida corre peligro si no cambian pronto sus condiciones. En el estrecho de Florida, las temperaturas del agua llevan días superando los 32 ºC y el lunes alcanzaron incluso los 38,38 ºC en la bahía de Manatee, un récord.
“El agua caliente no es buena para ningún organismo marino, ya sean corales, peces, langostas”, dice Neufeld. “Así que corremos el riesgo de ver muertes masivas de peces, tortugas marinas, cosas por el estilo”. La magnitud del blanqueamiento de corales y el hecho de que haya ocurrido tan pronto en el año, con gran parte del verano aún por llegar, son los mayores motivos de preocupación para los científicos.
“Es el peor episodio de blanqueamiento de corales que he visto”, añade Neufeld. “Y creo que mucha gente estará de acuerdo en que tiene el potencial de ser el peor que los Cayos hayan experimentado jamás”. El arrecife de Florida, uno de los más grandes del mundo, se extiende unos 580 kilómetros desde las islas Dry Tortugas, 110 km al oeste de los Cayos, hasta la ensenada de St. Lucie, casi 200 km al norte de Miami.
Su rol medioambiental es crucial, ya que, además de ser el hábitat de numerosos animales marinos, forma una de las principales barreras de protección ante los huracanes y las marejadas ciclónicas.
Un impacto económico
Brian Branigan es un testigo diario de la degradación de esa barrera de arrecifes. Este capitán de 65 años es dueño de un negocio de alquiler de barcos en Big Pine Key, uno de los Cayos de Florida. “Lo que ha pasado en las últimas dos semanas es terrible, impactante. Quería llorar cuando estaba en el agua buceando”, dice, mientras pilota una lancha motora hasta el arrecife Looe, a unos 10 km de la costa.
Ahí, a escasos metros de la superficie del mar, barracudas, peces, loro y cirujano nadan en el lugar del desastre. A su lado, los corales del arrecife, habitualmente coloridos, son ahora una enorme mancha blanca. Branigan, que aprendió a bucear en esta misma costa hace 48 años, espera que la temperatura del agua baje pronto. En su caso, la preocupación no se debe solo al medioambiente, sino también a su negocio.
Empresas como la suya, que lleva a turistas a pescar o a bucear, dependen en gran medida de la supervivencia de los arrecifes coralinos. “Estamos preocupados por el impacto personal y financiero. Estoy seguro de que esto tendrá alguna consecuencia negativa, incluso catastrófica”, lamenta Branigan.
Según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica, los arrecifes coralinos de Florida generan 2.000 millones de dólares en ingresos locales y 70.400 empleos a tiempo completo y parcial. Brad Roberts es uno de esos turistas claves para la región. Esta semana ha viajado con su familia desde Fort Myers, en la costa oeste de Florida, hasta Islamorada, en los Cayos, para pescar langostas.
“Lo que está pasando es muy triste de ver”, lamenta este empleado de aseguradora de 48 años. “Mucha de la gente de aquí vive de los arrecifes. Y no creo que la gente quiera venir a ver un montón de corales muertos”.
“Los capitanes tienen cada vez más problemas para llevar a sus clientes hasta los peces que vienen a buscar”, añade. “Y si vienes aquí y tienes cuatro viajes de pesca malos y solo uno bueno, probablemente querrás gastar tus dólares de turista en otro lugar”.
*Con información de AFP