con el caso de Colonia Dignidad, un misterioso enclave de alemanes en el sur de Chile, se comprueba que a veces la realidad supera la fantasía. Porque la historia de ese lugar, cuyos habitantes se visten a la usanza alemana de la época nazi, donde se habla el idioma de Goethe y flamea la bandera de ese país, y donde virtualmenterigen leyes propias, bajo la dirección de un ex cabo del ejército nazi, ex predicador evangélico y dios pederástico de su comunidad, tiene todos los elementos de un taquillero thriller norteamericano. Y eso se comprueba con la huida, hace dos semanas, de Tobías Müller Altevogt y su amigo chileno Zalo Luna, quienes aprovecharon la celebración de una fiesta y el relajamiento de los controles, para escapar del enclave, perseguidos bajo la lluvia y las bajas temperaturas invernales por camionetas equipadas con reflectores que les buscaban en la oscuridad. Los jóvenes lograron su cometido de libertad con la ayuda de familias de los alrededores que les brindaron refugio contra sus perseguidores, y 24 horas más tarde se encontraban en la embajada alemana de Santiago de Chile, que les dió protección para salir del país después de declarar ante la justicia chilena.La intervención de la embajada alemana subraya otro aspecto siniestro de la Colonia Dignidad, como se llama ese extraño reducto 'religioso'. Se trata de sus oscuros vínculos con sectores de ultraderecha de la sociedad chilena, que tuvieron su cúspide en la dictadura del general Augusto Pinochet y que hacen que hoy por hoy, aún después del advenimiento de la democracia, la Colonia Dignidad goce de un significativo apoyo en poderosos sectores de la sociedad y el Estado chilenos.La historiaLa historia de Colonia Dignidad se remonta a 1952 en la ciudad de Gronau, Alemania, donde Paul Schäfer, un ex cabo del ejército nazi, se había refugiado tras su expulsión de la Iglesia Evangélica acusado de perversión a menores. Decidido a crear un mundo a su medida, con rígidos principios de entrega total a Dios, simbolizado en él, Schäfer atrajo a numerosas familias, especialmente a mujeres viudas de la guerra con hijos pequeños que, desmoralizadas por la situación de posguerra, buscaban aferrarse a una religión que les recreara la identidad perdida.En 1961 la policía comenzó una investigación contra Schäfer por abusos sexuales, agresiones a menores en el interior de su secta religiosa y apropiación de bienes de miembros de su comunidad. Era necesario buscar una nueva localización para ese mundo aparte, y las lejanas tierras andinas de Chile, con su parecido a las zonas alpinas de Alemania, resultaban ideales. Sobre todo ante la evidente inclinación del Estado chileno por favorecer una inmigración tan privilegiada como la alemana. De ahí que hubiera sido precisamente el embajador chileno en Bonn, Arturo Maschke, quien sugiriera ese traslado. Ese mismo año un grupo de miembros de la secta compró la hacienda El Lavadero, de 1.800 hectáreas, mientras el Ministerio de Justicia chileno, por recomendaciones del embajador en Alemania, otorgaba la personería jurídica a la 'Sociedad Benefactora Colonia Dignidad'. Era el comienzo de la existencia de un Estado dentro de otro Estado.Sólo en 1967 se comenzaron a tener indicios de lo que sucedía en la Colonia Dignidad cuando un joven alemán, Wolfgang Müller, escapó y relató un panorama aterrador: las vejaciones sodomíticas que sufrían los niños por Schäfer, la separación obligada de padres e hijos, las golpizas y electroshock para quienes rompían las rígidas normas, la eliminación de la vida de pareja y la esclavitud permanente desde los 12 años de edad. Pero Schäfer siguió libre. Las revelaciones de Müller, confirmadas un año más tarde por otro prófugo, Heinz Kuhn, fueron desmentidas por políticos y hombres probos de la sociedad chilena para los cuales no era posible que ese alemán blanco, rubio, de ropas limpias y de trato amable fuera un pederasta.La llegada de la dictadura militar, en 1973, afianzó los lazos ya forjados con sectores de ultraderecha y las Fuerzas Armadas, cuya formación prusiana atrajo a la Colonia Dignidad. Muy pronto, el 11 de septiembre de ese año, el Ejército ya había dispuesto una guarnición en los terrenos de la Colonia. Hoy en Chile es vox populi que Schäfer, en agradecimiento, instaló un centro de torturas y desapariciones que colaboró con la siniestra Dina (policía secreta) del general Manuel Contreras.En esa época se convirtieron en asiduos visitantes de la Colonia tanto el general Augusto Pinochet y su familia como los ministros del gobierno y especialmente el general Manuel Contreras, su esposa e hijos, tanto que Schäfer bautizó un puente interior de la Colonia con el nombre de la señora de Contreras. También fueron asiduos visitantes miembros de la Corte Suprema de Justicia y prominentes personajes, como la actual senadora designada Olga Feliú.En 1985, en plena dictadura del general Pinochet, reventó un nuevo escándalo con la fuga de la pareja más cercana a Schäfer. Lotty y Georg Packmor, ayudados por la embajada