El golpe de Estado en Níger supone un nuevo revés para la ambición del presidente Emmanuel Macron de “renovar” las relaciones de Francia con sus excolonias africanas y complica la permanencia militar francesa en una región con fuerte presencia yihadista. Tras prometer en 2018 que Francia permanecería en el Sahel hasta la “victoria completa” contra el yihadismo islamista, los problemas en la región no dejan de aumentar para París.
Los golpes militares de Malí en 2021 y en Burkina Faso en 2022 forzaron la salida de las tropas francesas de esos países, que poco después debieron retirarse también de República Centroafricana. La crisis desatada la semana pasada en Níger, último apoyo al dispositivo antiyihadista francés en la región, podría fragilizar aún más la situación de la expotencia colonial.
“La historia se repite, los reveses se acumulan”, dijo a la AFP Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (Iris), con sede en París. “Si los golpistas se mantienen en el poder en Niamey, será muy difícil mantener allí a nuestros soldados”, unos 1.500 actualmente, consideró.
La cuestión podría tener repercusiones también en Chad, donde se encuentran desplegados un millar de soldados franceses. Retirarse de Níger “no está en la agenda”, afirmó categórico el martes el Estado Mayor galo. La junta militar de Níger por el momento no ha cuestionado los acuerdos de Defensa con París, como sí hicieron los generales de Malí y Burkina.
“Es un error haberlo apostado todo a Níger y Chad, dos países políticamente frágiles” durante el nuevo despliegue de fuerzas francesas, opinó François Gaulme, investigador asociado del Instituto Francés de Relaciones Internacionales. Si el general golpista Abdourahamane Tiani se mantiene en el poder, Gaulme ve “inevitable” la salida de las tropas francesas del país.
Macron, de 45 años, es el primer jefe de Estado francés nacido tras la independencia de las antiguas colonias africanas. Poco después de su elección en 2017, el mandatario expresó su deseo de acabar con la “Francáfrica”, como se denomina a la relación que, desde los años 60, prevalece entre París y sus excolonias africanas, que comporta desde injerencias en el poder político regional a privilegios comerciales.
Desde entonces, el presidente no ha dejado de preconizar un cambio de enfoque que conduzca hacia una asociación entre iguales. En 2020, dijo a la revista Jeune Afrique que la relación “entre Francia y África, debe ser una historia de amor”.
Pese a estos gestos conciliadores, el sentimiento antifrancés en el Sahel, una franja semiárida al sur del desierto del Sáhara, no ha dejado de aumentar. Una situación instrumentalizada por Rusia, que podría beneficiarse del golpe de Níger para consolidar su presencia en el continente.
Miles de partidarios del golpe se manifestaron violentamente el domingo ante la embajada francesa en Niamey, coreando eslóganes contra Francia y ondeando banderas rusas. París se apresuró a evacuar a sus ciudadanos en el país, en una operación que sigue en marcha. Macron también evocó una respuesta “inmediata e intratable” en caso de un ataque a los intereses de Francia, comentarios considerados intervencionistas por la junta militar.
“Desde su primer mandato, ha sido criticado por ser arrogante, especialmente con ciertos jefes de Estado africanos”, señala François Gaulme. Pero el problema radica sobre todo en “la distancia entre sus palabras y sus actos”.
“En la práctica, el sistema francés no ha cambiado realmente”, explica el experto: aún se sustenta en “bases militares, ayuda al desarrollo y sistema del franco CFA”, un acuerdo monetario que, pese a recientes reformas, sigue siendo considerado como herramienta de control de París sobre los países africanos que lo emplean.
Cambio de programa
“Lucha contra la pobreza y el cambio climático (...), reestructuración de la deuda, cooperación cultural: se están haciendo muchas cosas para salir del prisma militar”, destaca una fuente diplomática francesa. “Macron ha querido operar un cambio de programa ambicioso (...) Todo esto solo puede hacerse a largo plazo”, agrega.
Michel Duclos, consejero especial del Instituto Montaigne, cree que no hay que reducir la crisis de Níger a “una cuestión franco-nigerina”, que abarca a “muchos otros países”. Para el profesor de historia y política Achille Mbembe, de la Universidad de Witwatersrand de Johannesburgo, “hay que salir de la obsesión anti-Macron”.
Mbembe recuerda que la situación actual es resultado de un proceso histórico “que se relaciona con el fracaso de la descolonización”.