Desde su concepción teórica por parte del renombrado físico alemán Albert Einstein, los agujeros negros han constituido uno de los enigmas más profundos y desconcertantes del universo. Estos misteriosos fenómenos se forman a partir del colapso y la compresión de estrellas gigantes en puntos extremadamente densos llamados singularidades, generando niveles de gravedad extraordinariamente elevados.
La región circundante a un agujero negro se define por el “horizonte de sucesos”, una frontera desde la cual nada, ni siquiera la luz, puede escapar. Esta característica única permite que los agujeros negros crezcan hasta alcanzar dimensiones inimaginables.
El título del agujero negro supermasivo más grande de nuestra galaxia, la Vía Láctea, lo ostenta Sagitario A*, situado en su centro galáctico. Con una masa equivalente a la de cuatro millones de soles, este colosal objeto cósmico se encuentra ubicado a una distancia aproximada de 26.000 años luz de nuestro planeta.
Un grupo de astrónomos ha logrado identificar un agujero negro supermasivo que se encuentra a tan solo 2.000 años luz de distancia, ubicado en la constelación de Aquila, y que se postula como el segundo más grande de toda la galaxia.
El descubrimiento de Gaia BH3 fue posible gracias a la misión Gaia de la Agencia Espacial Europea. Además, se emplearon datos proporcionados por el Ultraviolet and Visual Echelle Spectrograph (UVES) del Very Large Telescope (VLT) perteneciente al Observatorio Europeo Austral (ESO) para analizar sus propiedades y medir su masa con precisión. Este estudio ha sido publicado en Astronomy & Astrophysics.
Este sorprendente agujero negro supermasivo tiene una masa que equivale a 33 veces la del Sol. Para contextualizar, el que previamente se creía que era el segundo agujero negro más grande de la Vía Láctea, Cygnus X-1, cuenta con 21 masas solares.
“Nadie esperaba encontrar un agujero negro de gran masa acechando tan cerca, sin ser detectado hasta ahora”, comentó Pasquale Panuzzo, el astrónomo del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) del Observatorio de París (PSL, Francia) que lideró la investigación.
Los científicos se decidieron a estudiarlo debido a un comportamiento inusual observado en la estrella que lo orbita. La alta gravedad ejercida por Gaia BH3 provoca que el astro se “bambolee” mientras viaja a su alrededor.
Los datos recopilados por Uves fueron fundamentales para examinar la composición de esta estrella, revelando una baja concentración de metales en su estructura. Este hallazgo implica que el objeto celeste que colapsó para crear el agujero negro también tenía una composición química pobre en metales. Esta conclusión se basa en la tendencia de los astros agrupados a estar compuestos por elementos similares.
Este descubrimiento tiene implicaciones significativas en la teoría de formación de estos cuerpos celestes densos, que absorben todo a su paso. Según el comunicado de prensa del ESO, los astrónomos han postulado que los agujeros negros pueden formarse a partir del colapso de estrellas con una composición química muy escasa en elementos más pesados que el hidrógeno y el helio. Se cree que estas estrellas, conocidas como “pobres en metales”, pierden menos masa durante su vida, lo que les proporciona más material para generar agujeros negros de gran masa después de su colapso.
Hasta el descubrimiento de Gaia BH3, los científicos no habían podido establecer una conexión entre las estrellas con una baja concentración de metales y la formación de agujeros negros de esta magnitud (y mayores) que se encontraban fuera de la galaxia.
La coautora Elisabetta Caffau señala que los resultados se publicaron antes de la disponibilidad de los datos completos de Gaia, previstos para el año 2025, debido a “la singularidad del descubrimiento”. Esta acción permitirá que los astrónomos de todo el mundo comiencen a estudiar este nuevo agujero negro para comprenderlo más profundamente.
Las futuras investigaciones sobre Gaia BH3 y su comportamiento podrían revelar información crucial sobre la formación de los agujeros negros. Por ejemplo, el ESO sugiere que un posible enfoque sería utilizar el instrumento Gravity, instalado en el interferómetro VLT, para determinar si este agujero negro está atrayendo materia de su entorno, lo que contribuiría a una comprensión más completa de este emocionante objeto cósmico.