“¡Fidel!,¡Fidel!,¡Fidel!”, aclamaban cientos de miles de cubanos el 8 de enero de 1959. Un joven guerrillero llamado Fidel Castro hacía su entrada triunfal en La Habana a bordo de un jeep militar, tras derrocar al dictador Fulgencio Batista. La emoción estaba desbordada y la esperanza florecía de nuevo en los cubanos, que veían a los revolucionarios Fidel y Raúl Castro como salvadores, los encargados de llevar a Cuba a la prosperidad, lejos de la guerra y la opresión. Sin embargo, la alegría duró poco.
Los hermanos revolucionarios, en cabeza de Fidel, llevaron a la isla a lo que juraron destruir: una nueva dictadura. Implantaron un sistema represivo con el que persiguieron, encarcelaron y asesinaron a miles de civiles en condiciones deplorables, negándoles derechos y libertades políticas básicas.
Finalmente, luego de seis décadas de la familia Castro en el poder, Cuba se prepara para iniciar una nueva etapa sin ese apellido en la cúpula. Hace tres años comenzó este proceso, cuando Raúl Castro le cedió la presidencia a Miguel Díaz-Canel, actual mandatario de Cuba. Esta transición se consumará en el momento en que Raúl abandone el liderazgo del Partido Comunista de Cuba (PCC) y se jubile de la política a sus 89 años.
La sucesión se llevará a cabo en el VIII Congreso del PCC, el primero que se realiza después de la muerte de Fidel en 2016, y en el que Díaz-Canel asumirá como primer secretario del partido, por lo que se hará con el poder absoluto del país.
Este congreso también se encargará de elegir a las 17 personas que integrarán el nuevo Buró Político, el órgano superior del Comité Central de la colectividad y la fuerza política que dirige a esa nación de acuerdo con la Constitución.
El legado de los Castro supone uno de los grandes retos para la generación entrante. Sergio Ángel, investigador principal del Programa Cuba y editor de la revista Foro Cubano, le explicó a SEMANA que los Castro dejaron “un país completamente destruido, sin un desarrollo claro y con una infraestructura gigantesca de hoteles que genera una subordinación del cubano de a pie a los turistas.
Un país donde existe internet, pero se violenta el derecho de acceso a través de los altos costos; donde los profesores o estudiantes que no se acomodan al poder son perseguidos y excluidos de la educación. Con derechos que no se garantizan, pero que se venden al resto de América Latina como un logro”.
A esto se le suma la contracción económica más severa que sufre Cuba desde el colapso de la Unión Soviética, por lo demás agravada debido a la pandemia; las sanciones impuestas por la administración del expresidente Donald Trump, y el empeoramiento de la crisis en Venezuela. Todo esto dejó a la isla sin los imprescindibles ingresos del turismo y el petróleo subsidiado.
Aunque la llegada de nuevos dirigentes al poder suponga un cambio de aire, y por ende un posible futuro más próspero, la situación es un poco más compleja. Como explica Ángel, “podemos tener en cuenta los últimos tres años, en los que no hay mayor diferencia con el Gobierno de Raúl Castro”.
El experto plantea dos escenarios: “El primero, en el que se radicalice aún más la protesta que se ha empezado a generar desde las calles de La Habana, y en la que las personas descontentas con la institucionalidad se han manifestado en contra de la persecución, en gran medida gracias a las redes sociales, a pesar de su limitado acceso.
El segundo tiene que ver con una radicalización de la represión, que podría conducir a la eliminación del acceso a internet, una herramienta que ha permitido la organización civil y un despertar a las grandes mentiras que se han vendido desde la institucionalidad”.
En medio de esta incertidumbre, la era Castro llega a su fin, al menos sobre el papel. Hoy queda una nación profundamente fraccionada y en crisis, y la nueva generación política promete más de lo mismo. En la historia, la era Castro quedará señalada como un régimen que violentó, reprimió y excluyó a todo aquel que pensó diferente, y en el que los grandes ausentes fueron los derechos civiles y políticos de los cubanos durante varias generaciones.