En un barrio de Boston, una familia afgana empieza a ver la luz al final del túnel. Israr y Sayeda ya empezaron a trabajar, mientras mejoran su inglés y preparan su hogar para dar la bienvenida a su primer hijo.

Como muchos de las decenas de miles de afganos evacuados tras la ocupación de Kabul por los talibanes, la joven pareja, que solo quiso dar sus nombres de pila, trata de afianzar su nueva vida en Estados Unidos.

Aunque trabajó como intérprete del ejército estadounidense, Israr y su esposa están en este país con un visado humanitario, un “estatus legal vago”, según las organizaciones de acogida, que solo ofrece dos años de residencia.

Tras un sinuoso y duro viaje que los llevó de Kabul, vía Catar, a Washington y a una base militar de Texas, la pareja se instaló a principios de año en el barrio de Charlestown, en Boston, bajo la protección de una pareja a la que ahora llaman sus “segundos mamá y papá”.

Israr muestra fotos de él trabajando como traductor de las fuerzas militares estadounidenses en Afganistán. | Foto: AFP or licensors

“Mi papá está trabajando en ello”, dice Israr de 26 años, sobre su situación migratoria. “Me ha conseguido un abogado”. Israr preparó todos los documentos antes de dirigirse al aeropuerto de Kabul, donde tenía lugar una evacuación caótica a finales de agosto del pasado año. Su mujer Sayeda, de 23 años, escondió algunos bajo su ropa con la esperanza de que los talibanes no la registraran.

Pero la golpearon hasta el punto de no poder andar. Israr, también herido, dejó el equipaje y la cargó en brazos. “Perdí mi equipaje, mis documentos importantes, mi dinero, mi ropa, todo”, dice a la AFP. Pero lograron entrar en un avión con el pasaporte y algunos documentos que lograron salvar.

Ahora la pareja se enfrenta a un futuro incierto. Tienen que conseguir un visado especial de inmigrante, reservado a los que ayudaron al gobierno estadounidense, o el asilo. Pero aunque aseguran haber recibido “amenazas” y “chantajes” de los talibanes, no es fácil demostrar que ha habido una persecución creíble.

Israr y su esposa Sayeda caminan fuera de su casa en Boston, Estados Unidos. | Foto: AFP or licensors

“Obvio”

El reasentamiento de los afganos en Estados Unidos concluyó en febrero, pero ahora, con la guerra ucraniana y la nueva crisis de refugiados, sus defensores urgen a los congresistas a que aprueben una ley específica que les permita permanecer en el país.

La senadora demócrata Amy Klobuchar está trabajando en un proyecto de ley y Krish O’Mara Vignarajah, jefa del Servicio Luterano de Inmigración y Refugiados (LIRS) señaló que se ha reunido con republicanos favorables.

“Para nosotros es obvio”, dice Vignarajah, pero se teme que habrá “obstáculos”. En particular, para el asilo, cuyos requisitos son mucho más difíciles de cumplir, dijo a la AFP. Y es que para crear una solicitud creíble, se necesitan muchos documentos que los afganos destruyeron para eliminar cualquier evidencia de sus lazos con Estados Unidos y evitar las represalias de los talibanes. “La misma documentación que podría suponer una condena a muerte en Afganistán podría ser la llave para el asilo en Estados Unidos”, dice.

Desde que los talibanes tomaron el poder en Afganistán, miles de personas quedaron a la intemperie en el extranjero. | Foto: AP

“Injusto”

Jeffrey Thielman, jefe del Instituto Internacional de Nueva Inglaterra (IINE), que ayudó a Israr y Sayeda a establecerse, tiene noticias de que un tribunal de Boston está denegando a los afganos su solicitud de asilo al considerar que las pruebas de persecución son “demasiado generales”. Sobre esta misma base, Thielman teme que muchos tampoco puedan conseguir la residencia permanente, dijo a la AFP.

“Han sido investigados, han realizado nuestro programa de orientación cultural, sus hijos están ahora escolarizados y están consiguiendo trabajo”, por lo que es “muy injusto” no garantizar un futuro para estas personas en el país.

A ello se suman los retrasos en la tramitación de 10.000 solicitudes de visado especial y de más de 600.000 de asilo, dice Vignarajah.

Israr y Sayeda están agradecidos y contentos de estar seguros y tener “otra oportunidad” en Estados Unidos. En la tranquilidad de su luminoso y ordenado apartamento, Sayeda prepara un jugo de frutas antes de ir a su trabajo en un centro de cuidados diurno e Israr a un supermercado. Ambos ayudan a sus familias en Afganistán.

Con información de AFP.