El número de víctimas mortales del terremoto de este lunes –6 de febrero– en Turquía y Siria ascendió a más de 3.000, según uno de los últimos balances entregados en la jornada. El servicio de emergencias turco señaló que solo en ese territorio se habían registrado al menos 1.700 decesos, a los que se suman más de 1.200 en suelo sirio.
Mientras las escenas son desoladoras y la esperanza de algunos sobrevivientes sigue intacta, otros empiezan a llorar a sus familiares o se aferran a ellos hasta el último momento. “Despierta hijo”, repitió un hombre mientras arrullaba el cuerpo inanimado de su niño en la localidad siria de Jindires, devastada por el impacto del movimiento telúrico.
“Ya Allah, Ya Allah” (Dios mío), dijo mientras besaba la frente de su hijo. “Me arrebató el corazón”, agregó entre sollozos. Más de 40 viviendas se derrumbaron en esta ciudad fronteriza con Turquía. Con los recursos que tenían disponibles los habitantes intentaron encontrar más sobrevivientes entre los escombros, pues el material de rescate es escaso en esta localidad, además del número de voluntarios para ayudar.
“No hay nadie para sacarlos”
“Toda mi familia está bajo los escombros. Mis hijos, mi hija, mi yerno, no hay nadie para sacarlos”, lamentó Ali Battal, con rastros de sangre en su rostro. “Escucho sus voces, están vivos, pero no hay nadie para sacarlos”, agregó este hombre. El movimiento telúrico se sintió en la madrugada y los residentes prefirieron quedarse afuera por temor a nuevas ‘sacudidas’ y dejando a un lado los vientos de la tormenta.
En otra calle, un grupo de civiles y de combatientes lograron sacar a un hombre entre las ruinas de un techo, inicialmente creían que había fallecido. “¡Está vivo!”, gritaron al comprobar que tenía signos vitales. A escasos metros, ante un edificio derrumbado, un joven cargaba a su sobrino de siete años. El niño y su hermana sobrevivieron, pero no pueden decir lo mismo de sus papás y tres familiares más.
Los heridos se atienden en la calle o en los coches ya que los hospitales de la región se encuentran saturados. Según un fotógrafo de AFP, 40 viviendas quedaron reducidas a escombros en esa localidad, bajo control de grupos rebeldes.
Damnificados urgen por ayuda
La red eléctrica sufrió interrupciones y los habitantes esperaban uno tras otro frente a la única panadería que permanecía abierta. Los Cascos Blancos (rescatistas en las áreas bajo control rebelde en el norte de Siria) el sismo en esa zona cobró la vida de 400 personas.
“Nuestros hijos, nuestras mujeres, nuestros ancianos están bajo los escombros. Es una catástrofe”, dijo en medio de su desesperación Majed Nassari. El hombre hizo un llamado a la “conciencia del mundo” para que su localidad no quede en el olvido y sea asistida. “Necesitaremos al menos un mes, incluso tres, para poder sacar a nuestros muertos de entre los escombros”.
Por su parte, en la ciudad turca de Sanliurfa una fila de carros avanzó por una avenida mientras en la otra acera una familia caminaba bajo la lluvia con sus pertenencias. Esa zona, ubicada en el sureste, quedó destrozada por el terremoto.
En horas de la noche (tiempo local) decenas de socorristas seguían intentando sacar a los supervivientes de un edificio de siete plantas en uno de los principales bulevares de la ciudad.
Hay una familia que conozco bajo los escombros”, dijo a AFP Ömer El Cüneyd, un estudiante sirio de 20 años que vive cerca, mientras observaba con tres amigos la operación de rescate. “Hasta las 11 o las 12 de la mañana mi amiga respondía al teléfono pero ya no contesta. Está debajo. Creo que no tiene batería”, añadió.
*Con información de AFP.