El recién elegido presidente de Argentina, el populista de derecha Javier Milei, nunca ha ocultado sus intenciones: durante sus apariciones en la campaña electoral, mostró decididamente un billete de 100 dólares de gran tamaño con su propia imagen. Ante las cámaras, el mandatario de 53 años troceó con rabia una imagen de cartón del Banco Central del país con el lema: ¡Argentina necesita el dólar!
Aunque los observadores suponen que, de momento, Milei no podrá pasar de las palabras a los hechos, debido a falta de mayorías en el Congreso, el economista libertario recibió muchos aplausos por su terapia de choque en campaña. Principalmente porque la economía argentina está en crisis. La inflación supera el 140 por ciento y un período de sequía ha resentido las exportaciones de carne, pescado y soja, las más importantes del país. Mientras, la pobreza crece y se espera que la economía se contraiga este año.
El dólar como solución rápida
Si todo sale como desea Javier Milei, la introducción del dólar estadounidense devolvería a Argentina al buen camino.
Algunos países, como Ecuador y El Salvador ya dieron este paso. Desde el año 2000 y 2001, respectivamente, aceptan el dólar como medio de pago válido. En Panamá, el dólar es el principal medio de pago desde 1904.
Con este paso, el Estado que lo da reconoce la moneda estadounidense como moneda de curso legal. Un tipo de cambio fijo determina la tasa a la que la moneda existente se convierte en dólares. Después, la moneda propia del país sigue en circulación, pero normalmente ya no se imprime y desaparece gradualmente.
Tanto Ecuador como El Salvador utilizan el dólar en la actualidad. Tras su introducción, la inflación se ha calmado en ambos países y los resultados económicos se han estabilizado. Sin embargo, ambos se han endeudado más.
Por otro lado, en muchos otros países con altas tasas de inflación se está produciendo una dolarización informal, con los consumidores guardando divisas en dólares como “reservas duras”, mientras sus propias monedas pierden valor. Ese es justamente el caso de Argentina desde hace años.
Ventajas de la dolarización
Milei y los partidarios de la dolarización están convencidos de que si se quita el control de la moneda a los políticos -a las élites percibidas como corruptas-, los problemas, como la inflación, se resolverán.
Pero “Argentina siempre ha tenido una inflación elevada”, afirma Nils Sonnenberg, investigador económico del Instituto de Economía Mundial de Kiel (IfW, por sus siglas en alemán), y “desde la introducción del peso en 1881, ha habido cinco reformas monetarias en las que se eliminaron 13 ceros de los billetes”, sostiene.
De ahí que la confianza de los argentinos en su moneda sea tan escasa. A finales de 2022, los argentinos tenían más de 246.000 millones de dólares estadounidenses en cuentas en el extranjero o en billetes de dólar, lo que equivale aproximadamente a la mitad de la producción económica anual del país, según la oficina de estadística argentina.
Pero el hecho de que el Banco Central no haya podido garantizar una moneda estable también se debe a su falta de independencia de la política, ya que en Argentina, este órgano está subordinado al Ministerio de Economía.
Con el dólar estadounidense como moneda nacional, las empresas y los hogares argentinos volverían a tener una divisa estable con la que planificar y hacer negocios, según sus partidarios.
Peligros de la dolarización
Las ventajas de la dolarización son al mismo tiempo sus inconvenientes: si la política nacional no tiene control sobre la moneda, el margen de maniobra para la acción política se reduce drásticamente.
Si el Estado no dispone de medios para amortiguar dificultades mayores, las recesiones y las crisis económicas serían mucho más dolorosas de lo que ya son. Tampoco sería posible obtener una ventaja competitiva devaluando la propia moneda, ni para los exportadores nacionales ni para el sector turístico.
Y este es un problema que Argentina ya conoce. Entre 1991 y 2001, el país vinculó su moneda al dólar estadounidense por ley, a un tipo de cambio de 1:1. Pero cuando importantes socios comerciales como Brasil y México devaluaron bruscamente sus monedas frente al dólar, a finales de los años 90, la economía argentina tuvo dificultades. De repente, sus productos eran demasiado caros y casi imposibles de vender, así que el país tuvo que abandonar ese tipo de cambio.
El dólar es, por tanto, una promesa de estabilidad, pero también un riesgo para Argentina. Queda por ver si se implantará finalmente como medio de pago y en qué momento. La única certeza es que el presidente electo tendrá que hacer concesiones porque no tiene mayoría política.