de Canadá, lograron salir de Chile y presentar su testimonio a Amnesty International y a las Naciones Unidas. Desde ese momento comenzaron a aparecer un sinnúmero de denuncias sobre la participación de la Colonia Dignidad en violaciones a los derechos humanos a opositores de la dictadura; y en el interior de Chile se iniciaron investigaciones sobre evasión de impuestos, violación de las leyes laborales y sospechas de abusos sexuales a menores.Extracción de órganosSólo con la llegada de la democracia, y con el presidente Patricio Aylwin a la cabeza, los procesos comenzaron a ser considerados seriamente por los tribunales de justicia. Lo cierto es que los campesinos de la zona, envalentonados por la llegada de la democracia, comenzaron a denunciar que la Colonia Dignidad secuestraba a sus niños y que muchos de los que ingresaban al hospital jamás regresaban. Según las últimas declaraciones del pastor evangélico Adrián Bravo, allí se realizaban extracciones de órganos a niños para trasplantes, experimentación científica con niños e inseminaciones artificiales para mantener la raza aria. Versiones que fueron complementadas la semana pasada por Heinz Kuhn, quien declaró ante una comisión de la Cámara de Diputados que allá se obligaba a embarazadas a efectuarse abortos.Pero lo peor es que ese 'centro médico' (que aparecía como un regalo de "los alemanes", como llaman los lugareños a la comunidad) funcionaba, junto con una escuela, por subsidio del Estado chileno, puesto que la Colonia ostentaba personería jurídica de 'sociedad benefactora'. Hasta ahora el único fallo contrario a la Colonia ha sido precisamente la eliminación de esa personería. La avalancha de denuncias hizo que por fin se dictara orden de detención contra Schäfer, pero los resultados han sido nulos. Las autoridades policiales escasamente han intentado cinco allanamientos llevados a cabo con una cortesía y cuidado que ya son motivos de chiste entre muchos chilenos. Por ello la fuga de Müller y Luna ha causado desespero en el interior de la Colonia Dignidad: ambos jóvenes poseen información privilegiada y han aportado testimonios inéditos sobre la vida dentro de la Colonia en sus declaraciones ante la Comisión de Familia de la Cámara de Diputados. Refiriéndose a las razones del apoyo interno que tiene Schäfer, Müller dijo a la televisión alemana: "Creo que lo siguen por motivos casi religiosos. Creen en él como un dios, como un ser que nunca se equivoca. Es un führer, un líder, un Hitler".Esas declaraciones coinciden con la información de Inteligencia de la Policía Civil, que concluye que los habitantes de la Colonia Dignidad no tienen acceso a los medios de comunicación ni pueden comunicarse con el mundo exterior; tienen orden de dar la vida por Schäfer y cuentan con un arsenal de armas para resistir. De ahí el temor que existe por las reacciones que puedan tener los colonos en el momento de la detención de su líder.Lo más grave son las redes de protección que la Colonia Dignidad tiene en las más altas esferas del poder chileno. Kuhn declaró ante la Comisión de Familia de la Cámara de Diputados que "en el exterior tienen a diputados, senadores especialmente de la Unión Demócrata Cristiana alemana, dirigentes de empresas de la zona de Baviera, y en Chile los apoyan altos funcionarios del Ejército y Carabineros". El diputado socialista Jaime Naranjo, que representa precisamente el distrito en que está instalada la Colonia, dijo a SEMANA que "para nadie es un misterio que el poder judicial chileno históricamente ha tenido vínculos con Colonia Dignidad y por consiguiente ha sido complaciente y benévolo y responsable de la impunidad que ahí se vive". Para Naranjo "la actividad sodomítica y el resto de las restricciones a los derechos, incluso a los más básicos como es el derecho a enamorarse, se debe a la dominación que Schäfer ejerce sobre cada uno de los miembros de la colonia. Incluso el hecho que se desconozca el paradero del líder hace parte de la dominación enfermiza que ejerce sobre las personas que habitan en su territorio". Así, dice, "las personas que no pertenecen a la cúpula directiva desconocen las instalaciones secretas que hay en su interior, tales como túneles con redes secretas de comunicación, un bunker instalado bajo tierra en alguna zona boscosa del extenso territorio precordillerano".Para otros, el hecho mismo de que se haya dejado pasar tanto tiempo sin actuar hace que la situación sea potencialmente más peligrosa porque los miembros de Colonia Dignidad no saben vivir de una forma distinta a la que su 'dios' Schäfer les ha creado y podrían reaccionar violentamente. La diputada demócrata cristiana Mariana Aylwin confirmó esos temores a SEMANA cuando se le consultó sobre la conveniencia o no de extraditar a Schäfer a Alemania por el delito de abuso de menores: "Los colonos no tienen la culpa y el desenlace podría ser trágico". Una actitud que, inconscientemente, refleja la ambivalencia de la sociedad chilena hacia ese drama novelesco que vive en su territorio.