Kamala Harris nunca ha estado en la frontera entre Estados Unidos y México. Eso no sería grave de no ser porque la vicepresidenta es la persona que designó el presidente Joe Biden para lidiar con la crisis fronteriza y porque en su primera gira internacional a México y Guatemala el no haber visitado la frontera se le convirtió en una piedra en el zapato que no logró sacarse, ni siquiera después de aterrizar en Washington.

El primer viaje de Harris desde que asumió el cargo, y que tenía como finalidad reducir la migración ilegal a su país, resultó ser también un bautismo de fuego de la funcionaria ante la prensa internacional. Al regresar a su país, los comentarios que había hecho a los medios –uno en especial– ya habían pasado de la primera página de los diarios a los programas nocturnos de comedia, y los logros de Harris –muchos o pocos– desvanecían.

“¿Por qué no ha visitado la frontera?”, le preguntó el curtido periodista Lester Holt, de NBC News, ante lo que la vicepresidenta, acorralada y mal preparada, contestó: “Tampoco he visitado Europa”. El asunto se convirtió en una obsesión para los medios de comunicación y en una pesadilla para Harris, quien durante una entrevista con CNN trató de desviar de nuevo la atención hacia lo que en realidad importa. “Sí, iré a la frontera”, contestó ofuscada ante la misma pregunta y añadió: “Lo que tenemos es que dar prioridad a lo que sucede en frontera y a los motivos por los cuales la gente viaja hasta allí”.

En abril de este año se rompió un récord en la frontera al ser detenidas 178.000 personas, de las cuales 82 por ciento venían de México, Honduras, El Salvador y Guatemala.

Los motivos, aunque obvios, no son fáciles de solucionar. Son básicamente pobreza, falta de oportunidades, corrupción y criminalidad. En abril de este año se rompió un récord en la frontera al ser detenidas 178.000 personas, de las cuales el 82 por ciento venía de México, Honduras, El Salvador y Guatemala. Harris no se reunió con los mandatarios de Honduras y El Salvador, por estar uno vinculado con el narcotráfico y el otro con el totalitarismo; por eso solo estuvo en las capitales guatemalteca y mexicana.

“No vengan”, dijo Kamala Harris en el Palacio Nacional de la Cultura, donde se reunió con el mandatario guatemalteco Alejandro Giammattei, “Estados Unidos va a seguir cumpliendo la ley y asegurando las fronteras”. Siguiendo las instrucciones de Biden de presentar una política migratoria más humana que la del expresidente Trump, Harris reconoció que no es por falta de amor a su patria que los guatemaltecos la abandonan, una nación de 17 millones de habitantes donde el 60 por ciento es pobre.

“La mayoría de la gente no quiere irse de casa, no quiere dejar el lugar donde creció, donde reza, se habla su idioma y la cultura es familiar”. Harris llegó con propuestas como crear un grupo élite, con apoyo de la inteligencia estadounidense, para combatir a los traficantes de personas que llevan a los migrantes hasta la frontera. También anunció la instalación de un grupo de trabajo para enfrentar la corrupción, un fondo de 48 millones de dólares para la construcción de viviendas asequibles y para apoyar a las madres cabeza de familia, a la agroindustria y a las pequeñas empresas.

Harris también prometió a Giammattei que donaría millones de vacunas contra la covid para la nación centroamericana. Pero estando en Guatemala fueron dos las palabras pronunciadas por Harris que se escucharon por encima de todas las demás: “No vengan”. En Washington, las reacciones fueron inmediatas y las lideró la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, quien trinó: “En primer lugar, buscar asilo en cualquier frontera de Estados Unidos es un método de llegada ciento por ciento legal”, y remató con una frase que a muchos sorprendió por su dolorosa veracidad: “En segundo lugar, Estados Unidos pasó décadas contribuyendo al cambio de régimen y a la desestabilización en América Latina. No podemos incendiar la casa de alguien y luego culparlos por huir”.

Según Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, en conversación con SEMANA, los comentarios de Harris fueron desafortunados: “Hay inmigrantes con documentación que pueden venir a Estados Unidos legalmente. Sus palabras no encajan con el espíritu generoso reflejado en la Estatua de la Libertad”. Para el encargado del centro de pensamiento en Washington, la vicepresidenta cedió a la presión política que ejercen los republicanos que han acusado a Biden de abrir sus puertas hasta el punto de supuestamente provocar olas migratorias sin precedentes, “Al final, decir ‘no vengan’ no reduce la presión de los republicanos y genera problemas con sectores progresistas del Partido Demócrata. Además, en la región el mensaje deja mal sabor y genera interrogantes sobre si Biden es realmente diferente a Trump”.

Por su parte, el mandatario guatemalteco aprovechó el malestar para culpar a la administración Biden de ser tibia en sus términos y de fomentar la migración ilegal al unir a las familias en su territorio, lo que Giammattei dice incita a los jóvenes a viajar solos. En México, a Harris la esperaba el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), a quien la visita caía como anillo al dedo. El día anterior, su partido, Morena, sufrió una derrota en las urnas y perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.

Al mandatario populista le venía bien la foto con la vicepresidenta Harris bajo el mural de Diego Rivera, y en un acto de orgullo nacional le pidió apoyo económico, pero no militar. “Ya no queremos que sea como antes, que nos traían un helicóptero artillado y se tomaba la foto el embajador de Estados Unidos con el presidente de turno… queremos cooperación para el desarrollo”, concluyó el líder de izquierda. En Ciudad de México, AMLO y Harris firmaron un memorando de entendimiento para buscar fórmulas que contengan la migración y acordaron herramientas para agilizar los negocios privados entre ambas naciones.

Michael Shifter teme que la mala prensa afecte el balance sobre el viaje de Harris: “Los titulares ocultan los aspectos positivos, como sus compromisos en temas migratorios y la falta de oportunidades”. Lo cierto es que Kamala Harris se rajó en su primer viaje como vicepresidenta y a su regreso fueron más las críticas que los elogios. Con sus propuestas pareció más bien querer dar un contentillo que ofrecer compromisos reales con la región y su visita no borró del todo el mal sabor hacia los estadounidenses que dejó la administración anterior. Y a todo esto, en cuanto a su visita a la frontera: aún no hay fecha.