Cada 8 de junio, la comunidad global conmemora el Día Mundial de los Océanos, una fecha solemne para concientizar a la población sobre la importancia de estos gigantes cuerpos acuíferos, y para llamar la atención sobre los cuidados necesarios para su conservación, incluidos los esfuerzos requeridos con el fin de mitigar la contaminación en estos ecosistemas, especialmente causados por el plástico.
Del 70 % de agua que conforma la superficie terrestre, más del 96 % corresponde a los cinco océanos que conforman la tierra, siendo el Pacífico el que goza de más volumen, con costas que van desde Indonesia hasta el Canal de Panamá.
Una de las curiosidades históricas que rodean a los océanos, ha sido la limitada exploración que han tenido, ya que se estima que solo el 10 % de las aguas han sido, en algún momento, exploradas.
La ONU ha escogido el 8 de junio como la fecha para que la humanidad detenga su cotidianidad y dedique un momento de reflexión a las actividades que se realizan diariamente las cuales están deteriorando los océanos, pero también para que, desde la creatividad individual o colectiva, se realicen esfuerzos, campañas y donaciones para proteger a los seres marinos y su hábitat.
Una de las cifras alarmantes que informan organizaciones medioambientales es la cantidad de plástico que se bota a los océanos. Cerca de ocho millones de toneladas de este material son lanzadas al año por lo que los ecosistemas marinos se encuentran en una situación de contaminación sin precedentes, tanto así que se han encontrado botellas de plástico dentro de los animales oceánicos quienes las confunden con alimentos de acuerdo a cada especie.
Los océanos también son receptores del calor de la tierra, ya que estos cuerpos de agua absorben el 90 % del exceso de calor del planeta además del 25 % de la contaminación por el carbono, una prueba irrefutable del porqué del aumento de la temperatura en los mares al llegar a 21.1° Celsius, en promedio.
Otro fenómeno grave, y silencioso, es la alteración acelerada de las corrientes oceánicas que se está dando a causa del calentamiento global, lo que pone en constante riesgo la supervivencia de especies marinas y del adecuado, y delicado, equilibrio de los ecosistemas mar adentro.
Las corrientes oceánicas son necesarias para el mar y la tierra, debido a que sus movimientos horizontales permiten el trasporte de nutrientes necesarios para que los organismos marinos sobrevivan sin problemas. También estas corrientes ayudan a la eliminación de carbono y el calor en la atmósfera.
Estas corrientes se encuentran distribuidas en tres de los océanos del mundo, estando dos en el Atlántico, dos en el Pacífico, una grande en el Índico y otra pequeña cerca a la India.
De los cinco océanos del planeta, el del Ártico es el más afectado por el cambio climático además de pronosticar que este podría desaparecer en las próximas décadas. En este océano, el más septentrional, se ven afectados los ecosistemas marinos y también varias especies terrestres, como los osos polares, una de las especies que se encuentran en la lista roja de animales en potencial peligro de extinción.
Evidenciando está problemática, en marzo pasado se firmó el Tratado de Alta Mar, en donde la principal máxima es declarar el 30% de los océanos como zonas protegidas, además de destinar más inversión para programas ambientalistas con el fin de proteger las zonas marinas y la biodiversidad de estos cuerpos acuáticos. Las negociaciones para la firma de este tratado duraron veinte años, por lo que los científicos han demostrado su descontento ya que, según estimaciones, las condiciones de los océanos son, en buena parte, irreversibles.