Las protestas de los activistas en defensa del medio ambiente siguen dando de qué hablar. El más reciente acto fue rociar con líquido negro un cuadro del pintor austriaco Gustav Klimt en el Museo Leopold de Viena, para denunciar que “los nuevos pozos de petróleo y gas son una sentencia de muerte para la humanidad”.
La acción, reivindicada por el grupo Última Generación, que ha subido las imágenes a sus redes sociales, ha tenido como objetivo la obra Muerte y vida, que la organización ha querido utilizar como metáfora de su denuncia.
En las imágenes del ataque contra la obra de Klimt se ve a una mujer y un hombre rociando con un líquido negro la pintura, y mientras el personal de seguridad aleja de la escena al varón, la mujer pega su mano contra el cristal que recubre el cuadro, lo que le garantiza un tiempo extra para captar la atención y denunciar que “los nuevos pozos de petróleo y gas son una sentencia de muerte para la humanidad”.
El icónico cuadro estaba protegido por un cristal y nunca había sufrido daños, según las primeras informaciones de la televisión estatal.
Otro de los activistas gritó tras arrojar el petróleo sobre el cuadro: “Conocemos el problema desde hace 50 años, debemos actuar de una vez, de lo contrario el planeta se destruirá”.
“Detengan la destrucción de los combustibles fósiles. Nos dirigimos hacia un infierno climático”, agregó para describir las nuevas perforaciones de petróleo y gas como una sentencia de muerte para la humanidad.
Con motivo de una festividad regional, la entrada al Leopold era gratuita, patrocinada por la petrolera OMV y, pese a los estrictos controles, los activistas consiguieron introducir el líquido en una bolsa de agua caliente.
En declaraciones a la agencia de noticias AFP, la vocera del museo, Klaus Pokorny, sostuvo que “los restauradores están trabajando para determinar si la pintura, que está protegida por un vidrio, ha sido dañada”.
Ahora bien, Muerte y vida es un icónico cuadro de Klimt que simboliza los dos grandes misterios de la experiencia: por un lado, la muerte, la calavera vestida en unos trapos de colores azules y morados, bordada con cruces, del otro humanos (mujer, varón, adulto mayor, bebé) abrazándose y enredándose en el sentido de la vida, entre colores dorados y pieles.
Hace cinco días otros dos activistas del mismo grupo se pegaron con adhesivos a fósiles de dinosaurios del Museo de Historia Natural de Viena que, afortunadamente, no resultaron dañados, para criticar la destrucción climática causada por los hidrocarburos.
“Frente a los restos de los gigantes extinguidos, exigen una política de supervivencia, en lugar de la continua destrucción de nuestros medios de vida”, explicó el grupo medioambientalista, muy activo en Austria y Alemania, en un comunicado.
Cabe recordar que en las últimas semanas, los activistas medioambientales han tomado como base de sus operaciones distintos museos, atacando obras de arte para exigir, alertar y mandar un mensaje a la opinión pública sobre el calentamiento global.
Entre las afectadas por los ataques hay Los girasoles, de Van Gogh, en Londres; dos obras de Goya del Museo del Prado, en Madrid, y una pintura de Claude Monet, en Potsdam, cerca de Berlín.