Nunca Estados Unidos había tenido que elegir entre dos candidatos totalmente antagónicos. Este domingo, cuando Donald Trump cerró la campaña en Michigan, dejó claro los puntos fundamentales de lo que sería su gobierno. “Con vuestro voto mañana, podemos arreglar todos y cada uno de los problemas a los que se enfrenta nuestro país y llevar a Estados Unidos -de hecho, al mundo- a nuevas cimas de gloria”, dijo Trump ante una multitud en Grand Rapids, donde prometió una “edad de oro”.
Despotricó, como acostumbra, contra la migración ilegal. Horas antes había prometido que, en caso de victoria, llevará a cabo “el mayor programa de deportación de criminales”. “Estados Unidos es ahora un país ocupado, pero pronto dejará de serlo. El 5 de noviembre de 2024 será el Día de la Liberación”, añadió.
Pero precisó que “si la gente quiere entrar, pueden hacerlo legalmente” a través de un proceso. En sus últimos mítines amenazó a México y China con aranceles del 25%. Al primero si no frena la “embestida” de “criminales” y “drogas”, y al segundo porque, según él, envía fentanilo a través del país latinoamericano.
El incombustible Donald Trump vuelve a tener la Casa Blanca al alcance de la mano gracias a su olfato político y su capacidad para sortear obstáculos. En su tercera campaña presidencial ha sobrevivido a todo: una condena penal, cuatro inculpaciones y dos intentos de asesinato. Gracias a su “instinto” afilado, el tempestuoso septuagenario, cuya caída se ha anunciado mil veces, ha sabido sacar provecho de cada uno de estos escollos.
Parte de los republicanos lo abandonaron después de que simpatizantes del magnate asaltaran el Capitolio en 2021. Pero el millonario de 78 años ha recuperado en cuatro años un control total sobre el partido. Durante la convención de los republicanos a mediados de julio, disfrutó viendo cómo aquellos que le dieron la espalda se deshacían en alabanzas en el escenario. Fue dos días después de ser blanco de un intento de asesinato durante un mitin en Pensilvania.
El magnate llevaba un vendaje blanco en la oreja en la que resultó herido. En solidaridad muchos simpatizantes se vendaron las suyas. La imagen de Trump levantándose, con el rostro ensangrentado y el puño en alto, es la más impactante de la campaña.
-”¡Lucha! ¡Lucha! ¡Lucha!” -
Su “¡Lucha!, ¡Lucha!, ¡Lucha!” lanzado a la multitud mientras los agentes del Servicio Secreto lo desalojaban se ha convertido en un grito de guerra para sus partidarios, que lo corean en cada mitin. Una marea de estadounidenses con gorras rojas, en su mayoría blancos y bastante mayores, acude a sus actos electorales convencidos de que el neoyorquino, que hizo fortuna en el sector inmobiliario, comprende sus dificultades mejor que nadie.
En los mitines el candidato pinta un panorama apocalíptico de Estados Unidos, devastado según él por una inflación galopante, migrantes que “envenenan la sangre del país” y demócratas “de mierda”. Trump, que será el presidente estadounidense de más edad en prestar juramento si gana, apuesta también por los hombres jóvenes, cuyo apoyo cultiva con videos con campeones de artes marciales mixtas en la red social TikTok, o declaraciones provocadoras en pódcasts.
Desde sus primeros pasos en política, la antigua estrella de la telerrealidad jugó la carta de un candidato antisistema, sin que eso le perjudicara. Como cuando, un mes antes de las elecciones presidenciales de 2016, salió un viejo video en el que se escucha a este padre de cinco hijos, de tres mujeres diferentes, presumir de usar su celebridad para “agarrar a las mujeres por la vagina”.
Los observadores predijeron entonces que perdería el voto de las mujeres. Se equivocaron. Donald Trump ganó.
“Estados Unidos primero”
Una vez en la Casa Blanca, este hombre de imponente físico rompió con todos los convencionalismos frente a unos estadounidenses entusiastas, atónitos o asustados. En nombre de “Estados Unidos primero”, trató con rudeza a los aliados del país, inició una escalada impredecible con Irán sobre el programa nuclear y expresó fascinación por líderes autoritarios, como el ruso Vladimir Putin o el norcoreano Kim Jong Un.
El republicano remodeló la Corte Suprema, ofreciendo una victoria a los conservadores sobre el aborto. Desestimó de un plumazo un movimiento contra la violencia policial y escapó, en dos ocasiones, a la infamia de una destitución. Los cuatro años de Trump en el poder siguen estando empañados por su incapacidad para ser reelegido en 2020: una derrota frente a Joe Biden que nunca reconoció.
Tampoco hubo una “ola gigante” republicana prometida por el expresidente en las elecciones de medio mandato de 2022. Su partido sufrió reveses en referendos sobre el aborto, incluso en estados muy conservadores. Las elecciones del 5 de noviembre ¿serán sinónimo de un nuevo fracaso y un regreso a los tormentos judiciales o de una increíble vuelta?
Para Colombia, dos escenarios distintos
“Estas elecciones son las de mayor consecuencia y de más largo plazo porque la relación Colombia – Estados Unidos continúa siendo el pilar que define nuestra orientación internacional. Esta es una relación en la que dependemos en muchos de los ejes prioritarios para el país, temas de seguridad, de desarrollo, de lucha contra la pobreza y de cambio climático”, señala David Castrillón-Kerrigan, profesor e investigador de la Universidad Externado de Colombia.
Si gana Trump, el país sufriría un fuerte sacudón. “El Estado colombiano tiene que ser muy cauteloso. La administración del presidente Petro debería replantear sus planteamientos de acabar con las instituciones porque la administración Trump sería muy clara en aplicar la ley y el orden”, sostiene el analista Fabio Andrade.
Otro tema clave es la migración. “El problema migratorio, que se ha constituido en el eje principal de la campaña presidencial, es ahora más complejo que nunca y tiene una relación muy estrecha con América Latina. No sólo con México, Haití y los países centroamericanos del triángulo del norte, sino también con Colombia que se ha constituido en protagonista en un fenómeno del que hace algunos años era ajena”, sostiene el ex canciller Julio Londoño.
La periodista Salud Hernández-Mora asegura que el panorama con cualquier candidato es sombrío. “En cuanto a América Latina, al margen de los intolerables insultos y amenazas de Trump a los migrantes, ha sido una cuestión marginal para ambos aspirantes. Tal vez porque Florida, el gran feudo latino, ya no es Estado clave a efectos electorales. Kamala se ha limitado a rechazar el triunfo de Maduro el 28 de julio sin otra propuesta. De continuar la tendencia del gobierno al que aún pertenece, que liberó a Alex Saab y a los narco-sobrinos de Cilia Flórez, y aligeró sanciones al petróleo, todo a cambio de nada, tendrá a la mafia de Miraflores frotándose las manos”, dice.
Y de Trump señala que “se puede esperar cualquier cosa, que estreche la mano de Maduro y olvide a Venezuela acto seguido, o que siga el consejo de su aliado Elon Musk y colabore en derrocar la tiranía a la fuerza. O que ladre y nunca muerda. Esa impredecibilidad también podría ser su fuerza si la supiera utilizar”.
*Con información de AFP