El 8 de diciembre, Hugo Chávez hizo su última alocución pública. Dijo a los venezolanos que, si algo no salía bien en la operación a la que debía someterse por el cáncer que padecía, su sucesor sería el vicepresidente Nicolás Maduro. La cara de todos los ministros a su alrededor era de congoja, pero ninguno se veía tan asustado como Maduro. Él mismo confesó, ante la Asamblea Nacional, que nunca había soñado llegar a ser presidente. Ese fantasma que lo eligió también pesa sobre él, porque a muchos electores no los convenció que fuera ‘el hijo de Chávez’, y que este se le aparecía en forma de pajarito. Sus ataques insultantes, moralistas y homofóbicos contra su adversario Henrique Capriles los pusieron a dudar de su fama de tolerante y conciliador, supuestamente probada como líder sindical y canciller. Desconfiaron de su admiración por Cuba y los Castro y de sus capacidades para llevar las riendas del país. Y comparado con el talento natural y carismático del comandante, la simpatía de Maduro parecía fingida. Tanto los chavistas como los opositores confiaban en que esas dudas se disiparían después. Pero Capriles dice que llamó a Maduro la misma noche de las elecciones, ante el apretado margen de votos, y que este aceptó hacer una auditoría. Horas después, sin embargo, tras consultar con su equipo, Maduro lo negó. Acusó a Capriles de desencadenar protestas para tumbarlo antes de la posesión y prohibió el derecho a marchar en Caracas. Para los chavistas, Maduro evitó una masacre, pero para los opositores, reveló su lado más déspota y radical, y la confrontación con sus adversarios, desde entonces, no ha menguado. Estos son algunos de sus campos de batalla:EL COMERCIOYa posesionado, Maduro tuvo gestos interpretados como una muestra de pragmatismo. Se reunió en Miraflores con el presidente de Polar, Lorenzo Mendoza, y nombró en la cabeza del área económica a Nelson Merentes, expresidente del Banco Central, más abierto a buscar un entendimiento con la clase empresarial y los mecanismos para flexibilizar los rígidos controles económicos. Pero desde octubre Maduro radicalizó el discurso, bajó los precios a la brava y pidió una Ley Habilitante para intervenir aún más las actividades comerciales porque la “burguesía parasitaria” empresarial no solo estaba robándose el país, sino que estaba haciendo lo posible por sacarlo del poder. “No se pasó de una mera fotografía, jamás hubo un diálogo desprejuiciado en el que nos escucharan a las partes”, dice Jorge Roig, presidente de Fedecámaras, a quien Maduro la semana pasada acusó de conspirador por televisión nacional, después de que este le hizo públicamente un llamado a dialogar. LAS RELACIONES DIPLOMÁTICASEn el ámbito diplomático, en el que se supone que se sabe desempeñar, Maduro por poco rompe relaciones con Colombia, luego de que el presidente Juan Manuel Santos aceptó reunirse informalmente con Capriles. Luego, expulsó a tres funcionarios de la embajada estadounidense en Caracas y le ofreció asilo al exagente de la CIA, Edward Snowden. Sin embargo, relanzó las relaciones con Colombia y terminó pidiendo ayuda para enfrentar el desabastecimiento de alimentos, y aunque no desperdicia oportunidad de criticar al ‘imperio’, Estados Unidos sigue siendo el principal comprador de crudo venezolano. Paralelamente se ha acercado y hace nuevo negocios con países como Rusia y China (con cuyo presidente Xi Jinping se reunió).EN SUS FILASEn sus propias filas es donde quizás ha tenido que negociar más. Cuando se reveló la conversación del expresentador chavista Mario Silva y un supuesto agente del B2 cubano, se supo que grupos de poder dentro del chavismo y las Fuerzas Armadas estaban en una puja interna contra Maduro. Se mencionaba en especial al grupo del presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello. Sin embargo, los cambios estratégicos en ciertos cargos, las concesiones y una mayor participación en el poder para los militares han logrado, por el momento, mantener unido al oficialismo. SU IMAGENPublicitariamente, Nicolás Maduro se ha mostrado como un hombre del pueblo y sus chistes apuntan a reforzar esa idea. Se burla de sí mismo y exagera su incapacidad de pronunciar nombres y palabras en otros idiomas. Él mismo se define como el presidente obrero y en el canal del Estado pasan videoclips donde hablan de su origen sencillo y su época de ‘pana’ beisbolero. Pero desde las más recientes decisiones de intervenir los precios de los electrodomésticos y otros productos que no son de primera necesidad, ha dicho que quiere ser también el presidente de la clase media. Sin embargo, la clase media, que tiende a ser más capitalista y emprendedora, no necesariamente lo apoya.CONTRA LOS MEDIOSRecién posesionado, Maduro invitó a los canales de televisión a Miraflores. Algunos pocos creyeron, inocentemente, que la reunión era para ofrecer garantías. Pero Maduro ha demostrado hipersensibilidad ante lo que los medios publican sobre él y su gobierno. No desperdicia oportunidad para atacar a los diarios impresos que sacan información que la televisión no registra y que son opositores a su gobierno. Hace unas semanas convocó a una rueda de prensa a los corresponsales internacionales y les pidió respeto por el proceso revolucionario, pero por eso días las autoridades detuvieron e interrogaron por varias horas, y sin mayor justificación, al corresponsal del Miami Herald, Jim Wyss, a quien luego deportaron, argumentando que no estaba acreditado. Es incierta cuál será la próxima movida de Maduro, económica y política, en sus relaciones con sus aliados, como con sus adversarios, tanto adentro como afuera del país. Con los superpoderes que le otorgó la Ley Habilitante podrá gobernar por decreto, y aunque sus decisiones parezcan erráticas y hasta contradictorias, si algo ha demostrado en el año que termina, es que es capaz de hacer lo que se necesite para mantenerse en el poder, sobre todo cuando se siente amenazado.