Un informe publicado en Nature Communications aseguró el descubrimiento de un asteroide troyano que se mantendrá en su órbita actual por lo menos 4.000 años más, antes que las oscilaciones en su movimiento alcancen el grado que lo expulsará de la órbita terrestre hacia otras zonas del espacio.
“Confirmamos que el 2020 XL5 recientemente descubierto es el segundo troyano terrestre transitorio conocido. Para estudiar su órbita, utilizamos datos de archivo de 2012 a 2019 y observamos el objeto, en 2021, desde tres observatorios terrestres”, aseguró el informe.
Este objeto fue descubierto por un grupo internacional de astrónomos que lo denominó 2020 XL5 y lo categorizó como asteroide troyano, de los que se conocen miles, aunque no se han hallado otros que compartan esa ubicación orbital.
El cuerpo celeste tiene 1.180 metros de diámetro, es de tipo carbonáceo y se encuentra entre los objetos más antiguos del sistema solar, por lo que es un objeto de interés en el contexto de la investigación de las etapas tempranas del sistema planetario.
El primer asteroide troyano fue descubierto por astrónomos de la Nasa y fue denominado 2010 TK7. Este mide 300 metros de diámetro y permanecerá en la órbita terrestre durante unos 15.000 años.
La observación de estos dos objetos les proporciona a los astrónomos un instrumental para la búsqueda de otros potenciales troyanos aún no conocidos.
Estudian un solvente para buscar vida en rocas fuera de la Tierra
Químicos de la Universidad de San Diego State desarrollan métodos para encontrar signos de vida en otros planetas buscando componentes básicos de las proteínas en un lugar inédito: dentro de las rocas.
Después de colaborar con investigadores del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la Nasa en La Cañada Flintridge en 2019, Jessica Torres, estudiante de doctorado que estudia química en San Diego State, está experimentando con formas de extraer aminoácidos de rocas porosas que podrían usarse en futuros róvers.
Investigaciones anteriores han buscado evidencia de otras formas de vida en el agua y el suelo, pero no en materiales sólidos.
Los métodos actuales para identificar aminoácidos no pueden diferenciar las versiones creadas por un organismo vivo de las formadas a través de reacciones químicas aleatorias. Y las técnicas existentes generalmente requieren agua, que se congelaría o evaporaría si se colocara en una sonda espacial que viaja a Marte o Europa, la luna de agua salada cubierta de hielo de Júpiter que algunos consideran como un candidato principal para la vida extraterrestre debido a su océano subterráneo.
Se están desarrollando nuevos solventes químicos hechos específicamente para operar en un róver automatizado que visita otro planeta, donde el agua y otros solventes comunes como los alcoholes y la acetona no serían viables.
Hay 20 aminoácidos diferentes y cada uno se mueve a través del tubo a diferentes velocidades según el tamaño, la carga eléctrica y cómo reaccionan con otras sustancias químicas. El desafío actual de Torres es intentar configurar un pico único para cada uno de los aminoácidos contrastantes; ella espera eventualmente poder identificar un aminoácido, incluso si solo hay uno presente entre mil millones de otras moléculas.
Una vez que hayan optimizado los productos químicos que utilizan para separar e identificar de manera confiable cada uno de los 20 aminoácidos, el equipo planea probar su proceso en rocas de muestra de la luna, el desierto de Atacama similar a Marte y el lago Mono, que es dos o tres veces más salado que los océanos de la Tierra.
*Con información de Europa Press.